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Crítica / Las músicas que vinieron del frío - por Justino Losada

Madrid - 28/10/2025

Recién nombrada principal directora invitada de la Orquesta Sinfónica de Utah y de la Sinfónica de la BBC de Escocia, la búlgara Delyana Lazarova ha trazado una rápida carrera que, tras sus estudios en Zurich con Johannes Schlaefli, le ha llevado a ganar el concurso internacional de directores Siemens Hallé y a trabajar como asistente de Mark Elder o Cristian Măcelaru. Con un estilo directo y de grandes dotes comunicativas con los músicos, Lazarova puso de manifiesto su gran talento con obras de Weinberg y Prokofiev, tal y como se pudo evidenciar en el concierto del pasado viernes al frente de la Orquesta Sinfónica RTVE, en el que también compareció uno de los violonchelistas más versátiles y expresivos de las últimas décadas, el alemán Alban Gerhardt, que retornaba, ya por quinta vez, al Teatro Monumental como solista del Concierto para violonchelo de Weinberg.

No fue hasta su fallecimiento en 1996 cuando la música del compositor ruso de origen  judeopolaco, nacido en 1919, Mieczysław Weinberg empezó a tener mayor profusión, siendo hoy reconocido no ya como un epígono de Shostakovich -quien le acogió en Moscú tras conocer su Sinfonía No.1 y tras sobrevivir solo al fallecer casi toda su familia en el Holocausto- sino como una voz independiente que legara un corpus creativo del que sobresalen sus veintidós sinfonías, diecisiete cuartetos de cuerda, seis conciertos, y diversas óperas entre las que La pasajera, que viéramos estrenada en España en el Teatro Real el pasado 2024, es la más representativa. No son pocas las preguntas, por tanto, que suscitan como un compositor de su talla haya pasado desapercibido hasta prácticamente nuestros días. A tal efecto el musicólogo David Fanning apuntó características propias del músico que indican su compleja personalidad como su carácter reservado, el desinterés por promocionar su obra, su lenguaje enraizado en sus orígenes para ser un compositor soviético –y sus no pocas penurias, persecuciones y penalidades durante el estalinismo- o el desarrollo de un lenguaje que, atendiendo tangencialmente a las vanguardias, no resulta tan atractivo en occidente durante la perestroika.

Escrito en 1948 pero no estrenado hasta nueve años más tarde por Mstislav Rostropovich, el Concierto para violonchelo guarda cierto semblante estructural con el primer concierto para violín de Shostakovich, si bien el perspicaz lenguaje de Weinberg se viste de un humanismo transversal que prescinde del sarcasmo y las dobleces habituales de la música de su colega. Este principal aspecto, ha parecido ser el punto de referencia de un muy carismático Alban Gerhardt a la hora de abordar esta música en tanto que, su caudal sonoro, de gran rango expresivo y oscilante entre lo más lamentoso y descarnado, contrastaba el hondo fraseo del meditativo y lírico Adagio inicial con la articulada acentuación del Moderato y sobre todo del muy concentrado y vertiginoso Allegro.

Tras una cadencia en la que Gerhardt desgranó el tema principal con lógica y virtuosismo, el chelista alemán enfiló el ágil rondó concluyente con la intensidad que esta música precisa junto a una Lazarova que acompañó creando la atmósfera necesaria en los compases más líricos, gracias también a una tan corpulenta como flexible cuerda de la Orquesta Sinfónica RTVE, y mostrando enérgica e incisiva mordacidad en el amenazante Allegro central, además de gusto folklórico en las secciones de mayor influencia klezmer. Tras una más que merecida ovación, Gerhardt se disculpaba con cierto humor al ofrecer como propina música de Bach, en una lectura de gran calado del Preludio de la Suite No.6 para violonchelo. No sería la última vez que viéramos a este fantástico chelista sobre el estrado del Monumental ya que tuvo a bien unirse a la sección de violonchelos para interpretar la Sinfonía No.5 de Sergei Prokofiev con la que se cerró el concierto.

Cuenta el conspicuo pianista Sviatoslav Richter sus Ecrits, conversations recogidos por Bruno Monsaingeon que en el momento en el que Prokofiev empuñaba la batuta para estrenar su Quinta sinfonía desde el podio de la gran sala del Conservatorio de Moscú y ante la Orquesta Sinfónica Estatal de la URSS, se abrió una de las puertas de la sala para anunciarse que el ejército rojo habría cruzado la frontera de Alemania. Era el 13 de enero de 1945 y el final de la guerra se intuía próximo en un marco de ilusión creciente que redefinía contratiempos y penurias en busca de tiempos mejores. Es ese, quizás, el contexto en el que entendemos hoy el optimismo de la Quinta sinfonía del compositor ruso que confirma, además, la etiqueta de obra de grandeza humana que le dedicó. Estructurada en cuatro movimientos con la Quinta sinfonía de Shostakovich -la más exitosa arquitectura sinfónica en la URSS en el momento- como reflejo, Prokofiev depura un estilo que se aleja del modernismo de sus sinfonías previas. 

Así el despliegue de arcos formales con giros melódicos y cierta grandilocuencia afirmativa del Andante inicial, y, también, la habitual chispa de su música escénica de la que extrae ideas -específicamente de material descartado de Romeo y Julieta- para su Allegro marcato de frenético final, fueron servidos con precisión constructiva e intensidad por Lazarova.  La maestra búlgara impulsó también, con coherencia discursiva, a una muy bien empastada Orquesta Sinfónica RTVE que brilló especialmente en el dramático y violento Adagio central resaltando su hondura expresiva y, en definitiva, todos los ángulos de una música que, siendo más austera, lejos de rescatar remansos de romanticismo, mira al futuro. Incluso el desenfadado Allegro giocoso final emergió lleno de aristas y cierta malicia, principalmente en la eléctrica coda final en una sobresaliente lectura que nos hace preguntarnos si la alegría de vivir que destila esta obra, a tenor de las palabras del propio compositor, se corresponde con la dialéctica del fin de la guerra como sí acusa, por ejemplo, la cuasi contemporánea Sinfonía No. 4 de Bohuslav Martinů. Sea cual sea la respuesta, la virtud de este concierto devino en generarnos preguntas por lo que tanto la Orquesta Sinfónica RTVE, como Alban Gerhardt, y Delyana Lazarova cumplieron con creces en una velada fantástica.

Justino Losada

 

Alban Gerhardt, violonchelo

Orquesta Sinfónica RTVE/Delyana Lazarova

Obras de Weinberg y Prokofiev

Temporada de la Orquesta Sinfónica RTVE  2025/2026

Teatro Monumental, Madrid.

 

Foto: Recién nombrada principal directora invitada de la Orquesta Sinfónica de Utah y de la Sinfónica de la BBC de Escocia, la búlgara Delyana Lazarova dirigió a la Orquesta Sinfónica RTVE / © Delyana Lazarova website

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