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Crítica / Homenaje al organista Vicente Ros en el Palau de la Música - por Joan Gómez Alemany

Valencia - 22/12/2025

El “Concert extraordinari – Homenatge a Vicente Ros”, celebrado el 21 de diciembre de 2025 en la Sala Iturbi del Palau de la Música, se erigió como uno de esos acontecimientos que trascienden con holgura la categoría de concierto conmemorativo para convertirse en una auténtica cartografía sonora de una vida dedicada al órgano. Con motivo del 80 aniversario de Vicente Ros Pérez, intérprete, pedagogo y figura axial de la organística valenciana contemporánea, el acto propuso un recorrido tan ambicioso como coherente, en el que se entrelazaron historia, magisterio, afecto y creación viva.

El concierto fue precedido por una presentación que inició el director del Palau de la Música, Vicente Llimerá, quien puso en valor la prestigiosa trayectoria del organista homenajeado. Destacó, además, que fue Vicente Ros quien inauguró el órgano del Palau, subrayando al mismo tiempo la relación personal que los unió anteriormente como docentes en el Conservatorio Superior de Valencia. Le siguió en la presentación uno de los organistas del concierto, Arturo Barba, quien además es responsable del ciclo de órgano que se realiza en el Palau. Por eso habló de su programación avanzando al público los siguientes conciertos, y destacó la gran amistad que lo une con el homenajeado. A continuación, leyó un texto escrito por el propio Ros, en el que se relató su extensa relación con el compositor Joan Cabanilles, tanto desde la investigación y publicaciones como desde la interpretación. Subrayó que la obra que inicia el concierto, Batalla Imperial, fue la misma pieza que él había utilizado para inaugurar el órgano del Palau, consolidando así un vínculo histórico y personal con el instrumento y la tradición organística valenciana. Por último, tomó la palabra Javier Costa, compositor cuya obra se estrenaría a continuación. Destacó que hablar del órgano en Valencia es, inevitablemente, hablar de Vicente Ros, quien ha creado toda una escuela de organistas y ha promovido la música de nueva creación de compositores valencianos. Costa presentó su obra, señalando que se inscribe dentro de la gran tradición de los organistas y compositores alemanes, con Johann Sebastian Bach como referencia insigne.

Esta emotiva presentación finalizó con unas palabras del mismo homenajeado, dando las gracias a todos, y recibiendo un ramo de flores. El concierto contó con los organistas Vicente Ros, Arturo Barba y Héctor Tarín, junto a los trompetistas Vicent Campos y Miguel Cerezo. Además, este acto sirvió para presentar el nuevo libro dedicado al homenajeado, editado por el Ajuntament de Sueca, y en el que han colaborado numerosas instituciones. Escrito principalmente por Héctor Tarín, en el libro también han colaborado numerosas personalidades, entre las cuales estaban todos los involucrados en esta presentación.

La apertura del concierto corrió a cargo de Vicente Ros, quien interpretó la Batalla Imperial, atribuida a Joan Baptista Cabanilles. Esta obra, ejemplo de la tradición organística ibérica, se ofreció con una ejecución firme y monumental, recuperando el carácter del órgano antiguo y su distintiva sonoridad de trompeta. No es casualidad que la pieza comience como una fanfarria: una nota reiterada que parece un llamado a la guerra. La interpretación arrancó con una dinámica suave que fue creciendo gradualmente gracias a la incorporación de nuevos registros. La riqueza de las secuencias, la escritura renacentista y su sonoridad pre-tonal, aportaron un encanto especial, mientras que su carácter enérgico y “guerrero” condujo la obra hacia un triunfal acorde final en Do mayor. Al concluir, Ros descendió del órgano y saludó al público, que respondió con un cálido y prolongado aplauso.

A continuación, tomó la interpretación Arturo Barba, quien ofreció tres piezas variadas, explorando la riqueza de timbres y posibilidades que brinda el gran órgano del Palau. Inició su interpretación con el Ofertorio del valenciano Eduardo Torres, obra in modo antico que, con sus quintas abiertas y armonías que evocan estilos anteriores, ejemplifica sobriedad y equilibrio formal. Aunque podría adscribirse al romanticismo tardío, la pieza retoma el anterior motivo de las fanfarrias, pero en una estética muy distinta. Las diferencias dinámicas se hicieron especialmente evidentes, y el color del sonido se vio enriquecido por el uso de diversos registros y teclados, propios del órgano romántico. La obra transitó entre momentos de gran densidad sonora y pasajes de delicada intimidad, donde destacaba una melodía sostenida sobre un acompañamiento sutil.

