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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Exhibición de Perianes y la imaginación sonora absoluta protagonista - por José M. Morate

Valladolid - 14/12/2025

Séptimo programa de abono de la OSCyL en su sede vallisoletana, iniciado con la decepción de no tener al frente a la prevista Elim Chan, Directora Asociada a la Orquesta, por inoportuna enfermedad. En su lugar, aceptó el programa en su totalidad el Director principal de la Orquesta de Macao y del Festival de Música de la misma ciudad, Titular de la Sinfónica de RTV de Eslovenia y Residente de la Filarmónica de Hong Kong, Lio Kuokman (Macao, 1981), que se mostró como excelente concertador, Técnica y Gesto claros, de esos que los músicos aprecian porque anticipan todo y a su tiempo y al que hay que valorar la asunción del repertorio previsto, en una velada que unió tres compositores y estilos, para los que la imaginación sonora fue insignia en su producción. Hablamos de Sofía Gubaidúlina, Chopin y Stravinski. Si además, es solista de piano Javier Perianes, esa imaginación cobra absoluto protagonismo.

En primicia para la orquesta, Poema de cuento de hadas (1971) de Gubaidúlina (Chístopol, 1931- Appen, 2025), que  lamentablemente nos dejó este pasado marzo, como pequeño homenaje. La obra pone en música el poema “Skazha”, comparando la vida de una tiza capaz de trazar hermosos dibujos sobre una pizarra, dejando en ello su propia existencia, con la de un artista cuyo premio, en ambos casos, sólo será pervivir en el recuerdo. Una original orquestación que inician las flautas, apropiadas para plantear el “sueño” de la tiza trazando coas maravillosas, a las que se suman las cuerdas (reducidas a 30 en sus 5 voces), para dar paso a la “realidad” que es ir disminuyendo su tamaño, lo que la incapacita para dibujar cosas útiles y llevarla a su “desesperación y final” pues esa pequeñez, le impide plasmar al sol ni al mar con sus olas, suponiéndole la muerte. La autora utiliza en este recorrido el arpa, el piano, preciosos juegos de flautas y clarinetes, marimba y vibráfono (en un evanescente solo de total originalidad). Y de nuevo la imaginación para salir de ese aparentemente triste final. Ese trozo pequeño de tiza cae en manos de una niña, que lo aprovecha para pintar con él, en el suelo, ideas felices y bellas que hacen al mundo hermoso de nuevo y feliz el “desenlace” del cuento. Gubaidúlina maneja la historia, elige el orgánico y lo combina con maestría, haciendo una obra preciosa que la OSCyL interpretó con fidelidad y precisión, al mando de Kuokman, que concertó lo escrito con habilidad técnica. El púbico lo recibió muy bien.

Retrocedimos al Romanticismo en tiempo, que no en espíritu ni imaginación sonora. Chopin y su Concierto nº 1 para piano y orquesta, en Mi m., op. 11 (1830), tuvo como solista a Javier Perianes (Nerva, 1978), apreciado por sus anteriores colaboraciones de todo tipo con la OSCyL, que estuvo francamente fantástico, exhibiendo un prisma de colores en el piano que parecieron insospechados, un toque sutil, rubatos exquisitos, pedal cuidadísimo y un sonido general cristalino, aprovechando una partitura donde el piano es rey absoluto y el pianista-compositor desgrana una riqueza melódica y un virtuosismo musical, que muy pocos son capaces de realizar con el nivel que Perianes lo hizo y la OSCyL lo acompañó. Kuokman ajustó muy bien, quizá abusando del forte en la introducción y final orquestal y afortunadamente sólo cuando iba sola; respetó siempre al solista; De ahí que la máxima emoción se diese en el Romance, donde cuerdas, fagot y las dos trompas (feliz retorno de J. M. Asensi tras su complicada enfermedad) colaboraron en musicalidad a lo mucho que aportó el pianista. Esta 7ª vez que el Concierto apareció en repertorio, logró éxito total en un Auditorio lleno al completo, obligando a varias salidas de Director y del siempre comedido y afectuoso Perianes, que nos regaló una magistral Mazurka nº 14, de Chopin naturalmente, que fue un culmen de virtudes pianísticas, sensibilidad y buen gusto musical, justificando el sitio que hoy ocupa en el panorama musical mundial; decir que la/s ovación/es fuer/on atronadora/s, cayó/eron por su peso.

Y para que la imaginación sonora siguiese primando en el cierre de programa, vino la versión de 1947 de Petrushka de Stravinski, cuatro escenas burlescas para piano y orquesta, que posteriormente devino en ballet, con libro de A. Benois y el propio autor, narrando la historia burlesca de tres muñecos humanizados: Petrushka, pobre y desdichado, enamorado de una bailarina y el moro bruto, déspota, que se la disputa; la acción se desarrolla en la Feria de la Semana de Carnaval, con su tipismo popular ruso. La obra, quinta vez para la OSCyL, es compleja por la polirritmia con que se caracteriza Stravinski, el alto número de solistas y familias orquestales que intervienen y la caracterización que exige cada uno de los cuadros, que precisa la ironía como expresión singular, justificando el desarrollo del juego de amor y muerte y la ficción del no crimen porque son muñecos. Todo lo indicado en la partitura fue servido fielmente y los principales de cada familia orquestal estuvieron excelentes, pero en lo musical estricto el brillante joven Kuokman acusó falta de profundidad en su lectura, haciendo todo demasiado literal, eso sí, preciso. De entre los solistas destacaron: el piano, atento en su difícil labor; la trompeta en su complicada danza de la bailarina, el clarinete en dúos con corno y tuba, el timbal básico también, y flauta con sonido de calidad; con el concertino al frente, unas cuerdas juntas y justas en sus pizzicati. En suma, una versión más que notable repetidamente aplaudida.

José Mª Morate Moyano

 

Javier Perianes, piano

Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Lio Kuokman

Obras de S. Gubaidúlina, F. Chopin e I. Stravinski

Sala sinfónica “J. López Cobos” en el CCMD de Valladolid

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