Si hay algo a lo que la afición santanderina se ha ido acostumbrando a lo largo de los últimos años es al reencuentro como intérpretes en plena madurez con quienes antes pasaron por su ciudad como prometedores jóvenes en formación. En este sentido, el recital de Leticia Moreno junto al pianista Antonio Galera en el Centro Botín de la capital cántabra supone, para el melómano militante, el episodio más reciente de esa suerte de vuelta a los orígenes que la larga historia de los cursos de verano de la Escuela Superior de Música Reina Sofía primero, el Encuentro de Música y Academia después y el Concurso Internacional de Piano desde 1972 está propiciando.
Había tantas ganas de volver a escuchar a Leticia Moreno que lo de menos fue que no se tratase de una parada dentro de la gira de su último proyecto “Bach in the jungle”, sino de un alto en la misma para brindar un programa bien distinto y que es/fue el que en buena medida configuró su primer álbum para Deutsche Grammophon, titulado “Spanish Landscapes” y traducible como “Paisajes de España”.
Más allá del evidente tirón que demostró poseer la violinista, capaz de agotar las entradas y llenar el auditorio en una tarde bastante desapacible, lo verdaderamente destacable fue lo que tanto ella como Galera nos permitieron admirar en la ininterrumpida sucesión de atmósferas y estampas que conformaron la Sonata para violín y piano de Enrique Granados, El poema de una sanluqueña de Joaquín Turina, la Suite popular española de Manuel de Falla en arreglo de Pavel Kochanski y la Fantasía de concierto sobre Carmen de Pablo Sarasate.
Quede aquí constancia de que, enfrentada a semejante colofón de creciente y vertiginosa exigencia virtuosística, Moreno exhibió sus acreditadas facultades y logró alucinantes efectos tímbricos como si nada, pero es que antes hubo mucho y muy bueno. Ciertamente, la Sonata de Granados no estuvo entre ello o al menos no nos pareció lo más logrado, pero sí permitió al tándem hacer los ajustes indispensables en una sala cuyas vistas a la bahía resultan más cautivadoras que su acústica.
El Poema de Turina que siguió nos causó mayor impacto. Obra de gran interés, eterno femenino hecho sonido, La Canción del lunar de su segundo movimiento sacudió nuestra memoria, donde queda registrado por su aire scherzante, su poder evocador y por el nervio que Moreno y Galera le insuflaron. Con todo, nos pareció que lo mejor fue el diálogo que ambos establecieron a lo largo de la Suite fallesca, en la que hubo tanto de introspección lírica como de compenetración auténtica entre dos artistas que persiguen (re)crear una misma emoción estética. A fe mía que lo lograron y en una medida que rebosó con una propina -Oblivion de Piazzolla- en la que constatamos la profunda afinidad que Moreno siente por la música del compositor argentino.
Darío Fernández Ruiz
Leticia Moreno, violín & Antonio Galera, piano
Obras de Granados, Turina, Falla y Sarasate
Centro Botín, Santander
Foto © Darío Fernández Herrero