Han pasado más de 5 años desde la última visita del pianista canadiense de origen polaco Jan Lisiecki. Un concierto celebrado a pocos días de iniciar el confinamiento por la pandemia del COVID. Desde entonces el ciclo ha sufrido una pérdida progresiva de audiencia que, en este 2025, incluso se ha acentuado (menos de media entrada en el concierto inaugural…). Lisiecki ya no es tan joven (nacido en 1995), como cuando firmó un sorprendente contrato discográfico con la Deutsche Grammophon (con apenas 15 años), lo que nos obliga a aproximarnos a su arte ajenos a lo prematuro de sus primeros éxitos. Su relación con el sello amarillo parece que le ha conducido, este año, a promocionar su último disco Preludes (editado en marzo pasado) con una gira de conciertos mundial que se basa, en lo fundamental, en dicha grabación. Un signo de los tiempos que corren. Antes, han tratado de difundir su arte de manera diversa, con ediciones memorables de Chopin, acompañando de forma estimable al barítono Matthias Goerne o pretendiendo dominar (sin lograrlo, del todo) su piano y la dirección de orquesta en los Conciertos de Beethoven.
Preludes (disco y concierto) se inserta en esa nueva corriente que pasa por difundir la música de manera temática. Loable intento de abrir el repertorio clásico a nuevos públicos, pero que rara vez viene precedido por una publicidad que lo de a entender. Y es cierto que esta forma se presta a ello, como pocas, en un programa de piano. El preludio no deja de ser una forma musical relativamente breve (lo que facilita su apreciación a públicos ajenos al repertorio clásico) y marcadamente emocional. El programa está construido con saltos en el tiempo y en los autores, que también tratan de hacer el producto final más atractivo. Aunque siempre corremos el riesgo de aproximarnos a los “trucos” de marketing de las músicas de ambiente, que tanto gustan de interpretar a autores alejados en el tiempo con la aspiración de que su sonido está mucho más próximo de los que pensábamos (sic).
Más allá de consideraciones subjetivas, es lo que ocurrió en la primera parte del concierto: Chopin, Bach, Rachmaninoff, Szymanowski, Messiaen, nuevamente Chopin, nuevamente Rachmanninoff, Gorecki, nuevamente Bach y nuevamente Rachmaninoff. Y todo ello sin pausa. Hubiera sido de agradecer un poco más de claridad en el programa de mano, ya que su literalidad nos hacia pensar en la ejecución de los 9 Preludios opus 1 de Karol Szymanowski, cuando en realidad interpretó únicamente los tres primeros (también es verdad que son los más logrados de esta hermosa obra juvenil del polaco). Pero también nos sirvió para entender que el Messiaen más precoz (el de sus Preludios de 1928), interpretado a continuación, no estaba tan lejos del mundo musical del polaco (ambos bebían del piano de Chopin y del impresionismo).
En conjunto, pudimos apreciar el magnífico piano de Lisiecki (técnicamente abrumador), donde nos sobrecogimos de la contundencia de su Rachmaninoff, sobre todo en el Preludio opus 23 n.5 y en el opus 3 n.2 (hubo que afinar el piano en el intermedio…), frente a un mayor reposo sensorial y físico de su Bach (Preludios BWV 846 y 847), bello, aunque algo precipitado (y menos interesante). También nos maravilló su Szymanowski juvenil (único autor no incorporado en su disco) y su soberbia aproximación a otro gran polaco, como es Henryk Görecki. Curioso que ambos iniciaran su catálogo con Preludios y curioso la calidad de ambos en una etapa tan temprana. Lisiecki les hizo absoluta justicia, con versiones arrebatadoras.
Para la segunda parte el canadiense huyó de jugar con la música a lo largo del tiempo, para centrarse únicamente en los Preludios opus 28 de Chopin. Interpretados de manera magistral. Saltó a la fama por su Chopin, y sigue siendo su compositor de referencia. Pero en el fondo no había tanta diferencia con la concepción de la primera parte. En estos breves preludios Chopin es capaz de acudir a todos los estados de ánimo posibles y nuestro pianista los recorría con perfecta adaptación a cada uno de ellos. Una clase magistral de Chopin y de psicología musical. Público entregado. Siguiente parada, el uzbeco Behzod Abduraimov, que ya nos maravilló en 2018 cuando vino amablemente a sustituir a Murray Perahia (que canceló por enfermedad).
Juan Berberana
Jan Lisiecki, piano.
Obras de Chopin, Bach, Rachmaninoff, Szymanowski, Messiaen y Gorecki
Grandes Intérpretes (Fundación Scherzo)
Auditorio Nacional, Madrid.
Foto © Christoph Köstlin