Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Enriquecedora versatilidad sonora de ADDA-Simfònica Alicante - por José Antonio Cantón

Alicante - 10/05/2025

Una oportunidad excelente para poder disfrutar de las cualidades de la orquesta ADDA-Simfònica Alicante ha sido la decimonovena cita del ciclo sinfónico del Auditorio de la Diputación de dicha ciudad en la presente temporada empezando por la emocionante versión de la novena de las Variaciones “Enigma” (Nimrod) de Edward Elgar, que el director, antes de iniciar el programa previsto, quiso dedicar a la memoria del Papa Francisco como reconocimiento al talante personal que ha demostrado durante su pontificado. Su interpretación significó poder admirar la homogeneidad de la sección de cuerda y su calidad de canto respondiendo a la firmeza del pulso de Josep Vicent que demostraba una sublime sensación de conexión con el instrumento, hecho que auguraba una velada de alto sentido estético, para la que ha contando, como invitado, con la colaboración del concertino austriaco Benjamin Ziervogel, titular desde hace más de dos décadas de la Orquesta de la RTV de Eslovenia.

La actuación continuó con el estreno europeo del Concierto Místico y Profano para guitarra y orquesta del compositor Arturo Márquez, para el que se contaba con la participación del guitarrista riojano Pablo Sáinz Villegas, a quien está dedicado, que lo estrenó en Houston (Texas) el pasado otoño con la orquesta de dicha ciudad bajo la dirección del maestro chileno Gonzalo Farías. Con la claridad de gesto que le caracteriza, Josep Vicent, estuvo atento al título del primer movimiento, Encuentro, propiciando que la sonoridad de la guitarra del solista se integrara en la de la orquesta con una naturalidad que llamaba la atención por la coordinada fluctuación de ambos elementos concertantes, dejando una sensación de unidad de concepto creativo que determinaba la maestría de proporciones estructurales logradas por el compositor mejicano. Director y solista aunaron criterios con singular destreza emocional sirviéndose de los contrastes modales, poniendo su acción al servicio de la música en el más alto sentido de la palabra. El concierto entraba en un profundo y a la vez tenso estado meditativo en el movimiento central, Serenata Piadosa, en la que ambos intérpretes asumieron su ámbito expresivo de plegaria, que generaba placidez en su escucha, sólo contrastado con algunas intervenciones de la madera que generaban transparencia a su discurso, también muy acertadamente organizado por Márquez.

Pablo Sáinz Villegas fraseó con delicadeza, justificándose así la equilibrada sonorización amplificada de su instrumento, esencial condición acústica para disfrutar del diálogo entre guitarra y orquesta, no siempre alcanzada con tan singular acierto como en esta ocasión. Uno de los logros más característicos de su interpretación fue cómo ambos músicos se adentraron en el tratamiento dado por el autor al tercer tiempo, Diferencias sobre la Romanesca, que llevaba a recordar a esta forma musical renacentista que el autor va variando en este movimiento siguiendo un amplio espectro tonal lo que llevaba a ser percibida como una natural progresión armónica de fácil y agradable aceptación para el oyente, hecho que lleva a que se pueda augurar a esta obra un seguro recorrido por el más destacado repertorio concertante de la guitarra.

Fue tal la aceptación del público, que llevó a que se produjera un bis conjunto de solista y orquesta en una dinámica interpretación del famoso Libertango de Astor Piazzolla, que aumentó la complacencia del auditorio llegándose a producir dos propinas individuales más de Pablo Sáinz Villegas; el romance anónimo Jeux Interdits, considerada una pieza del habitual repertorio para guitarra, para terminar con una escogida selección de la Gran Jota de Francisco Tárrega que dejó la mejor impronta artística de este guitarrista.

La magistral transcripción orquestal de la obra para piano Cuadros de una exposición del compositor ruso Modest Mussorgsky realizada por Maurice Ravel en 1922 ocupó la segunda parte del concierto. Obra de referencia orquestal donde las haya, sirvió para poder experimentar la excelencia de la formación alicantina en toda su dimensión estética y técnica, confirmándose una vez más la perfecta conexión entre Josep Vicent y su orquesta llegada a ese punto en el que la cinética de ambos elementos coinciden en los más mínimos detalles, ajustando matices expresivos, asumiendo dinámicas sonoras, interaccionando en ritmo y respuesta métrica y, definitivamente, asumiendo conjuntamente la responsabilidad artística de una obra como en este caso, en la que el sentido programático, entendido como descriptivo, supuso su esencia y un grado de dificultad añadida que la convierten en un verdadero ensayo y un arriesgado elogio del arte de la instrumentación orquestal del siglo XX, que va siempre a determinar la dimensión artística de una formación llevándola al más alto grado de exigencia.

Tal realidad fue asumida en todas sus consecuencias por el director y los instrumentistas que tenían que alcanzar un máximo de perfección para poder estar integrados en ese nivel de apasionada inclinación que provenía del pódium como se pudo apreciar ya en la presentación del primer Promenade por las trompetas, destacando José Manuel Escobar, o la intervención del saxofonista Antonio Pérez sustituyendo al corno inglés en el pasaje de El viejo castillo dejando un aliento de verdadero trovador, intervenciones que fueron un ejemplo del virtuosismo que se destilaba en la orquesta, realidad que se fue incrementando conforme se sucedieron los últimos episodios como Catacumbas, en el que la música recorre los subterráneos enterramientos a través de una lúgubre declaración en clave menor del motivo del paseo protagonizada por una sección de metales verdaderamente esplendorosa entre la que destacaba la sobrecogedora profundidad de la tuba.

La máxima exaltación de la orquesta vino determinada por el último cuadro, La gran puerta de Kiev, con la que su pudo visualizar a través de la música la grandeza ceremonial, los cánticos sacerdotales, el tintineo de las campanas y el recurrente tema del paseo creándose un lienzo singularmente majestuoso que es tan llamativamente ruso para el oído como lo es para la vista sobre la fantasiosa porticada imaginada por Víctor Hartmann, pintor y arquitecto inspirador de esta obra genial de música descriptiva, cuyas esencias transmitió el maestro Josep Vicent con enorme grandiosidad expresiva. Un entusiasta aplauso refrendó el magnífico resultado artístico de esta cuasi recreación plástico-sonora que venía a confirmar una vez más la creciente y sólida trayectoria artística de la orquesta ADDA-Simfònica de Alicante.

José Antonio Cantón

 

ADDA-Simfònica Alicante

Solista: Pablo Sáinz Villegas (guitarra)

Director: Josep Vicent

Obras de Arturo Márquez y Modest Mussorgsky/Maurice Ravel

Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), 4-V-2025

97
Anterior Crítica / Leticia Moreno y Antonio Galera: paisajes musicales en Santander - por Darío Fernández Ruiz
Siguiente Crítica / Ramón Ortega Quero, extraordinario oboísta español - por José M. Morate Moyano