La conmemoración del sesquicentenario del nacimiento de Maurice Ravel, ha hecho que el Director musical de la OSCyL, Thierry Fischer, dispusiese de su reconocida categoría como orquestador, tanto de lo propio como de lo ajeno, para abrir y cerrar el 17º Programa de Temporada de su conjunto, y consumar otro lleno más en el Auditorio vallisoletano. Entre esos hits sonó en 8ª vez para la Orquesta, el Concierto para violín y orquesta en Re M., op. 35 (1878), único en esa modalidad escrito por Chaikovski, en manos de Alina Ibragimova (Polevskoy, 1985), violinista ruso-británica formada en Moscú y Londres, Miembro de la Orden del Imperio Británico desde 2016, Premio de la Real Sociedad Filarmónica en 2010, ganadora más joven del Emily Ander, del Borletti-Buitoni Trust y de un BRIT Clásico, que cumplía su tercera invitación de la OSCyL.
Valses nobles y sentimentales fue una serie de 7 valses y un epílogo, que Ravel escribió para Piano en 1911, quizá como homenaje a Schubert por su homónima colección; pero en él la nobleza y el sentimentalismo no están tan claros ni marcados, pareciendo más una irónica mirada al famoso vals vienés, a través de su ojo de francés fino y elegante. Tuvieron tanto éxito que en 1912 los orquestó para gran orgánico en su M. 61,, y así nos los ofrecieron Fischer y su OSCyL en primicia local. El resultado, mezcla de romanticismo alemán pre-Gran Guerra e impresionismo y modernismo francés, se inicia con un muy libre y Moderado primer vals lleno de ironía y brillo total, seguido por un Bastante lento muy expresivo con delicada flauta, un elegante Moderado de lucidas maderas, un más libre Bastante animado muy coloreado y con percusión, íntimo Casi lento con vientos destacados, el veloz estallido del Bastante vivo, atenuado y variado en un Menos vivo, rematados con el Lento Epílogo de leves citas íntimas anteriores, que se animan un punto y van cediendo, como le ocurría al vals con la llegada de la Cuaresma. Fischer acertó a diferenciar los sutiles cambios de tempo y matiz orquestal, secundado por unos músicos con los que ha logrado confianza y comunión de ideas. Muy buena acogida de la novedad por parte del público.
El Concierto para violín de Chaikovski sigue manteniendo afecto del oyente y gran dificultad para el solista. Con Ibragimova esa dificultad no existió porque conoce hasta lo más recóndito de su intención y escritura; como además le pone una pasión y energía infinitas, su versión resultó arrebatadora, provocando incluso una gran ovación al concluir el primer movimiento. Ya hemos comentado también que Fischer ve al compositor libre de tradicionales sentimentalismos y lo expone romántico de espíritu y vigoroso de expresión, lo que no exime del apropiado lirismo de sus sentidas melodías, ligadas al folklore ruso que tanto cultiva.
El gran Allegro moderato se inició lírico en la orquesta y la solista ornamentando y rubateando con primor en sus secuencias cadenciosas, con gran expresión, energía y tensión, variadas según los diferentes estados de ánimo que siente el compositor; la OSCyL, con gran amplitud, fue cómplice absoluta, dialogó con Ibragimova tras su cadenza afinada y virtuosa y soportó la intensidad y tempo (dulce la flauta) impuesto, con justeza y brío. En ocasiones el color de la violinista se acera, dado el volumen sonoro que genera, pero su entrega y perfección técnica ayudan a disculparlo porque te gana a su causa. Como enlace breve y tranquilo entre I y III movimiento, funcionó la Canzoneta que presenta el bello coral de trompas y maderas y abre cauce al violín con su fina melodía folk rusa, acompañada con sencillez por la OSCyL (isla de paz flauta y clarinete) en mezzopiano que dio paso directo al vivacísimo final, que enardeció al auditorio por la tensión y pasión impuestas por la solista, seguida por todos sin fisuras y general conjunción, con trompas limpísimas, oboe y fagot acertados, despidiendo el Concierto brillantemente. La sala estalló en ovaciones y provocó largos y repetidos saludos y salidas de todos, Ibragimova en particular.
La segunda parte fue igualmente triunfal, pues Cuadros de una exposición, orquestados por Ravel en 1922 sobre el original a piano de Músorggki de 1874, tuvieron una lectura fantástica de Thierry Fischer y una OSCyL que los abordaba por 9ª vez en su histórico. De nuevo la gran habilidad del Maestro para desentrañar las imágenes de cada cuadro de Hartmann descrito, con su tempo, ritmo, coloración, matiz, dinámica y expresión precisos y el gran nivel de los solistas respectivos así dirigidos: trompeta en el Paseo inicial, que Ravel reitera variado con trompas y maderas, o tuba, trompetas y cuerdas, o tuba con fagotes y cuerdas; el saxofón juglar en el Viejo castillo; o el casi perfecto unísono de cuerdas en Dos judíos polacos o protagónica en el Mercado de Limoges; feroz ambiente en La cabaña con la bruja Baba-Yaga "en escena"; y colosal La Gran Puerta de Kiev con metales y 6 percusionistas acertados, que hicieron triunfal el hímnico "paseo final", tras recorrido procesional de leves cánticos religiosos y repiques de campanas. Toda una explosión de júbilo en la Sala, prolongada y reiterada para todos, pues la versión lo mereció sobradamente. Un concierto del que hasta el celebrado Ravel habría estado satisfecho y Chaikovski sonriente.
José M. Morate Moyano
Alina Ibragimova, violín
Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) / Thierry Fischer
Obras de M. Ravel, P. I. Chaikovski y M. Músorgski - M. Ravel
Sala sinfónica "J. López Cobos" del CCMD de Valladolid