Brillante actuación en Madrid de la Orchestra Sinfonica Nazionale della Rai, bajo la batuta de su director titular Andrés Orozco-Estrada, en el concierto de despedida de su gira española. En programa, La juguetería Fantástica, P 120, de O. Respighi, el Concierto para viola de W. Walton, con Antoine Tamestit como solista, El Mandarín Maravilloso, de B. Bartók y La Valse, de M. Ravel.
Los tres números interpretados de La juguetería Fantástica revelaron, desde el inicio del concierto, las cualidades de la formación italiana: perfecta cohesión sonora entre sus secciones instrumentales, precisión ejecutoria del conjunto y sus solistas, versatilidad frente al repertorio y complicidad absoluta con su director titular. La frescura que exhala esta obra, basada en los “Pecados de vejez” para piano de Rossini, fue expuesta con elegancia, lirismo y gracilidad por maestro y orquesta en cada número seleccionado.
El Concierto para viola de W. Walton fue abordado impecablemente por Antoine Tamestit, que mostró una técnica refinadísima en el dominio del sonido, precisión de emisión, movimiento del arco, control del vibrato y, sobre todo, una sutil sensibilidad lírica en los amplios fraseos que Walton otorga a la viola en la obra. Orozco-Estrada fue esencial a la hora de lograr el adecuado balance entre solista y orquesta en los tres movimientos –Andante cómodo, Scherzo y trío, Finale-allegro moderato–, atento a cada detalle y cambio de textura, sustentando a Tamestit en sus intervenciones y dando relevancia a los tutti orquestales en los momentos en los que el solista no intervenía. Tamestit no sólo brilló en la ejecución técnica e interpretación musical de su parte, sino que se mostró en perfecta sincronía con los solistas instrumentales de la formación italiana, mostrando total complicidad con maestro y orquesta en una obra en la que su instrumento es más un interlocutor introspectivo que un elemento puramente concertante.
El público respondió con vivos aplausos al solista, que regaló dos propinas que revalidaron sus virtudes técnicas y musicales: una versión para viola del Preludio de la Suite núm. 3, de J. S. Bach, y el Capriccio op. 55 para viola, de Henri Vieuxtemps, ambas magistralmente abordadas.
La segunda parte del concierto se abrió con los implacables ostinatos de los violines segundos del Mandarín Maravilloso, de Bartók. La Orchestra Sinfonica Nazionale della Rai exhibió en esta obra todas sus virtudes bajo la dirección rigurosa y, a la vez, flexible propia de Andrés Orozco-Estrada. Si bien, la Introducción podría haber sido concebida de forma aún más descarnada, tuvo suficiente empuje para asegurar la continuidad de los demás números de la Suite. El maestro Orozco-Estrada planificó con convicción conceptual, sentido y fluidez las diversas partes de la Pantomima, logrando el adecuado contraste entre éstas para alcanzar la unidad. La orquesta relumbró en todas sus secciones, siendo vitales los metales y la percusión a la hora de obtener esa expresión despiadada que emana de toda la obra. La tensión acumulativa en el último número –El mandarín persigue a la doncella– remató con asertiva contundencia esta vibrante versión de la obra, aplaudida con sumo entusiasmo por el público de Ibermúsica.
Siguió la velada con La Valse, de M. Ravel. Acometida con elegancia en los temas melódicos, flexibilidad rítmica y claridad expositiva de las ricas y variadas texturas orquestales, como es el caso del velado e impreciso comienzo, la versión resultó vivaz y fluida, con un cierre enérgico, pero sin llegar al paroxismo final descrito por el propio Ravel.
Ante el éxito obtenido por maestro y formación, fue ofrecido el Intermezzo de Cavalleria rusticana, de Mascagni, en una sutil interpretación, cerrando con aroma italiano esta magnífica despedida de gira por España.
Juan Manuel Ruiz
Orchestra Sinfonica Nazionale della Rai, Antoine Tamestit / Andrés Orozco-Estrada.
Obras de de O. Respighi, W. Walton, B. Bartók y M. Ravel.
Ibermúsica. Auditorio Nacional. Madrid.
Foto © Rafa Martín/Ibermúsica