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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - La ola de Fígaro (Festival de Granada)

Granada - 01/07/2019

A las 10 de la noche del viernes 28 de junio, en plena “ola de calor”, la temperatura en la Alhambra granadina rondaba los 36 grados, mientras Figaro tomaba las medidas de su cama nupcial, excitado antes de su inminente uso, durante la primera escena de Las Bodas de Figaro, la ópera más perfecta de la historia de la ópera, que se ha semiescenificado en el Festival de Granada (dos funciones, viernes 28 y domingo 30 de junio). Con la idea teatral de Frederic Amat y la presencia abrumadora de la excepcional Freiburger Barockorchester, dirigida por su chef René Jacobs, la ópera mozartiana, con las dudas de la Condesa, la astucia de Susanna, la picaresca de Fígaro o la confusión del Conde, tomó el Palacio de Carlos V para mostrar la sabiduría de Jacobs en Mozart y la eficiencia de Amat, un digno trabajo que narró el reloj suizo que es la trama de Beaumarchais adaptada en el excepcional libreto por Da Ponte.

Con un sencillo sofá rojo (no se me ocurre mejor color) y algunas sillas que delimitaban los espacios y estancias del palacio del Conde de Almaviva (imprescindible que el oyente estuviera previamente familiarizado con la obra, para entender las sutiles idas y venidas de los personajes), este sencillo decorado fue suficiente para contar la historia, con el añadido de un adorno de arabescos trazados como celosías en los vanos entre las columnas del piso superior de patio del Palacio de Carlos V. Amat, en un claro signo de empatía, hace que la orquesta sea otro personaje más, pues la sitúa en medio de la acción. “En las grandes óperas de Mozart, la orquesta expresa aquello que los personajes no dicen o no pueden decir”, afirmaba René Jacobs en un texto de su grabación de Las bodas en 2004, felizmente rescatado en el programa de mano. La ópera de hoy oculta a la orquesta en el foso, cuando no siempre ha sido así, disimulando su fundamental presencia a ojos del espectador, que prioriza lo que ve, cantantes y escenografía. En esta ocasión, la orquesta era el núcleo desde donde todo fluía, interactuando los cantantes con ellos, a modo de susurros al oído, gestos y movimientos, siendo hasta el propio Jacobs parte cómplice en más de una escena. Es decir, lo que en principio podría haber sido un estorbo, se convirtió en un recurso.

Desde el punto de vista teatral, con una eficaz iluminación (y con sobretítulos), Amat vierte en el movimiento de los personajes la energía de la música, que en el caso de Figaro alcanza dotes olímpicas, con saltos, tumbadas, carreras y excesivos movimientos que desvían la atención. Y en el acto IV, donde el Conde es burlado como mandan los cánones del teatro clásico y Figaro pone a prueba su paciencia (Mozart siempre espera su momento para otorgar la inteligencia definitiva a “sus” mujeres), el espectador no acabó de entender la delicada treta que la Condesa y Susanna habían tramado.

Frente a las dos grabaciones discográficas de Jacobs (en DVD y CD), donde dispuso de repartos con voces de mucha entidad, en esta ocasión la frescura y la juventud definieron un cast idóneo para la concepción directa que tiene de esta música. La metralleta mozartiana dispara genio a cada escena y Jacobs la ofrece tal como es, sin detenerse en exceso a contemplar el paisaje, ni siquiera en los ensoñamientos de las arias de Cherubino (en especial en el final de “Non so più”) o en el prodigioso finale del acto II (una escena pluscuamperfecta), donde curiosamente convirtieron “suggello” (sello) en su plural “suggelli” (sellos). Jacobs tiene su mano derecha en la concertino Petra Müllejans, que asumió buena parte del control de la excepcional Orquesta Barroca de Friburgo, donde brillaron el oboe de Josep Domenech o el clarinete de Lorenzo Coppola, dejando un lugar de honor para el picante y fantasioso continuo (fortepiano) de Sebastian Wienand. Y un reconocimiento al coro de la Orquesta Ciudad de Granada, que en sus breves intervenciones dio la talla.

Que un reparto de Las bodas sea homogéneo es casi tan imposible como que en una cena de empresa nadie meta la pata; en este caso la calidad de Sophie Karthäuser (La condesa de Almaviva) despuntó como la mejor cantante. Y es curioso, porque ella sería una estupenda Susanna en teatro, del mismo modo que la Susanna de Sunhae Im, demasiado ligera, conforme iba avanzando la ópera, se parecía más y más a la Despina del Così. Esta “ligereza” en las voces proporcionó mayor fantasía en los recitativos, una cocina creativa donde le gusta experimentar a Jacobs. En el caso del Conde de Arttu Kataja, sus recitativos superaron a sus arias e intervenciones, de menor inventiva, a pesar de tener una voz de gran peso y color.   

El Cherubino enamorado de Olivia Vermeulen, muy aplaudido, confió en el caramelo de un papel escrito para goce de cada cantante, mientras que el Figaro de Robert Gleadow, sensacionalmente caracterizado frente a los privilegios del Conde, cantó bien su parte, aunque es un rol que exige de una sensibilidad especial para conjugar la tozudez, excitación e implicación con sus “mujeres” (es Mozart y Da Ponde quienes hablan a través de su boca). Inmejorables Salomé Haller (Marcellina), Thomas Walker (Don Curzio, Basilio), Mirella Hagen (una preciosa Barbarina) y Marcos Fink (Bartolo, Antonio), que por un momento recitó algunas frases en perfecto castellano, aunque si hubiera cambiado el “Tutta Siviglia conosce Bartolo” por un “Tutta Granata”, al comienzo de la ópera, se habría metido al público en el bolsillo, si bien un tal Mozart ya se había encargado de eso.

Gonzalo Pérez Chamorro

Arttu Kataja, barítono (El conde de Almaviva)
Sophie Karthäuser, soprano (La condesa de Almaviva)
Sunhae Im, soprano (Susanna)
Robert Gleadow, bajo barítono (Figaro)
Olivia Vermeulen, mezzosoprano (Cherubino)
Salomé Haller, soprano (Marcellina)
Thomas Walker, tenor (Don Curzio, Basilio)
Marcos Fink, bajo barítono (Bartolo, Antonio)
Mirella Hagen, soprano (Barbarina)

René Jacobs, dirección musical y escénica
Freiburger Barockorchester
Coro de la Orquesta Ciudad de Granada
Héctor Eliel Márquez, director titular del Coro
Hannes Reich, director del Coro en esta producción

Frederic Amat, espacio escénico y pintura vestuario
Mercè Paloma, vestuario
cube.bz, iluminación

Festival de Granada, Palacio de Carlos V.

Foto © Festival de Granada | Fermín Rodríguez

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