Thomas Adès (Londres, 1971), es ya un compositor de renombre, pero aún no apreciado como lo merece por su talento como director de orquesta. Que en este último sentido está, creo, entre los grandes, lo demostró su reciente trabajo al frente de la Orquesta Sinfónica de Londres en un concierto que evitó esa demagogia de juntar “piezas populares” con otras más complejas para atraer público. En esta ocasión la sala del Barbican londinense se llenó con una audiencia lo suficientemente adulta para apreciar la calidad de obras complejas e infrecuentemente ejecutadas. Empezando con la Cuarta Sinfonía de Sibelius y terminando con su Sexta. Y en el medio, con dos composiciones para orquesta de cámara de Einojuhani Rautavaara y el mismo Adès.
A diferencia de presumen poder dirigir “de memoria”, Adès mira las partituras (incluidas la suya propia) tan atenta y constantemente como a sus músicos. De este modo, los tres, director, partitura y orquesta, se unen bajo precisas instrucciones de batuta combinadas con una mano izquierda de expresiva flexibilidad. Adès se agacha y eleva de vez en cuando, y hasta toma la batuta con las dos manos para enfatizar un fortissimo. Pero siempre como un ejecutante más, sin esos amaneramientos faciales o gesticulaciones de acróbata de circo con que algunos de sus colegas parecieran querer impresionar al público.
Cellos y contrabajos abrieron la Cuarta de Sibelius con intenso pero introvertido énfasis y a partir de allí las tan mentadas sombras psicológicas del primer movimiento fueron expuestas con precisión contrapuntística y sobria diferenciación cromática. En el quasi adagio, el quasi fue magistralmente observado en un tiempo que al no caer en la mayor lentitud de un adagio propiamente dicho permitió una sutil liviandad y exposición de contrastes. Siguió un Allegro molto vivace que contrastó con una rapidez nunca apurada sino más bien asertiva en la aceleración al tutti final. Y en el Largo flautas y cornos emergieron precisos contra un comentario de cuerdas de similar moderación en su expresividad. En el Allegro que cierra la obra, las diáfanas interrupciones del Glockenspiel acompañaron sin sobre énfasis a los fugados de cuerdas que frasearon como interrogantes a una coda que progresó a un morendo tan simple como implacable.
Las notas de programa aludieron al contraste entre las sombras de la Cuarta sinfonía, compuesta por un Sibelius privado de alcohol y tabaco en medio de un tratamiento canceroso, con la luminosidad de cuerdas de su Sexta. Pero también en esta última Adès prefirió insistir en una cierta introversión que sirvió a la vez para evitar excesos bombásticos y exponer los sugestivos cantábiles con una reticencia que no hizo sino aumentar la expresividad de su interpretación. Porque finalmente, tanto el allegro inicial como el allegretto siguiente están instruidos como moderato. Y también el vivace que sigue es poco vivace. Al inculcar estas instrucciones en la orquesta Adès logró una mágica sutileza en tiempos que apoyaron las asertivas frases de canon de esta obra con una polifonía de cautivante claridad.
En las neo románticas Deux Serenades de Rautavaara la masa orquestal balanceó sobriamente sus dinámicas con el sensible virtuosismo Johan Dalene como violín solista. Y en sus Orígenes del Arpa Adès elaboró con vivacidad y precisión los estrictos contrapuntos de chelos, violas, clarinetes y percusión. Se trata de un poema sinfónico de nueve minutos que narra la leyenda céltica de una ninfa que aunque enamorada de un mortal, no se anima a seguirlo abandonando así su entorno acuático. Los dioses la consuelan transformándola en un arpa. Pero como este conciso poema sinfónico de nueve minutos de duración alude a los orígenes del arpa y no al arpa misma, ésta solo se insinúa en expresivos pizzicatos de cuerdas.
La Orquesta Sinfónica de Londres siguió la concentrada exploración de Adès hacia la médula de cada partitura con consumada expresividad y exactitud. El público de Barcelona, Zaragoza, Madrid, Valencia y Sevilla tendrá la oportunidad de apreciarla en febrero con obras de Stravinsky, Chopin, Rachmaninoff, Debussy, Berg, y Borodin bajo la dirección de Gianandrea Noseda. También para esta gira la orquesta y su director han decidido evitar repertorios adocenados para convencer con programas variados e inteligentemente concebidos.
Agustín Blanco Bazán
Orquesta Sinfónica de Londres / Thomas Adès.
Violín solista: Johan Dalene.
Obras de Jean Sibelius, Einojuhani Rautavaara y Thomas Adès.
Londres, sala de conciertos del Barbican.
Londres, octubre de 2025