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Crítica / Impactante versión de Los Planetas - por José Antonio Cantón

Alicante - 13/05/2022

La expectación suscitada por el programa del decimoséptimo concierto sinfónico de la temporada del ADDA ha sido superada con creces dada la excelencia de una interpretación magistral de la suite Los Planetas del británico Gustav Holst, una de las obras más singulares del repertorio orquestal inglés del siglo XX, y por la que su autor es fundamentalmente conocido. Su amplia instrumentación significa todo un reto para toda formación que se proponga hacerla sonar, ya que requiere un grado de virtuosismo individual y de cohesión de conjunto sólo comparable con el que proponen genios de la orquestación como Mahler, Strauss, Stravinski, Prokofiev o Bartók, compositores objeto de máxima atención por parte del maestro Josep Vicent en el apasionante proceso de creación y personalización artística de la orquesta ADDA-Simfònica con la que está rompiendo moldes estéticos, técnicos y temporales en tan difícil y complicado cometido.

Para ir preparando al auditorio, quiso iniciar la actuación con la turbulenta obertura Carnaval en La, Op. 92 de Antonín Dvořák que, desde la vitalidad de sus primeros compases, es todo un elogio de la danza en sumo grado, lo que significa tener que funcionar la orquesta con extrema agilidad a la vez que con enorme precisión, cualidades que quedaron plasmadas con absoluta seguridad tanto por el instrumento como por el director, dejando ambos elementos una sensación natural de controlada energía colectiva, que hacía presagiar experiencias singulares en la obra de Holts, que tuvo su complemento en esa forma de hacer música de cámara que se produjo en su pausado pasaje central donde brillaron la flauta, el corno inglés, el clarinete y el violín con un coloquio llevado con máximo disfrute y gusto por los instrumentistas.

Muy esperada era la actuación de la flautista Júlia Gállego interpretando el ConcERT Exprés para flauta y orquesta del compositor catalán Joan Albert Amargós, una de las obras con las que ADDA-Simfònica se presentó el pasado otoño con gran éxito en el Festival Diacronías de La Rozas. Lo primero a destacar es la elegancia en la articulación de la solista favoreciendo así uno de los principios que animan esta composición; mantener un nivel de emotividad en el que cada nota tiene su sentido y razón de ser, hecho que venía constantemente apoyado por una orquesta que funcionaba con una expresividad camerística, manteniendo una dinámica equilibrada con la flauta, otro de los aspectos que desea singularizar el compositor.

El entendimiento entre la solista y el director, ambos naturales de la villa alicantina de Altea, iba más allá del paisanaje, aunque también contribuyera, para situarse en un grado de musicalidad en el que destacaba la fluidez del diálogo concertante, dando una sensación de esa naturalidad propia del juego compartido que elevaba la categoría artística y musical de una creación bien hecha y muy compensada en su concertación. El compositor, que estaba presente en la sala, fue muy aplaudido, lo que dice mucho cómo la música contemporánea, cuando mantiene los criterios esenciales de este arte, es aceptada y tiene cabida en la experiencia del público que sabe percibir sus valores. Como respuesta a tan buena acogida, la flautista realizó como bis una interpretación magistral del Lento y Meditativo Cuarto Estudio para flauta sola de Ástor Piazzolla, en la que su respiración reportaba un sentir vital imprescindible para comprender su belleza.

Con el implemento visual que significaba la proyección al fondo del escenario de la imagen de cada uno de los planetas de nuestro sistema solar, empezaron a sonar los compases de Marte (portador de la guerra) con enervante crecimiento dinámico, que regulaba perfectamente el maestro Josep Vicent dejando que sus músicos asumieran las responsabilidad de saber dejarse llevar por la irregularidad métrica de los pulsos de su compás quinario. La sensación que dejó este primer episodio fue de enorme impacto para el oyente por cómo destacaron sin piedad el metal y la percusión. El director quiso mostrar un ambiente disipado en la apaciguada dinámica asignada al episodio dedicado a Venus (el que aporta la paz) anunciada con precisión por la trompa y la madera, lo que generó una sugestiva atmósfera etérea, que dejaba de manifiesto el gran virtuosismo de esta orquesta, impulsada en detalles por la gran intervención del concertino invitado, el polaco Krzystof Wisniewski, siempre preciso en lo técnico y acertado en lo musical.

Con una contenida tensión sonora inicial, el director transmitió Mercurio (el mensajero alado) sabiendo destacar el papel de la celesta como contraste de la flauta y el violín en su marcado aire scherzante. Fue otro momento clave de alto virtuosismo orquestal. La particular sección de las trompas transmitió, con la ayuda de una brillante percusión, la grandeza astral de Jupiter (el que aporta alegría) para generar seguidamente un clima ceremonial en el que el maestro hizo que la orquesta alcanzara todo su esplendor, llegando a su culmen expresivo en la transparencia sonora y vigor de su final.

La interpretación de Saturno (el que porta la vejez) fue otro ejercicio de conjunción sonora, generándose un clima que superaba cualquier tipo de sugestión en el oyente, al que llevaba a un estado de total admiración en el pasaje de esa marcha crescente central, que Josep Vicent orientó a una esplendente manifestación de la sección del metal sin perder en momento alguno el sentido de calma y serenidad, en una demostración de pulso que sólo puede salir fundamentalmente de un natural instinto musical como el que tiene este maestro. El espíritu de Mussorgski parecía revolotear por el recinto del auditorio, generándose una sensacional experiencia en el oyente.

El grado de interés musical y sonoro se vió incrementado con la llegada del seductivo Urano (el mago), en cuyo aire de scherzo volvían a resplandecer las secciones de metal y percusión llegando el director a un punto de control magistral en su pianissimo central en el que la orquesta parecía latir suspendida en polvo sideral. Éste se convirtió en el aliento que alimentó la asombrosa interpretación de Neptuno (el mago) implementada por la vocalización del coro femenino situado en los laterales del auditorio, lo que generaba una sensación de espacialidad tridimensional que superaba cualquier grado de imaginativa sugestión en el escuchante.

Como bis y siguiendo el sentimiento cósmico de la segunda parte del programa, el maestro Josep Vicent tuvo el acierto de dirigir la Marcha Imperial de John Williams perteneciente a la banda sonora del film Star Wars, que hizo materialmente delirar al público.

Algunos espectadores llegaban a comentar que este concierto había sido la actuación más relevante de ADDA-Simfònica en sus pocos años de existencia. Posiblemente tengan razón. Pero lo que no hay que olvidar es que la orquesta ha llegado a tal grado de excelencia después de interpretaciones singulares de obras maestras de Prokofiev, Stravinski, Beethoven, Shostakovich, etc, que perdurarán en el recuerdo como también este impactante concierto planetario.

José Antonio Cantón

 

ADDA-Simfònica y Coro Amici Musicae

Solista: Jília Gállego (flauta)

Director: Josep Vicent

Obras de Joan Albert Amargós, Antonín Dvořák y de Gustav Holst

Sala sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) / 29-IV-2022

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