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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Del amor absoluto y sometido, a la destrucción por desamor - por José M. Morate

Valladolid - 29/10/2025

La tercera y última de las óperas legadas por Francis Poulenc (1899-1963), La voz humana, FP 171 (1958), fue elegida para la segunda sesión del Ciclo de Recitales y Música de cámara, que el CCMD y la OSCyL disponen en su apropiada Sala. Se eligió la versión soprano-piano de concierto que, si bien el autor nunca autorizó para exhibición (el original es con orquesta y voz), la familia sí lo hizo en 2010, permitiendo su grabación discográfica Lott-Johnson, y así nos la ofrecieron Véronique Gens (Orleans, 1966), afamada soprano que hacía su presentación en Valladolid, poseedora de un Grammy por registro operístico, tenida por reputada mozartiana y otros repertorios líricos, amén de excelentes dotes de actriz y dicción de textos, y el pianista Christophe Manien, Director de Coro, Primer Premio en Piano, Música de cámara, Acompañamiento y Formación musical en el Conservatorio Nacional de la Región de Boulogne-Billancourt, que ha debutado en 2023 como Director de Ópera en el Festival irlandés de Wesford. La Sala se llenó en sus tres cuartas partes y se mantuvo en silencio hasta la última nota final, ganada por el drama personal vivido.

Y es que el libreto de Jean Cocteau, basado en su homónima obra de Teatro (1930), impresionó a Poulenc porque le conectó en gran manera con su situación amorosa personal, por ruptura e inicio de otra relación. Concibió así una “tragedia lírica”, como él calificó a esta ópera, donde todo es sugerido en personajes no presentes y acción, ya que la conversación entre los dos únicos principales es a través de un teléfono. En esta ocasión ni siquiera, pues tonos ring fueron oídos en trinos leves y agudos del piano, e interferencias y cortes habidos en línea entonces imperfecta, (con Compañía Telefónica de París aún balbuciente que el autor aprovechó para crítica burla de su típica ironía), fueron sustituidos por pausas y cortos paseos de Élla, la única protagonista visible.

Élla, la mujer, con exigencias de monólogo arduo próximo al recitativo, pero con explosiones trágicas como mínimas arias que obligan a transiciones amplias de tesitura, y a vocalización expresiva y perfecta para que canto y texto logren el buscado efecto de profundizar y transmitir todas las emociones varias que el amor humano puede provocar. Desde la certeza de sentirlo total y posesivo por ese invisible Querido, tras cinco años de íntima relación semi-oculta en sus pisos y hoteles varios. La madre, la Marta amiga íntima y callada, José conserje de hotel que ayuda a restablecer  llamada. El médico que salva el primer intento de suicidio por sospecha y temor del abandono, testigos todos en su memoria. Sentimiento de culpa responsable de ese abandono por su obsesión posesiva, él tan bueno y comprensivo y Élla tan atosigante amante, que tal vez lo haya provocado; la desvalida desesperación ante la certeza del final e inmediato matrimonio de su Querido ante quien, en el culmen de su destrucción como persona, sólo aspira a suplicar que no manche el bello recuerdo de sus felices encuentros, llevando a “la nueva” a los mismos lugares. Y tras esta  humillación suprema, la muerte liberadora con el cordón del teléfono enrollado a su cuello, herramienta culpable del también sugerido suicidio real.

Véronique Gens fue la actriz-cantante ideal por timbre (que conserva fresco, limpio y homogéneo), color grato, volumen que aprovechó bien el excelente acústico de la Sala, una vez adecuada a su lógico cambio con público que le hizo dudar unos segundos, tras su salida tras el breve Preludio del piano, y un saber decir y estar en el escenario, con dominio y comprensión de todos los matices que texto y partitura contienen, salvando esos agudos repentinos planteados con éxito, salvo levísimos calados en un par de momentos en que la voz sufre por esos 40 minutos en que está sometida a un casi constante esfuerzo, en su mayor parte a solo. El aludido silencio del público, se vio roto al final con una sentida, larga y repetida ovación, porque la tragedia le llegó contagiosa en bonito debut de la pareja.

Naturalmente, la concentración a que obligan los momentos de acompañamiento del piano, fue muy bien mantenida por Christophe Manien, para poder servir su papel con toque, musicalidad y sentimiento, cada uno de los cambios de carácter de la protagonista, ayudado por su experiencia coral y operística y contribuir a que la obra fuese aceptada y entendida, gracias también al perfecto subtitulado sobre la pared del foro. Éxito logrado.

José Mª Morate Moyano

 

Véronique Gens, soprano & Christophe Manien, piano

“La voz humana”, ópera de Francis Poulenc

Sala de cámara del CCMD de Valladolid

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