Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / En memoria del Papa Francisco - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 28/04/2025

El Segundo concierto para violonchelo y orquesta en re mayor de Franz Joseph Haydn goza de uno de los más bellos Adagios del género y así lució en una versión que aquí fue definiéndose en este, por otro lado, inspirado movimiento, segundo también, de la obra. Un movimiento que se rubricó en la misma línea, en el remate Allegro, un rondeau final de concierto, con Steven Isserlis al violonchelo y la Orquesta Nacional de España dirigida por Juanjo Mena, en concierto de temporada.

Un violonchelo terso y cantabile, especialmente en este delicado Adagio, salpicado, eso sí, de alguna figuración escalistica de vértigo y ornato de cuando en cuando. Un Haydn dinámico, pero sin estruendo ni aparato, sin inflación estética. Clasicismo trenzado y sutil, cabal sin aspavientos de ascendencia romántica.

Una, no menos ingeniosa y estimulante propina en perpetuo pizzicato, con curiosos y característicos portamentos rítmicos, correspondió a la viva aclamación del público, transportándonos a una modernidad en clave de estética de ascendencia popular (Chonguri de Cinco piezas sobre temas folclóricos del georgiano Sulkhan Fyodorovich Tsintsadze).

(At last but not least…) La Serenata a la música (versión para coro y orquesta) de un armónico y contenido Ralph Vaughan Williams, había servido antes de cálido preludio, exordio de contenidas y contumaces relaciones cromáticas de mediante, a un concierto que, sin embargo, presumía después de clasicismo por los cuatro costados, al menos sobre el papel.

Ya en segunda parte, la Sinfonía cuarenta en sol menor de Wolfgang Amadeus Mozart se inició con un Molto allegro que se planteaba desde una transparente y fluida exposición que, con el tiempo, adquirió volúmenes e inercias más habituales. Una magnífica partitura a la que, paradójicamente, la celebridad quizás le haya hecho menos favor del que esta consideración supone.

Una esplendorosa forma sonata de comienzo, con sus pequeñas sorpresas y sus “falsas” reexposiciones, con sus dramáticos y adelantados desarrollos de los que han bebido tantos y tantos de los que se han sucedido después.

La siguiente estancia de la sinfonía, su Andante, se presentó con cierto moto, un tanto allegretto por esta vez, algo forzado a este tempo que, quizás así, trataba de evitar virtuales características de este Andante derivadas de la repetición insistente en las pequeñas (especialmente) y medias dimensiones. Echando mano de tópicos al uso extraídos del propio programa de hoy, un Andante, en este aspecto agógico, más haydniano (más que haydniano, diría yo…) que mozartiano.

El verdadero Allegretto escrito por Mozart venía inmediatamente después, a ritmo y carácter de Menuetto y, claro está, cierta expectación porque, en buena lógica, se debería subir proporcionalmente su tempo. Y así fue, al margen ya de su supuesta impronta y, en esta versión, tratándose de acercar, a golpe de “Sturm und Drang” (de… ¡”Tormenta y desasosiego”!), a un impetuoso espíritu beethoveniano que, no mucho más tarde, la evolución estética y formal le sustituirá (aquí) en este ámbito sinfónico. Una sensación clara en dos enérgicas “partes A”, inicio y fin, con una “B” (trío) entre tanto, más lírica y ajustada a carácter, pero, lógicamente, a tempo proporcional.

Y sí, el Allegro assai final busco redondear en punta aquella apuesta agógica iniciada en el Andante (el de esta sinfonía, quiero decir). Una apuesta donde se destacaron los violonchelos y, sobre todo, unos ágiles contrabajos en las respuestas y contrapuntos realizados con celeridad y brillantez.

Destacado trabajo de estas cuerdas graves, en una sección dimensionada sobre la base de seis contrabajos con la consabida (y mozartiana) igualdad numérica de primeros y segundos violines (12/12/9/8/6).

El concierto fue ofrecido, expresamente en su programa de mano, en memoria del Papa Francisco.

Luis Mazorra Incera

 

Steven Isserlis, violonchelo.

Orquesta y Coro Nacionales de España / Juanjo Mena.

Obras de Haydn, Mozart, Tsintsadze y Vaughan Williams.

OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

74
Anterior Crítica / Nuevo éxito del coreano Seong-Jin Cho - por Juan Berberana
Siguiente Crítica / Patricia Petibon y uno más de sus caprichos - por Francisco Villalba