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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / El vizconde - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 28/09/2025

Con las dos co-direcciones, la musical de Miquel Ortega, y, la de escena y dramaturgia de Alfonso Romero, con los excelentes y exigidísimos en todas sus facetas artísticas, cuatro cantantes-actor (o viceversa, como ustedes deseen), en nada menos que dos papeles simultáneos para cada uno de ellos: Irene Palazón, Blanca Valido, Juan Antonio Sanabria y César San Martín, disfrutamos de dos obras con partitura de Francisco Asenjo Barbieri, debidamente combinadas en una sola con verdadero ingenio y savoir-faire: la zarzuela El vizconde y el entremés Gato por liebre. Obras que, en su libreto original, presumían de las firmas respectivas de: en el entremés lírico-cómico citado, Antonio Hurtado, y en la zarzuela en un acto que, a la sazón, daba nombre al espectáculo en su conjunto, de Francisco Camprodón: El vizconde.

Una co-producción a su vez, de la Fundación Juan March que acogía los pases, junto con el dominio, arte y… vocación secular del Teatro de la Zarzuela que la auspicia y promueve con acierto.

Una experiencia gratificante y festiva, productiva además en lo docente, que presenciamos en uno de los multitudinarios pases matinales de carácter formativo que se ofrecieron (siete, según se respondió a una primera pregunta del inquisitivo y juvenil respetable, en el coloquio tras el espectáculo).

Encomiables cambios de rol, virtuoso se diría incluso (nada menos que cuatro alternativos, con sus correspondientes cambios de vestuario, personaje por personaje), de todos los actores-cantante sobre las tablas, con convincente videomontaje de continuidad inserto como un guante en la trama (con ayuda de la IA… la inteligencia artificial… ¡ay, ay…! ¡que viene la IA…! Esto “... te obliga a hacerte ciertas preguntas…” escucho, parafraseado, en una reflexión entre labios a micrófono abierto en aquel mismo coloquio posterior con los directores, cuando las preguntas empezaban ya a ser más incisivas...). Unos personajes travestidos, casi se diría que por defecto, como eficaz y práctico recurso cómico intemporal… Cuatro dobles roles encarnados con natural vis cómica y, al tiempo, con buenas voces, proyectadas con holgura en la sala y equilibradas, bien preparadas a la sazón por los, tanto arriba como en el faldón, puntualmente citados.

Una obra, un espectáculo único y doble, sólidamente trenzado, sin fisuras y a lomos de una sana comicidad pues, que ayudaba a dar incluso, sentido espontáneo a cualquier  incidencia o accidente casual e imprevisible con los movimientos, diálogos o el propio decorado, y que, en todo momento, dejó una imagen lograda de coherencia formal y dramática.

Destacado arreglo de la partitura original sinfónica, y no menos pulcra ejecución por un plantel instrumental conformado con rigor musical e histórico (como ya se dijo también en el coloquio), por piano y quinteto de cuerda (quinteto con contrabajo). Un arreglo del propio director musical, y, a su vez, pianista in situ: Miquel Ortega, con todos agrupados a la derecha según se miraba el escenario: Pablo Quintanilla y Elena Rey, violines; Adrián Vázquez, viola; Blanca Gorgojo, violonchelo, y Antonio Romero, contrabajo.

Dos obras de Barbieri que, recuperadas de esta guisa tan fresca, dinámica e imaginativa y, al tiempo, tan inteligente y respetuosa con su original, trasmiten aún mucha de la fuerza, del atractivo y capacidad de entretenimiento de su momento, allá en pleno siglo XIX. Un lapso de cerca ya de doscientos años desde su estreno (alrededor de ciento setenta…) que está visto que, con esta disposición, recursos y, sobre todo, solventes responsables y artistas sobre las tablas… no es nada...

Respeto explícito, como he dicho, a los originales música y libreto, que se agradece (sus complicaciones habrá supuesto para ambos directores, a buen seguro), con los aditamentos precisos para enlazar estos dos asuntos y sus intríngulis que, si no han perdido su ingeniosa hilaridad, sí que han dulcificado la furtiva controversia social y relativa valentía narrativa implícita de fondo, que tendrían en su día. Aunque, pensándolo bien, algún remanente queda al día de hoy, especialmente en ciertos contextos…, que, como se suele decir… quien tuvo retuvo…; incluso para un público tan joven (y obligado por instancias académicas superiores) como éste (un público escolar que, dicho sea de paso, no rechistó más allá de las reacciones y leves murmullos que se esperan de un espectáculo no exento de alguna dosis de aquella provocación original, en un comportamiento que podría tildarse de “ejemplar”).

Para cerrar el breve coloquio, y mis palabras aquí, el director de escena preguntó interesado y, probablemente, en nombre de toda la organización puesta en liza para este renovado, “corregido y aumentado” Vizconde:

— “Los profesores no van a mirar… Levantad la mano aquéllos de vosotros que volverían a ver una obra de teatro como ésta… una zarzuela, una ópera…”.

Multitud de manos en alto mostraron un futuro (un presente, en realidad) alentador.

Luis Mazorra Incera

 

Coproducción del Teatro de la Zarzuela y la Fundación Juan March.

Dirección musical: Miquel Ortega y, Dirección de escena y dramaturgia: Alfonso Romero.

Carolina González Sanz, escenografía; Rosa García Andújar, figurinismo;  Félix Garma, iluminación; y Dolores Iglesias, diseño de imágenes y vídeos

Elenco vocal: Irene Palazón, Blanca Valido, Juan Antonio Sanabria y César San Martín.

Grupo instrumental: Pablo Quintanilla y Elena Rey, violines; Adrián Vázquez, viola; Blanca Gorgojo, violonchelo, Antonio Romero, contrabajo; y Miquel Ortega, piano y dirección.

Obras de Francisco Asenjo Barbieri (El vizconde y Gato por liebre) con libretos originales de Francisco Camprodón y Antonio Hurtado.

Fundación Juan March. Madrid.

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