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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Exaltación armónica como vehículo expresivo - por José Antonio Cantón

Úbeda - 04/06/2025

Una de las citas estelares de la programación de la trigésimo séptima edición del Festival de Úbeda ha sido la presencia en el escenario del Auditorio del Hospital de Santiago de uno de los jóvenes talentos del piano surgido últimamente en el panorama internacional como es Víkingur Ólafsson, que cuenta sus actuaciones por éxitos de gran magnitud. Se presentaba con un programa de enorme atractivo dedicado a tres de los más geniales compositores de música para teclado como Bach, Beethoven y Schubert, de los que extrajo sus mejores esencias sin dejar en momento alguno de aportar nuevos planteamientos estéticos que singularizan su forma de entender la recreación como campo esencial de la música, asumida como un arte dinámico irrepetible en el espacio y en el tiempo y que Ólafsson resalta con una atención especial a la estructura armónica como vehículo de expresión en el tratamiento expositivo del discurso de las obras.

Para iniciar su actuación acudió a Juan Sebastián Bach con uno de sus preludios perteneciente al primer libro del Clave bien temperado, el catalogado BWV 854/9 en Mi mayor que sirvió para que el auditorio entrara en la calidad de su magistral pulsación como preámbulo del resto de piezas que iban a integrar su recital. Como contraste en tono menor, siguió éste con la Sonata núm. 27, Op. 90 de Ludwig van Beethoven. Alternando las indicaciones de aire y dinámica que propone el autor, el pianista islandés moduló ese intermitente equilibrio entre los conceptos psicológicos de vivacidad, sentimiento y expresividad emocionales alcanzando una sonoridad fascinante, que dejaba una imagen plástica de la naturaleza divina que contiene toda alta inspiración como la que es propia del genio de Bonn. En el segundo movimiento efectuó un análisis expositivo que le aproximaba a recónditos secretos schubertianos, destacando las líneas melódicas con una elegancia que convirtió en recogimiento cuando se adentró en la coda.

Siguiendo en la misma tonalidad, tocó a continuación la última Partita en Mi menor, BWV 830 de Juan Sebastián Bach que le llevaba a sacar lo mejor de su musicalidad dada la alta exigencia técnica que el compositor despliega en esta particular sexta suite barroca para teclado y así lograr la acentuada expresividad que requiere su ejecución. Discriminando con distinción influencias francesas, italianas y alemanas, afrontó su interpretación de la tocata inicial con sublime elegancia polifónica, que transportaba al oyente a un expandido estado de contemplación en su fugada parte central, en la que demostró una capacidad de control verdaderamente sublime. Desarrollando un sutil apasionamiento, expuso la siguiente danza, una allemande de profundo mensaje, revistiéndola de sutil ligereza. En la courante y air subsiguientes Ólafsson destacó su capacidad de ornamentación y su cuidado ritmo sincopado haciendo gala de un mecanismo de muy calibrada pulsación, que hacía posible una destaca acentuación de dinámica que reforzaba su línea de canto, lo que le llevó a alcanzar uno de los momentos álgidos de su actuación, demostrando simultáneamente un extraordinario sentido del contrapunto. Una serena melancolía se apoderó del pianista en la zarabanda, que le llevó a que apareciera su enorme capacidad reflexiva adoptando un recitado discurso que llevaba a ese aire de gavotta antes de la armónicamente apasionante giga final, que le sirvió de colofón al pianista para demostrar su dominio del lenguaje bachiano haciendo toda un exhibición de sentido musical y sensibilidad expresiva.

Continuando con la misma armadura, trajo al teclado los dos movimientos constatables que pertenecen a la Séptima Sonata, D 566 que Franz Schubert compuso en 1817, asumiendo por definitiva esa integración. Ólafsson, ante la falta de una definitiva concreción de los movimientos de la obra, interpretó sólo los dos admitidos generalmente como genuinos del autor por la mayoría de tratadistas; el Moderato que la inicia y un Allegreto en la tonalidad de Mi mayor. Haciéndose eco de la estilística schubertiana, el pianista recreó sus compases desde una actitud experimental para con sus armonías, siguiendo el planteamiento general del recital, aportando el superlativo pianismo que detenta para entrelazar con espontáneo sentido musical la estructura esencial de su discurso.

Llegó el momento más elocuente con la obra que cerraba el programa; la Trigésima Sonata para piano en Mi, Op. 109 de Beethoven. Con ella el pianista venido de la llamada isla “Tierra de Hielo” pudo desarrollar todas sus potencialidades haciendo posible que el oyente percibiera los cambios de carácter y tempo con contrastada distinción favorecida por una prodigiosa técnica de pedal. Hizo una lectura apasionada y valiente del segundo movimiento, Prestissimo, sin ningún tipo de concesiones románticas, que venía a reforzar el conciso carácter unívoco que quiso dar el compositor a su desarrollo, para terminar la obra de manera mágica con las seis variaciones del último movimiento que las orientó con un tratamiento singular, reafirmando en cada una de ellas los límites del tema con enorme imaginación, que propició surgiera la música absoluta en la sexta convirtiéndose en el momento cumbre de una interpretación de referencia por el sugestivo modo evolutivo de plantear el concepto de su discurso.

Como complemento del programa y ante la entrega del público ofreció esa delicia de transcripción que el pianista y compositor ruso Alexander Siloti hizo del Preludio núm. 10, BWV 855a de J. S. Bach, que lo interpretó con un enfoque distendido e innovador a diferencia de otros grandes intérpretes para, ante el insistente aplauso, terminar con una excelsa versión de la sugestiva pieza Le Rappel des Oiseaux que para clavecín publicó Jean-Philippe Rameau en 1724. Terminaba así uno de los recitales que quedará imborrable en la ya amplia historia del Festival de Úbeda.

José Antonio Cantón

 

XXXVII Festival Internacional de Música y Danza de Úbeda

Recital de piano de Víkingur Ólafsson.

Obras de Bach, Beethoven y Schubert.

Auditorio Hospital de Santiago. 31-V-2025.

 

Foto © Jesús Delgado Martínez

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