Heterogéneo en autores y estilos el segundo programa de abono de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria junto a su titular Karel Mark Chichon. Se inició con el Concierto para Oboe d’amore y orquesta BWV 1055 de Bach, transcripción para oboe del original para clave que no hace añorar su origen para teclado, y contó con la solista de corno ingles de la orquesta Verónica Cruz, uno de los mejores solistas de la formación por la belleza de su sonido, pulcritud en la afinación y virtuosismo en las resolución de las numerosas escalas ascendentes y descendentes que vertebran la pieza, haciendo gala en todo momento de un expresivo fraseo, propiciado por una amplia capacidad respiratoria.
Posteriormente Radek Baborák uno de los mejores trompas del panorama internacional, antiguo solista de la Orquesta Filarmónica de Berlín, afrontó uno de los pilares del repertorio para trompa, el Concierto nº 3 de Mozart, junto a la infrecuente Pieza de concierto op. 94 de Saint-Saëns. Baborák asombró por la brillantez y pureza de su sonido, en cualquier tesitura, su amplia gama dinámica, que le permite pasar de pianísimos inmateriales a los más brillantes fortísimos sin forzar ni perder redondez en el sonido. Su facilidad articulatoria y amplia capacidad pulmonar quedó de manifiesto a lo largo de las dos piezas, especialmente en la amplia cadencia del primer movimiento de Mozart, que entiendo obra del propio Radek, y que le permitió incluir toda una amplia variedad de recursos técnicos, que si bien es cierto excedían los límites del estilo mozartiano, añadieron un enriquecedor contraste con el resto de la pieza.
En los acompañamientos Chichon se mostró desenvuelto y estilísticamente certero, especialmente en Bach, que no suele frecuentar en sus programas. Al frente una sección de cuerdas reducida pero no depauperada, 6/6/4/4/2, mostró un sonido ágil de gran precisión y limpieza, sin perder cuerpo y capacidad expresiva, con una especial atención a no sobrepasar al delicado oboe de amor. Saint-Saëns obtuvo la encarnadura sonora que requiere remarcando acertadamente el contraste con la cantable sección central, mientras Mozart sonó elegantemente jocoso, incluyendo la sorprendente sustitución de la habitual pareja de oboes por dos clarinetes.
La Suite de El caballero de la rosa op. 59 de Richard Strauss fue una muestra del espléndido estado en que se encuentra la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, que de manos de su titular nos proporcionó una lectura centelleante, rítmicamente agitada en sus pasajes más trepidantes y lánguidamente acompasada en las amplias secuencias de valses, diestramente rubateados, confrontando los caracteres de las diferentes secciones con acierto, aunque en esa joya que es el terceto final la progresión de intensidades podría haber estado llevada con más cuidado, evitando el acelerando en el climax y conteniendo un poco más a los metales, ciertamente resplandecientes pero por momentos excedidos respecto al resto de la orquesta.
Para concluir la velada La Valse de Ravel. Pieza emblemática y arriesgada para batutas y orquestas, Chichon supo desentrañar texturas y planos sonoros, sorteando el peligro siempre presente de convertirse en un pandemónium, con una pulsación rítmica segura pero flexible, que mantenía el latir básico con la maleabilidad suficiente para acelerar o retener los tempi, permitiendo un fraseo articulado con naturalidad y unas texturas aireadas que posibilitaron apreciar la riqueza de colores y amalgamas instrumentales que atesoran las diferentes secciones, expandiendo o restringiendo el volumen sonoro con destreza, hasta concluir en la gran coda final. Suntuosa prestación de la Filarmónica de Gran Canaria en todas sus secciones.
Juan Francisco Román Rodríguez
Verónica Cruz, oboe d’amore. Radek Baborák, trompa.
Orquesta Filarmónica de Gran Canaria / Karel Mark Chichon.
Obras de Bach, Saint-Saëns, Mozart, R. Strauss y Ravel.
Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas de Gran Canaria.