Arturo Barba continuó con la Sonata en Do mayor de Vicent Martín i Soler, conocido como el “Mozart valenciano”, en una transcripción para órgano de la obertura de su ópera Una cosa rara, ossia bellezza ed onestà. La interpretación subrayó la elegancia clásica y la teatralidad implícita en la escritura, recordándonos que el órgano también puede ser vehículo de una retórica galante, luminosa y flexible. Mediante ágiles y veloces escalas, el organista desplegó su virtuosismo, logrando un sonido refinado y delicado, muy distinto al de las obras anteriores, que mostraban sonoridades más extrovertidas y triunfalistas. El contraste evidenció la versatilidad del instrumento y su capacidad para expresar tanto la brillantez como la sutileza del clasicismo musical.

Para sorpresa del oyente, tras una primera sección elegante y graciosa, la obra transita a un pasaje de carácter pastoral, en el que el asistente del organista interpretó un instrumento de viento que imitaba los cantos de los pájaros. El efecto fue una escena bucólica, como si músicos y público fueran transportados a un prado o incluso al Parnaso. Posteriormente, se retomó la atmósfera inicial, ahora matizada con ciertas modificaciones, incluyendo sonoridades en tonalidad menor. La obra concluyó con una gran coda virtuosa, desplegando toda su brillantez y retomando la tonalidad de Do mayor, transparente y luminosa.

La tercera y última obra interpretada por Arturo Barba fue la célebre Toccata, último movimiento de la Quinta Sinfonía para órgano, op. 42, núm. 1, de Charles-Marie Widor, un verdadero clásico del repertorio organístico. La obra desplegó, como ninguna otra, las enormes posibilidades del órgano y su capacidad para funcionar como una auténtica orquesta. Sus veloces figuraciones ofrecieron un amplio espectro de colores tonales y tímbricos, destacando especialmente el uso del pedal, que constituye un elemento estructural en la pieza y amplifica su virtuosismo. Tras la brillantez inicial, la música transita a pasajes más delicados y en piano, donde los motivos rápidos de la tocata se desarrollan con sutileza y van aumentando poco a poco su dinámica. En un momento surge una melodía de aire wagneriano que conduce al clímax y a la apoteosis final. Se retoma entonces la sonoridad potente del inicio, ahora con un dramatismo mayor, mientras los pedales enfatizan una melodía profunda que contrasta con las ligeras figuraciones de las teclas. Hacia el final, la obra se ralentiza y concluye con poderosos acordes que hicieron vibrar toda la sala, recibiendo Arturo Barba un caluroso aplauso al bajar del órgano y saludar al público.

El verdadero corazón del concierto se encontró en el extenso apartado dedicado a las obras compuestas en honor a Vicente Ros, un corpus que, por sí solo, constituye un capítulo fundamental del repertorio organístico valenciano contemporáneo. Esta sección estuvo a cargo del organista Héctor Tarín. Las Diferencias sobre “Al matí cap a Llevant” de José Báguena Soler mostraron cómo la tradición popular puede transformarse en un discurso de gran sofisticación. La interpretación resaltó el equilibrio entre intimismo y escritura contrapuntística que definen la obra. Se ha de comentar que Ros estrenó en 1990 la obra durante el concierto inaugural del órgano del Palau. Además, en 2025 se cumple el 30 aniversario del fallecimiento del compositor. Los registros tímbricos utilizados hicieron que el órgano adquiriera una sonoridad casi celestial, elevándose progresivamente hasta fundirse en una atmósfera ligera y evanescente, como si la música alcanzara el cielo.

El Vers a Lledó de Matilde Salvador, de quien ahora mismo podemos ver sobre una hermosa exposición en el Museu MuVIM de València, aportó una dimensión lírica y profundamente arraigada en la tradición valenciana. En esta obra, de estilo algo neoclásico, se percibe la pervivencia de formas antiguas filtradas por un lenguaje personal, que incluso recuerda a una danza ternaria y folklórica. La lectura ofrecida supo resaltar ese carácter de oración cantada, de música que mira al pasado sin renunciar a una voz contemporánea. La obra gira en torno a la devoción a la “Mare de Déu del Lledó”, patrona de Castelló de la Plana (donde nació Matilde). Desde ese trasfondo, Salvador construye una música de carácter intimista, recogido y lírico, alejada de la grandilocuencia, que funciona casi como una meditación sonora.

