El Auditorio de Tenerife acogió en el sereno atardecer del segundo de octubre al ensemble La Ritirata y a Núria Rial en su debut en la institución musical. La sala de cámara, que sin haber copado su aforo, contaba con varios centenares de asistentes, dio la bienvenida al quinteto de cuerda. La formación, capitaneada por su fundador, el violonchelista Josetxu Obregón, accedió al escenario con el maestro Hiro Kurosaki en el primer violín, Miriam Hontana como segundo violín, David Glidden en la viola y Ismael Campanero interpretando la parte del violón. Tras un breve chequeo entre los músicos y una aún más breve indicación, dio comienzo la música.
La agrupación traía uno de sus programas más trabajados en honor al compositor toscano-hispano Luigi Boccherini. La Ritirata ha mantenido el repertorio de este autor como emblema a lo largo de su carrera, hasta el punto de intitular su proyecto en honor al último movimiento del famoso quinteto Musica notturna delle strade di Madrid.
Y precisamente con un quinteto empezó el encuentro musical. Similar en plantilla a aquel dedicado al crepúsculo madrileño con la salvedad de que el segundo violonchelo es sustituido por un contrabajo en algunos manuscritos, y el contrabajo por el violón en el escenario por decisión de la agrupación. Y es que los músicos iban pertrechados con instrumentos perfectamente plausibles en las coordenadas históricas de la composición de la pieza, ya que, aunque el antecesor del contrabajo había dejado de fabricarse para finales del siglo XVIII, cabría esperar que aquellos hogares e instituciones con violones no los tirasen por la ventana dada su perfecta funcionalidad.
Lo mismo podemos decir de la mezcla de arcos de los ejecutantes. Algunos intérpretes con modelos de principios de siglo, más cercanos al Tartini, y otros próximos a los modelos de Cramer o Tourte de finales de centuria. Sí que es del todo imposible que en tiempos de Boccherini alguien interpretase con la barbada, la almohadilla o el arco que portaba el violista. No obstante, la falta de rigor en la selección del instrumental no fue impedimento para su mímesis en el arte históricamente informado del ensemble.
La interpretación del quinteto G.337 en si bemol mayor captó la esencia de la música camerística del autor: un entrañable juego entre iguales. La química entre los intérpretes redimensionó el escenario, que perfectamente podría ser la ventana al salón de un hogar donde cinco amigos pasaban un buen rato. Solo la acústica de la sala conseguía disolver esta ilusión gracias a la nitidez con la que se proyectaban los contornos melódicos boccherinianos dibujados por Kurosaki y Obregón, así como la morbidez de los bajos del violón de Campanero. Lejos de los grandes sobresaltos armónicos y complejidades formales a las que nos tienen acostumbrados sus contemporáneos vieneses, el quinteto sirvió de muestrario de la frescura motívica que florece siempre en el lenguaje musical del luqués.
Una vez concluida la pieza, la agrupación salió de escena para volver a entrar acompañados por la soprano Núria Rial. Tras tomarse un momento para templar los instrumentos, el director artístico tomó la palabra introduciendo una pequeña cuña publicitaria del álbum donde se incluía el quinteto recién interpretado, y para agradecer la asistencia al público.
Sin nada más emergieron las primeras y catabáticas líneas del Stabat mater. Toda la claridad remanente de la primera parte se vio sofocada definitivamente por la atmósfera dolorosa del inicio de esta obra vocal. Si bien la sala aportaba la mejor de las ayudas acústicas, la proyección de Núria Rial no pareció necesitarla. Aún con todo, cualquiera agradece no perder detalle del mimo con el que la cantante trata cada frase, de la precisión en la afinación y de las sutilezas vocales que brotan genuinas de su garganta. La artista lleva a cabo una extraordinaria labor de salvaguarda de un repertorio tan olvidado como imprescindible para nuestro patrimonio.
La obra nos recuerda la absoluta solvencia de Boccherini en el campo vocal, a pesar de representar una ínfima parte de su catálogo. Poder escuchar el dominio del estilo de su tiempo y la expresión del drama textual, combinado con su colorido mediterráneamente galante es un regalo para los oídos. Un regalo que nos hace reflexionar sobre cuál hubiese sido su devenir creativo si la vida le hubiese acercado a los circuitos operísticos en vez de retenerlo durante décadas en las periferias palaciegas. La obra concluyó con la disolución de las sombras que la sobrevuelan de principio a fin, sin aspavientos ni triunfos sobreactuados. La luz llega con la misma sencillez con la que desaparece. Como vuelven las flores a los árboles que ahora se deshojan. Aunque aquí, en Tenerife, no se deshojen.
El público agradeció con un mantenido aplauso a los artistas, quienes ofrecieron el sexto movimiento del Stabat mater, Eja mater fons amoris como bis. Con el pecho lleno gracias a esta “fuente de amor” que nos brindaron seis de los principales paladines de Boccherini, nos despedimos de su música desde una isla que vibra en su misma frecuencia.
Guillermo Merino Almazán
Núria Rial, soprano
La Ritirata
Obras de Boccherini
Ciclo de Cámara del Auditorio de Tenerife. Temporada 2025/2026
Santa Cruz de Tenerife