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Crítica / La madurez de Vasily Petrenko - por Jerónimo Marín

Madrid - 04/11/2025

Comienza una temporada más el ciclo de Ibermúsica con dos conciertos de la afamada y sólida orquesta londinense Royal Philharmonic, una habitual histórica en este ciclo donde participó por primera vez en 1974. En esta ocasión, han sido dos los conciertos ofrecidos en días consecutivos y aquí hallará la crónica del segundo. Ajustándose con leves variaciones al manido esquema de obertura + concierto + sinfonía, el inicio correspondió a un poema sinfónico en tres movimientos del consolidado compositor Albert Guinovart, La vida secreta. Es buena noticia que el repertorio español sea tocado fuera de nuestras fronteras, hecho propiciado seguramente por la estrecha relación de Vasily Petrenko con España al ser director asociado de la Orquesta de Castilla y León.

La vida secreta, escrita originalmente como sonata para piano a cuatro manos en homenaje a Dalí en 2004 y versionada para orquesta en 2006 podría interpretarse también como una sonata clásica con sus tres movimientos. Es una música muy bien instrumentada, rica en hallazgos sonoros, con melodías de buena ley en una escritura que deja al margen los extremos sonoros del s. XX, y con una intensidad rítmica que necesitó de Petrenko una precisión en el gesto para desentrañar los compases de amalgama constantes y la variedad métrica. Escrita para una formación de orquesta clásica, donde la cuerda iba desde solo 10 violines primeros a cuatro contrabajos con el añadido de maderas dobles, tres trompetas y dos percusionistas, sorprendió la ductilidad y terciopelo del sonido de la cuerda. Fantástico el solo de corno inglés del tercer movimiento creando un remanso de paz en la carrera rítmica. Muy buena interpretación de Petrenko en esta obra que es ideal como inicio de un programa.

El Concierto de piano nº3 de Prokofiev, el más conocido de los cinco que escribió, es toda una prueba de virtuosismo para el solista. Ya desde el frenético primer movimiento quedó muy claro el tono electrizante que director y pianista iban a tener como premisa en su interpretación, todo ello sin merma de la claridad expositiva en la ejecución. El mismo Simon Trpčeski, cuando se dirigió al público antes de tocar un par de propinas, nos comentó que estaba festejando su vigésimo quinto aniversario como intérprete, de manera que quizá no tendría mucho sentido el que aquí comentáramos que fue impecable tanto técnica como expresivamente en su versión. Se le añade que tiene una simpatía natural que consigue que el público disfrute de él cuando está en escena. Muy elegantes las variaciones del segundo movimiento, y excitante en su tempo el tercer movimiento. Muy justas las ovaciones para Trpčeski, que no dudó en compartir de inmediato con la orquesta y el director.

Y la prueba de fuego para la orquesta fue la segunda parte con una única obra, Petruchka de Stravinski en su versión de 1947 -la que hiciera de la original con pequeños retoques para poder seguir cobrando derechos de autor-. El joven Stravinski en un festín de imaginación, un derroche de buenas ideas, de detalles descriptivos, de sonoridades nunca antes usadas -esos dos clarinetes tocando en segundas-. Se necesita una orquesta en plena forma para responder con calidad a esta obra. Si bien en la primera parte la formación londinense podría confundirse con una orquesta clásica, ahora surgió todo el poderío sonoro de una orquesta del s. XX con sus ocho contrabajos, dieciséis violines primeros y todo tipo de vientos y percusiones.

La obra es muy complicada de dirigir, y aquí es donde apareció la calidad como director de Petrenko. Le confesamos que la última vez que lo vimos dirigir en directo, hará ahora más de 10 años, a la Orquesta de Castilla y León en una Sinfonía nº3 de Beethoven descafeinada, nos quedamos con una impresión de director del montón. Pero la naturalidad en el gesto, la simplificación de los movimientos de sus manos para obtener el mejor resultado sonoro, fue una lección magistral de dirección. El resultado sonoro fue una maravilla, no tanto en los momentos de tutti, sino en la delicadeza general en las partes más camerísticas de la obra, todo ello aderezado con una intensidad dramática de buena ley. No es de extrañar que hasta dos propinas fueran tocas ante los insistentes aplausos. (Para aquellos que estuvieron en el concierto, las dos propinas fueron de Rimski-Korsakov, la segunda de ellas la Danza de los Juglares de la ópera La doncella de nieve).

Jerónimo Marín

 

Royal Philharmonic Orchestra.

Simon Trpčeski, piano. Vasily Petrenko, director.

La vida secreta de Guinovart. Concierto para piano nº3 en Do M Op 26 de Prokofiev. Petruchka (1947) de Stravinski.  

Ibermúsica. Auditorio Nacional, Madrid. 31-10-2025.

 

Foto © Rafa Martín/Ibermúsica

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