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Crítica / Felices Preludios y Fugas - por Blanca Gutiérrez Cardona

Madrid - 21/12/2025

Un regalo anticipado de Navidad. Esto es lo que significó para mí (y me imagino que para gran parte del público asistente) el concierto del pasado domingo programado en el ciclo Círculo de Cámara del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Porque tener a un intérprete tocando el piano para cada uno de nosotros, durante casi tres horas, me parece un auténtico lujo. Digo para cada uno de nosotros, porque, aunque yo comparto mis impresiones con ustedes, lectores de RITMO, desde esta tribuna que se me ofrece, cada espectador individual de este concierto (y de cualquier otro, por supuesto) vive una experiencia inigualable, completamente diferente a la de la persona que tenga a su lado en la butaca contigua; aunque compartan muchos aspectos coincidentes en la experiencia de la escucha, esta es, siempre, individual y personal, completamente subjetiva.

Dicho esto, no se asusten, todos los que escuchamos a Yulianna Avdeeva interpretar la integral de los 24 Preludios y Fugas op 87 de D. Shostakovich, fuimos unánimes en la cerrada ovación con que pusimos punto y final a esta tarde larga de placer musical. Ya me adelanto a contarles que nos ofreció una interpretación absolutamente memorable, sin fisuras, extraordinaria en técnica, musicalidad y expresividad (imprescindible con música como la de Shostakovich).

Los 24 Preludios y Fugas op 87 están completamente inspirados por la música de Bach. Pero, además de un homenaje a Bach, son también un ejercicio de reflexión sobre el piano, sobre las formas musicales y la propia música. En este tipo de obras que parten de un patrón, de una inspiración definida, podemos plantearnos cuánto hay de cerebral, al desarrollar y transformar ese material de origen (en este caso no tanto la música en sí de Bach como la forma musical de los preludios y fugas), y cuánto de auténtico sentimiento, de chispa creadora y emocional. La música que Shostakovich elabora en esta obra exige que la pianista se convierta en una especie de Ariadna, desentrañando el hilo de una música que se enreda y desenreda, que juega nota a nota consigo misma, que sube y baja, gira y baila, no para volver al mismo sitio, sino disfrutando mientras camina sobre los pentagramas. En todo caso, el genio de Shostakovich se equipara al de Bach en espíritu creador, insuflando a alma y sentimiento a este juego de enredos; demuestra su genio en esta obra que, aparentemente una sólida arquitectura sonora, técnica y formal, es en realidad música pura, no mero cálculo formal.

Entre los 48 fragmentos de que consta la obra completa, encontramos momentos de profunda severidad, otros plenos de austeridad, algunos livianos, otros casi juguetones, pero todos están, en su interior, cargados de profundidad. Como en mucha de la música de Shostakovich se adivina una urgencia por contar algo, la necesidad de expresar una verdad interior. En la música de Bach está Dios, en la de Shostakovich está el hombre, por mucho que algunos fragmentos estén llenos de espiritualidad, y es el hombre el que habla a través de su música, reflexivo, expectante, conocedor de su propia naturaleza.

Avdeeva ofreció una interpretación magistral, muy personal, donde presentó la escuela rusa del piano de Shostakovich atemperada por una visión con las aristas de esta música más pulidas, suavizadas por una forma de tocar más relajada que, por ejemplo, la magistral versión de T. Nikolayeva (dedicataria de la obra). Sin perder ni un ápice de rigor y profunda conexión con la partitura. Tan profunda como la concentración que mantuvo durante las casi tres horas de concierto, lo que le permitió ofrecer la misma calidad al comenzar el recital que en el Preludio y la Fuga 24, cargados de fuerza, sentimiento e intención.

¡Gracias, Yulianna Avdeeva por este regalo, y gracias al Círculo de Cámara por hacerlo posible!

¡Felices Fiestas a todas y todos!

Blanca Gutiérrez Cardona

14 de diciembre, 2025
Círculo de Cámara. Teatro Fernando de Rojas. CBA Madrid
Yulianna Avdeeva, piano
D. Shostakovich, 24 Preludios y Fugas, op 87, integral

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