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Crítica / Faust, Widmann, Queyras y Aimard: el fin del tiempo (y de la paciencia) - por Darío Fernández Ruiz

Santander - 03/11/2025

El Palacio de Festivales de Santander acogió un acontecimiento musical de altura con cuatro intérpretes cuya sola presencia basta para garantizar la trascendencia de una velada: Isabelle Faust, Jörg Widmann, Jean-Guihen Queyras y Pierre-Laurent Aimard. La coherencia del programa, que unía las Cuatro piezas para clarinete y piano de Berg, la Sonata para violín y violonchelo de Ravel, los Epigramas de Carter y el monumental Cuarteto para el fin del tiempo de Messiaen, ofreció un recorrido fascinante por la modernidad del siglo XX.

Si la categoría de los cuatro intérpretes está fuera de toda discusión, el entendimiento entre ellos fue de una naturalidad sobrecogedora. Widmann, en las miniaturas de Berg, exploró con Aimard la frontera entre la tensión y el silencio; Faust y Queyras dialogaron con franqueza y lirismo en la sonata de Ravel, cuyo último movimiento brilló con ritmo y energía contagiosos. En los Epigramas de Carter, Aimard, auténtico arquitecto del sonido, condujo un juego de espejos donde cada frase encontraba su eco exacto.

Pero fue en la segunda parte, con el Cuarteto para el fin del tiempo, donde se produjo la verdadera comunión. Widmann alcanzó una intensidad casi mística en el Abismo de los pájaros; Queyras ofreció una Alabanza a la eternidad de Jesús de una nobleza estremecedora; y Faust, en la Alabanza a la inmortalidad, suspendió el tiempo con un sonido que parecía no pertenecer a este mundo. Aimard, siempre en el centro invisible del conjunto, sostuvo la arquitectura de la obra con esa mezcla de autoridad y humildad que solo poseen los grandes.

El público, sobrecogido, recompensó a los músicos con un largo silencio antes del aplauso final. Un silencio, por cierto, no siempre fácil de conquistar: si uno se guiara por la frecuencia de las toses, vibraciones y politonos dispersos por la sala, bien podría pensar que el fin de los tiempos anunciado por Messiaen está ya a la vuelta de la esquina. Aun así, los cuatro intérpretes lograron, por un instante, redimirnos de todo ruido mundano y recordarnos que la música —cuando se toca así— no tiene principio ni fin.

Darío Fernández Ruiz

 

Isabelle Faust (violín), Jörg Widmann (clarinete), Jean-Guihen Queyras (violonchelo) y Pierre-Laurent Aimard (piano).

Obras de Berg, Ravel, Carter y Messiaen.

Sala Pereda del Palacio de Festivales de Santander

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