Especialmente destacable fue Ecos de José Evangelista, quien casualmente, fue yerno de Matilde Salvador. Cabe señalar que esta obra se estrenó en España en el marco de este concierto. Su escritura heterofónica, basada en una única línea melódica que se multiplica en sombras y resonancias, encontró en el órgano un medio idóneo para generar la ilusión de polifonía con gran sutileza. La interpretación brilló por su transparencia y control del color, resaltando la modernidad de una obra que evita deliberadamente el dramatismo para explorar la percepción del tiempo y del espacio sonoro. A través de breves motivos intercalados con silencios, la obra desplegó una estructura original construida a partir del contraste, evocando en ocasiones la sonoridad del gamelán, estudiado por Evangelista en Indonesia. La pieza transitó por diversas texturas, mostrando la precisión del órgano y evitando cualquier carácter romántico o resonante, para centrarse en un timbre cristalino e incluso percusivo. La obra concluyó de manera sorprendente con un rápido trino, que parecía evocar un redoble de tambor.

La incorporación de las trompetas en Catedralicia de Andrés Valero-Castells añadió una dimensión ceremonial y expansiva al programa. Órgano y metal dialogaron en un plano casi arquitectónico, evocando la monumentalidad del espacio sacro. Según me comentó el compositor, se trata de una obra de juventud, inscrita en un estilo neo-barroco. La pieza, de gran virtuosismo y elegancia en sus motivos que recuerdan a Bach y Vivaldi, comienza con unos poderosos acordes del órgano a solo. Seguidamente se inician las figuraciones barrocas en las trompetas, estableciendo un continuo diálogo al estilo de pregunta y respuesta, como en un concerto. El timbre propio de estos instrumentos aporta la sonoridad de fanfarria ya escuchada al inicio del concierto. La obra, de carácter solemne, culmina con un acorde triunfal que despertó un fuerte aplauso y aportó un contraste brillante al programa.

El concierto alcanzó uno de sus momentos más significativos con la estrena absoluta de …für Orgel de Javier Costa, escrita expresamente para este concierto-homenaje. Articulada en cuatro movimientos contrastantes (Cantabile, Inquieto, Expresivo, Deciso), la composición desplegó una paleta tímbrica rica y cuidadosamente construida, en la que la idea del cluster era utilizada de múltiples maneras. La referencia explícita a la tradición alemana, tanto en el título como en el tratamiento del instrumento, no se percibió como cita erudita, sino como declaración de afinidad estética. La interpretación de Héctor Tarín, mostró solvencia técnica, madurez expresiva y una clara comprensión del lenguaje del compositor. Los cuatro movimientos, aunque contrastantes, se inscriben en un lenguaje musical que, sin ser tonal, tampoco alcanza la atonalidad absoluta. Más bien, despliegan una modalidad extendida que potencia el color de armonías y tonos. En ocasiones, la obra evocó formas del barroco, como en el primer movimiento, que pareció deconstruir una tocata mediante la repetición de breves motivos interválicos superpuestos como una escultura sonora, generando en ciertos momentos intensas disonancias. El tercer movimiento remitió a la passacaglia, con poderosos pedales en el registro grave sobre los que se superponen diversos acordes que transitan de un denso cromatismo a un transparente diatonismo, creando un auténtico caleidoscopio de colores. El último movimiento se caracterizó por la diversidad de clusters, que culminaron la pieza y el concierto, subrayando la capacidad del órgano para dialogar con plenitud desde el repertorio antiguo hasta la música contemporánea.

En definitiva, este exitoso concierto con la sala llena fue un acto de justicia musical hacia Vicente Ros. Justicia hacia un intérprete que ha sabido conjugar rigor histórico y compromiso con la creación contemporánea; hacia un pedagogo que ha formado a varias generaciones de músicos; y hacia un patrimonio organístico valenciano que, gracias a figuras como Ros, sigue siendo una realidad viva, pensante y proyectada hacia el futuro.

Joan Gómez Alemany

Palau de la Música de València (Sala Iturbi), 21 de diciembre de 2025

Vicente Ros, Arturo Barba y Héctor Tarín, órgano
Miguel Cerezo y Vicent Campos, trompeta

Joan Baptista Cabanilles – Batalla Imperial
Eduardo Torres – Ofertorio (in modo antico)
Vicent Martín i Soler – Sonata en Do mayor

Charles-Marie Widor – Toccata
José Báguena Soler – Diferencias sobre «Al matí cap a Llevant»
Matilde Salvador – Vers a Lledó
José Evangelista – Ecos
Andrés Valero-Castells – Catedralicia
Javier Costa – …für Orgel

Foto: Concierto homenaje al organista Vicente Ros en el Palau de la Música de València / © Joan Gómez Alemany

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