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Crítica / Josep Colom, y la verdad del “quien tuvo, retuvo” - por Juan Carlos Moreno

Barcelona - 14/10/2025

El 10 de octubre, Ludovic Morlot se puso al frente de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) para dirigir el segundo programa de esta temporada; un programa largo, complejo, centrado en el área germánica, pero que presentaba contrastes muy acusados en lo que a épocas, estéticas y estilos se refiere, lo que se tradujo en unas versiones con más sombras que luces, sobre todo en la primera parte.

El concierto se abrió con los Tres epigrames de Benet Casablancas. La obra, estrenada en 2002 por la propia OBC, revela la proximidad del compositor con la Segunda Escuela de Viena. La concisión y el contraste, tanto de texturas tímbricas, ritmos y armonías, dominan esta música, cuya voluntad expresiva, sobre todo en el atmosférico Notturno central, es incuestionable. Nada de eso, sin embargo, se apreció en una lectura precipitada, abrupta, confusa, como si orquesta y director no hubieran tenido tiempo de prepararla adecuadamente.

La prestación tendió a lo rutinario en el Concierto para piano n. 4 de Beethoven, al menos en lo que a la parte orquestal se refiere. Hubo equilibrio y claridad sonoros, pero todo se desarrolló de un modo moroso, sin brío, sin fuerza, sin capacidad de ir más allá de las notas, como sucedió en el Andante con moto. Como solista actuó Josep Colom, quien, a sus 78 años, volvió a demostrar aquello “de quien tuvo, retuvo”. Hubo pasajes en los que le faltó cierta nitidez, pero, en general, su prestación estuvo dominada por la musicalidad y el buen gusto. Lástima que la conexión con la orquesta fuera mínima, y eso a pesar de que Morlot dirigía casi sin apartar la mirada del intérprete.

Si las sombras dominaron en la primera parte, en la segunda brilló más la luz. Y eso que las Variaciones para orquesta de Arnold Schoenberg no son plato fácil: se trata de un fascinante caleidoscopio de caracteres, colores, armonías y ritmos que se transforman y varían sin pausa, con el compositor explotando de forma magistral todas las posibilidades de la orquesta, ya sea en masa o dividida en minúsculos conjuntos. Aquí sí, el director pareció sentirse más cómodo. Su versión destacó por su contención y detallismo, pero evitando con habilidad caer en la frialdad analítica.

Schoenberg siempre se consideró, incluso una vez adoptó la técnica dodecafónica, un heredero del romanticismo alemán. Por eso, fue interesante comparar su obra con la que cerraba el programa, el poema sinfónico Don Juan de Richard Strauss, una espectacular muestra de plenitud tardorromántica. Morlot dio de ella una lectura que, ya desde su arranque, tendió a lo exultante, a lo expansivo, incluso a lo histriónico, incidiendo así en su componente narrativo. La propuesta funcionó, también porque la OBC puso la convicción y entrega que no había mostrado (como tampoco la batuta) en la primera parte.

Juan Carlos Moreno

 

Josep Colom, piano.

Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Ludovic Morlot.

Obras de Casablancas, Beethoven, Schoenberg y Strauss.

L’Auditori, Barcelona.

 

Foto © May Zircus

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