El Palacio de Carlos V, en el marco del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, acogió una velada que reunió varios de los ingredientes que definen las grandes ocasiones: una obra concertante de gran riqueza tímbrica, una sinfonía icónica del repertorio romántico y un equipo artístico de primer nivel. La Orquesta Nacional de España, bajo la dirección de Andrés Orozco-Estrada, acompañó a la joven violinista María Dueñas en una noche que combinó lirismo, dramatismo y virtuosismo, y que evidenció tanto la madurez de la solista como la solidez de la formación sinfónica.
La primera parte del programa estuvo dedicada a la Sinfonía española en re menor op. 21 de Édouard Lalo, obra concebida para el célebre violinista Pablo Sarasate y que, pese a su título, responde más a un modelo de concierto romántico en cinco movimientos que a una sinfonía al uso. La interpretación de María Dueñas destacó por su equilibrio entre rigor técnico y libertad expresiva. La violinista granadina, que regresaba al festival tras un lustro de notables compromisos internacionales, mostró una madurez interpretativa excepcional, abordando los diversos episodios de la partitura con una sensibilidad estilística admirable.
Desde el primer movimiento Allegro non troppo, Dueñas articuló un discurso claro, con una línea melódica bien proyectada y un fraseo que alternó momentos de intensidad con pasajes de delicado sentido melódico. Su sonido, pleno y redondo, contrastó con la ligereza rítmica que imprimió en el Scherzando, donde supo recrear el carácter juguetón que Lalo propuso en su partitura. Especialmente reseñable fue su interpretación del Andante, donde la solista desplegó un lirismo contenido, construyendo un arco expresivo sostenido y sutilmente dosificado. En el Rondo final, el violín mostró agilidad, precisión y carácter, cerrando su intervención con un despliegue técnico impecable.
La Orquesta Nacional de España ofreció un acompañamiento atento, flexible y equilibrado. Andrés Orozco-Estrada supo dotar a la partitura de una respiración adecuada, evitando los excesos dinámicos y manteniendo en todo momento un diálogo fluido con la solista. El director colombiano destacó por su claridad gestual y su capacidad para estructurar el discurso orquestal sin perder de vista el carácter idiomático de la obra. El resultado fue una lectura refinada y luminosa, que puso en valor la riqueza de timbres de la partitura sin caer en el pintoresquismo.
La joven artista, hábilmente secundada por la ONE de Orozco-Estrada, se ganó la rotunda ovación del público asistente que, puesto en pie, la obligó a salir a saludar hasta en seis ocasiones. Agradecida por la cálida acogida, ofreció fuera de programa dos bises: el Canto de Veslemoy de Johan Halvorsen, y un arreglo rapsódico para violín y arpa de Granada, de Agustín Lara, escrito por la propia Dueñas.
La segunda parte del programa estuvo dedicada a la Sinfonía fantástica op. 14 de Hector Berlioz, una de las cumbres del repertorio sinfónico francés y obra fundacional del sinfonismo programático. Aquí, la Orquesta Nacional de España desplegó todo su potencial, ofreciendo una interpretación contundente y minuciosamente elaborada. Andrés Orozco-Estrada apostó por una visión clara y estructurada de la obra, en la que el carácter narrativo no restó precisión ni rigor formal.
El movimiento inicial, Rêveries-Passions, se resolvió con una articulación cuidada, donde la cuerda mostró alguna dificultad de empaste, particularmente en los violines, que no impidió resolver con naturalidad los contrastes expresivos exigidos en la partitura. En Un bal, la elegancia del tempo permitió una danza aérea y bien equilibrada, con una madera especialmente brillante. Scène aux champs fue, sin duda, uno de los momentos más logrados de la interpretación, con un diálogo expresivo entre corno inglés y oboe, y una construcción paulatina de tensión que desembocó en un final cargado de intención.
La Marche au supplice destacó por la contundencia de la percusión y el control del crescendo dramático, mientras que Songe d’une nuit du sabbat fue resuelta con energía, precisión rítmica y un excelente control del volumen orquestal. La orquesta mostró una gran solidez en todos sus planos sonoros, y el director consiguió mantener la cohesión del conjunto sin perder el carácter expresivo y dramático del movimiento final.
En resumen, el concierto constituyó una excelente muestra del alto nivel de los intérpretes y de la ambiciosa programación del Festival de Granada, que lleva casi tres cuartos de siglo convocando en los escenarios de la Alhambra los nombres propios más destacados del panorama musical. En este sentido, María Dueñas confirmó su proyección internacional con una interpretación solvente y expresiva, mientras que la Orquesta Nacional de España y Andrés Orozco-Estrada ofrecieron una lectura de gran intensidad emocional y refinamiento técnico. Una velada que reafirma el prestigio del Festival de Granada como una de las citas imprescindibles del panorama musical español.
Gonzalo Roldán Herencia
Festival de Granada: Orquesta Nacional de España
Programa: Édouard Lalo, Symphonie espagnole, en re menor op. 21; Hector Berlioz, Symphonie fantastique op. 14.
Orquesta Nacional de España
Director: Andrés Orozco-Estrada
Solista: María Dueñas (violín)
Lugar y fecha: Palacio de Carlos V, 22 de junio de 2025
Foto © Fermín Rodríguez