Existen ocasiones realmente especiales surgidas de la iniciativa privada que deben hacer reflexionar a nuestros programadores y gestores culturales que manejan los grandes ciclos de conciertos. Una de ellas es el ciclo titulado Desconsuelo en música: el Stabat Mater, que clausura el presente concierto. A través de cuatro conciertos únicos se ha homenajeado a uno de los textos poéticos más queridos por los compositores de la música clásica occidental. El patetismo y el dolor de una madre a los pies del lugar de ejecución de su hijo, asesinado injustamente, empatizó de inmediato con la sensibilidad artística de los más diversos autores musicales, desde el siglo XIII hasta la actualidad. Se calcula que cerca de 200 compositores han creado música para tal texto sobrecogedor. Este ciclo ha recogido muy diversas sensibilidades que el público ha apreciado con admiración.
La presente ocasión permite rescatar una versión raramente escuchada y grabada en disco: la versión original del bellísimo Stabat Mater que Antonín Dvořák compusiera en 1876, tras el trágico fallecimiento Josefa, su hija recién nacida. Esta composición, para cuatro solistas vocales, coro y piano, es la que pudimos escuchar en una apacible matinée otoñal en sede de la Fundación Juan March.
El escenario de la sala madrileña acogió en su recoleto escenario a los aproximadamente 75 miembros del Coro Nacional de España, a su pianista en un Steinway de gran cola, a los cuatro solistas y al director, ocasión realmente singular, probablemente la más numerosa de sus veladas.
Las primeras frases de la composición que introduce el piano sitúan al público de inmediato en el patetismo terrible que inspiró tan genialmente al compositor checo. Sergio Espejo supo transmitir esa ya inconfundible música fúnebre de un modo impecable, a través de una pulsación transparente y concisa. A lo largo de toda la velada el pianista titular del Coro Nacional de España fue un verdadero compañero inseparable, seguro y respetuoso, tanto del coro como de los solistas, y que añadió a la conocida composición de esa austeridad y sencillez que le van como anillo al dedo, dejando en el olvido a la posterior orquestación de Dvořák.
El Coro Nacional de España estuvo particularmente acertado en los momentos más complejos en cuanto a forma y densidad compositiva, comprobando que el trabajo previo da los frutos requeridos en el concierto. Pongamos de ejemplo el número Eja Mater, fons amoris, complejo fragmento imitativo que fue interpretado con pasión, intensidad y equilibrio sonoro. Las distintas cuerdas tuvieron aquí la ocasión de mostrar su timbre individual, pero también de dialogar entre ellas equilibradamente, a la vez que pudimos disfrutar de los distintos planos sonoros y tensión que contiene su música.
El fragmento Sancta Mater, istud agas, desempeñado por las voces femeninas del coro fue especialmente evocador y estuvo en perfecta sincronía en su diálogo con el bajo solista.
Debemos añadir que la nutrida formación coral mostró un generoso volumen que en las ocasiones más sonoras necesitó de un espacio mayor.
Un aspecto a reseñar es la alta calidad individual de los componentes del Coro Nacional, al comprobar que todos los solistas vocales pertenecen a su plantilla. La soprano Margarita Rodríguez se enfrentó al reto de interpretar su complejo rol solista, que contiene fragmentos realmente exigentes. Pudimos comprobar como su voz ligera, pero de fiato y proyección excelentes, le permitieron acometer sin problema alguno la partitura. Su implicación y estudio de la partitura fueron asimismo intachables. Además, su expresión del texto fue siempre personal, mostrando un estudio concienzudo de la obra.
El tenor Francisco Díaz Carrillo exhibió asimismo una calidad vocal espléndida, mostrando una voz plena y poderosa, a la par que fácil en el agudo. Su fiato y fraseo discurrieron con una naturalidad absoluta. Podemos destacar el dueto Fac, ut portem Christi mortem, para soprano y tenor, como uno de los momentos solistas más expresivos y brillantes del concierto.
El número Inflammatus et accensus, para mezzosoprano solista y piano mostró el fraseo elegante de Begoña Navarro, de buena proyección vocal y calidez tímbrica.
El papel de bajo solista fue interpretado por Francisco Santiago, quien tuvo que hacer frente a la tesitura tan amplia de la obra, mostrando un registro grave muy audible y apoyado, de verdadero bajo, pero debiendo poseer una buena zona media, así como unos agudos dignos de un barítono.
Los cuatro solistas vocales demostraron su buen oficio como miembros del Coro Nacional de España en los números de conjunto, tanto entre ellos como con la formación coral, de un modo siempre respetuoso y camerístico.
El responsable de que todo esto fluyera de un modo natural y emocionante en un escenario no falto de dificultades fue el director del Coro Nacional de España, Miguel Ángel Cañamero, quien con un gesto equilibrado, firme e inspirador obtuvo los cálidos y sinceros aplausos del público que abarrotaba, como de costumbre, la sala.
Simón Andueza
Margarita Rodríguez, soprano, Begoña Navarro, mezzosoprano, Francisco Díaz Carrillo, tenor, Francisco Santiago, bajo.
Sergio Espejo, piano.
Coro Nacional de España, Miguel Ángel García Cañamero, director.
El dolor de un padre. Stabat Mater, Antonín Dvořák (1841-1904).
Ciclo Desconsuelo en música: el Stabat Mater.
Fundación Juan March, Madrid, 25 de octubre de 2025, 12:00 h.
Foto: El concierto del Coro Nacional fue retransmitido por el canal de video de la March.