La actual temporada del Teatro Real está acercando al público madrileño producciones de un elevado nivel artístico que hasta hace bien poco tiempo serían inconcebibles de presenciar en este escenario. Creo que la presente ocasión es, sin lugar a dudas, la más excepcional de todas, tanto por la calidad de la música nunca antes escuchada aquí, como por la sublime producción que, en parte, pudimos presenciar.
Debemos resaltar que esta ha sido la primera ocasión en que la genial música de Jean-Philippe Rameau (1683-1764) se ha presentado en el Teatro Real, mediante la audición de una de sus más formidables creaciones, la ópera-ballet Les Indes Galantes, estrenada en 1735 en la Académie Royale de Musique et Danse de París con un libreto de Louis Fuzelier.
La producción que pudimos disfrutar fue una adaptación de la la mítica producción de la Opera Nacional de París realizada entre septiembre y octubre de 2019 y que dado el monumental éxito alcanzado entonces gracias a la imaginación y la capacidad artística de sus responsables artísticos, ha adaptado sus dimensiones para poder ser llevada de gira por distintos escenarios europeos. Aunque anunciada como “en versión de concierto” les aseguro que esto no fue así en absoluto.
Les Indes Galantes es una creación extensa, de compleja estructura y con un número elevado de personajes -diecisiete-, ya que son diferentes en cada una de sus entrées. En la práctica estos roles suelen estar repartidos entre un número bastante menor de cantantes, En las veladas madrileñas nos encontramos con tan solo cuatro solistas vocales, dos sopranos, un tenor y un barítono, que se distribuyeron dichos papeles, con lo que fue realmente exigente, compleja y extenuante su labor.
De las más de tres horas de duración de la ópera completa se escogieron los fragmentos más relevantes de su composición a juicio del director musical, que acabaron conformando un espectáculo de algo más de dos horas de música.
La escena fue simplificada para poder trasladar la producción de una ciudad a otra, pero conservó mucha de su esencia, así como el vestuario, añadiéndose, además, efectivos recursos.
Quienes sí aparecieron en una formación similar a sus representaciones completas fueron Cappella Mediterranea y el Choeur de Chambre de Namur, a los que se sumaron los catorce asombrosos de miembros de Structure Rualité.
Peo lo más importante de esta versión acotada fue la conservación de su esencia, tanto musical como escénica, que han conferido a la producción esa magia irrepetible, comandada con asombrosa energía y disciplina por Leonardo García-Alarcón y Bintou Dembélé. La extraordinaria sinergia aunada de dos universos, en principio, tan dispares, es la principal cualidad distintiva de este espectáculo sin parangón.
Y es que si sumamos la vital, entusiasta, rigurosa y apasionada interpretación musical de García-Alarcón de la creatividad de Rameau con la danza descarada, de expresividad sin límites y de coreografías tan asombrosas como las de los bailarines de Dembélé, surge una visión única tan actual, efervescente e inolvidable de Les Indes Galantes que hubiéramos deseado presenciar la producción original completa.
Sin ninguna duda los números de conjunto que aúnan música instrumental, coral, vocal solista y danza, son las gemas inolvidables de la producción. En primer lugar, la escena Fôrets paisibles, convertido ya en todo un icono propio, irradia una fuerza extraordinaria a través de la danza urbana de tan formidables características en consonancia con la genialidad musical de Rameau que será recordado imborrablemente a través de los años. En este sentido, Clair flambeau du monde es también uno de los momentos más espectaculares y de mayor fuerza coreográfica, a través de unos solos acrobáticos de hip-hop tan asombrosos como exprsivivos, en total consonancia con el argumento y con la música.
Debemos alabar, asimismo a los cuatro solistas vocales que, como he señalado anteriormente, debieron asumir los muy numerosos roles concebidos por el compositor francés.
La soprano Julie Roset exhibió unas cualidades vocales fastuosas. Su fraseo exquisito apoyado en un fiato portentoso nos regaló momentos únicos como el aria Viens Hymen, inspiradísimo fragmento en donde dialoga con un traverso. Desde dos palcos laterales, opuestos, tanto Roset como el flautista Olivier Riehl dejaron atónitos a un sigiloso público. Su bellísimo timbre y su cristalina emisión destacaron sobre el conjunto.
La también soprano Ana Quintans compartió los ocho roles ideados por Rameau para esta voz y demostró una afinación espléndida y una expresividad loable en sus momentos de recitativos de alta locuacidad en la difícil prosodia de la lengua francesa.
Asimismo, cuatro papeles de muy diversa índole tuvieron que sortear el tenor Mathias Vidal, combinando roles de auténtico haute-contre con momentos de verdadero tenor expresivo y poseedor de gran riqueza tímbrica y volumen sonoro. Debieran haber sido también dos personas diferentes las que hubieran desempeñado las labores de tenor solista.
El bajo barítono Andreas Wolf debió ejercer igualmente como barítono agudo y sonoro en brillantes números como La gloire vous appelle, en donde destacaron los trompetistas Serge Tizac y Victor Theuerkauff, de luminoso y directo sonido y pulcra emisión, así como ejercer de bajo cantante, en donde, aunque sus graves fueron audibles, tan súbito cambio de registro quizás pudo ser evitado.
Debemos añadir la sorprendente capacidad escénica vital y siempre atenta y comprometida con todo los músicos -orquesta, coro y solistas- de Leonardo García Alarcón, obligado escénicamente a situarse en los lugares más insospechados del escenario, denotando un sentido espacial y de tempi formidable. De igual modo, se encargó de tocar el clave como continuista de mucha parte de la representación.
Mención especial merecen los instrumentistas que conformaron el bajo continuo, siempre atentos a los mil y un lugares diversos de la acción y de los solistas, mediante un riguroso e intachable diálogo con estos. Así, la violonchelista Alix Verzier, la violagambista Margaux Blanchard, el contrabajista Eric Mathot, Quito Gato en la tiorba, mandolina y guitarra y la clavecinista Marie van Rhijn fueron el ancla firme y segura, además de colorista, en donde las múltiples acciones y recitativos de los solistas en situaciones y lugares tan dispares pudieron sentirse seguros y excelentemente acompañados.
Como no podía ser de otra manera, el público estalló en unos apasionados y muy prolongados aplausos y vítores, puesto en pie, ante tan magno e imborrable espectáculo.
Simón Andueza
Les Indes Galantes, Jean-Phillippe Rameau (1683-1764).
Julie Roset y Ana Quintans, sopranos, Mathias Vidal, tenor, Andreas Wolf, bajo barítono. Structure Rualité.
Cappella Mediterranea. Choeur de Chambre de Namur.
Bintou Dembélé, dirección artística y coreografía.
Leonardo García-Alarcón, clave y dirección musical.
Teatro Real, 29 de mayo de 2025, 19:30 h.
Foto © Javier del Real | Teatro Real