Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / La brillantez en la solemnidad - por Luis Suárez

Tarragona - 13/12/2025

Dos obras contemporáneas fusionadas en el lenguaje común de la solemnidad de su escritura evocativa y que requieren de una lectura interpretativa a la altura de la brillantez y emotividad, como se dio el caso.

El “Concierto para Piano nº2 en Do menor. Op.18” de Serguéi Rachmáninov es una de las obras más célebres y queridas de la música clásica, considerada un hito del repertorio romántico tardío y un símbolo de su regreso triunfal a la composición. Compuesto entre 1900 y 1901, el concierto marcó el fin de un período de depresión y bloqueo creativo de Rachmáninov, provocado por el desastroso estreno de su “Primera Sinfonía” en 1897. La obra está dedicada al Dr. Nicolai Dahl, médico que lo ayudó a recuperarse a través de la hipnoterapia. Fue un éxito rotundo desde su estreno y consolidó su fama como uno de los compositores más importantes de su tiempo. La obra es famosa por sus melodías amplias, líricas y profundamente emotivas, que muchos consideran entre las más bellas de toda la historia de la música. Exige un virtuosismo pianístico monumental, mostrando la maestría del compositor como pianista. Sin embargo, este virtuosismo está siempre al servicio de la expresión, en un diálogo fascinante y suntuoso entre el piano y la orquesta. La pieza se caracteriza por sus intensos arcos emocionales. Transita de la melancolía y la oscuridad inicial (Do menor) a la pasión, la ensoñación lírica y un final extático y triunfal (Do mayor).

El “Moderato en Do menor” abre con las icónicas y solemnes campanas del piano que conducen a un tema principal de carácter ruso y rítmico. Contrapone este tema con otro melódico y apasionado. El “Adagio sostenuto en Mi mayor” es considerado uno de los movimientos lentos más sublimes de la historia. Es una pieza de gran belleza, calma y ensoñación, con el piano tejiendo arpegios sobre melodías de la orquesta, creando un ambiente de nocturno. El “Allegro scherzando en Do mayor” es un final exuberante, rítmico y lleno de energía, que culmina con una coda de innegable grandiosidad. Retoma el conflicto que abre la obra y lo resuelve en un triunfo apoteósico.

Es de citra que la obra ha trascendido la sala de conciertos, siendo extensamente utilizada en la cultura popular y el cine; por ejemplo, en películas como “Breve encuentro (1945)”, o “La tentación vive arriba (1955)”, lo que subraya su impacto emocional universal. Además, temas de la obra fueron adaptados a canciones populares como "Full Moon and Empty Arms" de Frank Sinatra.

La interpretación de Anna Fedorova, que ya pasó por aquí interpretando otra obra cumbre del genio ruso, el “Concierto para piano nº3”, muestra su técnica virtuosa y su expresión apasionada. La parte de piano se escucha con claridad de principio a fin, aunque su calidad tonal varía según la densidad de las texturas acústicas que rodean la sala de conciertos, mientras que la orquesta se enfoca asimismo clara y concisa. Fedorova tocar por encima del acompañamiento con claridad y brillantez, mientras que Bergmann, al frente de la Franz Schubert Filharmonia, le brindaron el mejor apoyo posible. Su interpretación es elegante y, en los registros agudos, posee una inusual brillantez que se despliega con excelente efecto, como siguió demostrando en el bis, un bellísimo “Preludio” del mismo Rachmáninov. Su interpretación cautiva al oyente.

La “Sinfonía nº5 en Mi bemol mayor, Op.82” de Jean Sibelius es una obra trascendental que, junto con su célebre poema sinfónico “Finlandia, Op.26”, se erige como un canto a la naturaleza nórdica y al triunfo del espíritu. Compuesta en medio de las tensiones de la Primera Guerra Mundial y con múltiples revisiones (la versión final es de 1919), esta sinfonía se distingue por su estructura innovadora y su impacto emocional luminoso. La sinfonía está intrínsecamente ligada a la naturaleza finlandesa. Una de las fuentes de inspiración más famosas es el diario de Sibelius, donde el 21 de abril de 1915 escribió: "Hoy he visto 16 cisnes volando. Una de las más grandes experiencias de mi vida. ¡Dios mío, qué belleza!".

Se considera un punto de inflexión en la obra de Sibelius, contrastando con la austeridad y oscuridad de la “Sinfonía nº4”. Es un alarde de optimismo luminoso y una validación de la música "absoluta" (no programática) frente a las vanguardias de la época. Bajo su sonido propio inconfundible, rompe con la tradición de los cuatro movimientos al fusionar el primer movimiento con el scherzo tradicional, resultando en una obra de tres movimientos.

“Tempo molto moderato - Allegro moderato (ma poco a poco stretto)” es la muestra más clara de la innovación formal de Sibelius. Es una ingeniosa fusión de un movimiento de sonata lento con un scherzo. Comienza de manera tranquila y espaciosa, construyendo lentamente una arquitectura de tensiones. El tempo se acelera progresivamente (poco a poco stretto), transformando el material lírico en una sección rápida y rítmica. Este proceso de metamorfosis y desarrollo continuo da una sensación de crecimiento orgánico y de viaje. “Andante mosso, quasi allegretto”, actúa como un calmado intermezzo, un momento de serenidad lírica en sol mayor. Es de una complejidad formal disfrazada de sencillez. El material es dulce y alegre, con invocaciones melódicas de las maderas. Ofrece un contrapunto apacible entre la intensidad del primer movimiento y la grandiosidad del final. “Allegro molto - Misterioso - Largamente assai”, ofrece un final exuberante, rítmico y triunfal, clímax de la obra. La sección central introduce el tema más famoso de la sinfonía, un motivo de cuerdas y trompas en forma de "ocho notas" que evoca el majestuoso batir de alas de los cisnes, de sublime y visionario. El movimiento crece en intensidad hasta una conclusión triunfal y apoteósica. El final es particularmente distintivo y original, terminando con cinco acordes secos y abruptos separados por silencios, a menudo descritos como "golpes del martillo de Thor" o, más simplemente, como un gesto final implacable y rotundo.

La obra destaca la capacidad de Sibelius para conjugar una gran grandiosidad con una profunda sensibilidad lírica derivada de la naturaleza. La lectura del director noruego, Rune Bergmann, caracteriza con maestría las diversas texturas individuales de la obra, no solo el épico final. En el movimiento central Andante mosso, los pizzicatos aportan un aire misterioso en lugar de simplemente sonar como un reloj. Toda la obra ofrece un excelente ejemplo del estilo pintoresco del compositor, apuntando a una corriente de pensamiento positivo vitalista. La interpretación resulta sólida, en una obra cuya arquitectura es representativa del estilo maduro de Sibelius, por lo que su ritmo pausado y el desarrollo constante de los motivos en desarrollos orgánicos a lo largo de largos períodos requieren una escucha atenta, resaltando cada detalle con nitidez y presentando las cálidas y ricas sonoridades de uno de los grandes orquestadores de todos los tiempos.

Luis Suárez

 

Teatre de Tarragona

Anna Fedorova, piano. Franz Schubert Filharmonia.

Rune Bergmann, director.

Obras de Rachmaninov y Sibelius.

109
Anterior Crítica / Extraordinario dúo - por José Antonio Cantón
Siguiente Crítica / El exquisito Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza - por Simón Andueza