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Crítica / El sentido del espectáculo de Ludovic Morlot - por Juan Carlos Moreno

Barcelona - 15/12/2025

El programa del pasado 11 de diciembre de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) permitió escuchar una serie de obras que remiten a Estados Unidos, una de ellas desde la mirada de un europeo como Antonín Dvorák, otras dos por parte de un compositor de esa nacionalidad, como fue Leonard Bernstein.

La velada se abrió con el Concierto para violoncelo en si menor, op. 104 de Dvorák. Como solista actuó el madrileño Pablo Ferrández, un músico que parece sentir una predilección especial por esta obra, que ya grabó en septiembre de 2013 para el sello Onyx.

Su versión fue, sencillamente, antológica, sobre todo por su capacidad para realzar la riqueza de la escritura para el instrumento solista, desde los pasajes de fuerza, como en su primera aparición en el Allegro inicial, a esa inefable calidez melódica que impregna toda la partitura, con especial mención del Adagio ma non troppo y, ya en el Allegro moderato final, la aparición de la melodía de la primera de las canciones del op. 82 de Dvorák, “Lasst mich allein”. El dominio del tempo, la asombrosa ingravidez de los pianissimi y la belleza del sonido que Ferrández extrajo de su Stradivarius “Archinto” de 1689 redondearon una actuación impecable.

No le anduvo a la zaga Ludovic Morlot, atento a que el solista brillara y, a la vez, a mostrar la calidad sinfónica de esta partitura, su fuerza por momentos épica y esa nostalgia típicamente bohemia que aflora a lo largo de toda ella. La OBC respondió de manera notable, con un sonido pleno y rico en color, y una excelente labor de los solistas, empezando por el concertino invitado, Kai Gleusteen.

La segunda parte del programa viró hacia el puro espectáculo, un ámbito en el que Morlot se mueve como pez en el agua. Su fulgurante versión de la obertura Candide fue así el preludio perfecto para unas danzas sinfónicas de West Side Story pletóricas, y eso que la batuta llevó las dinámicas y el tempo al extremo, incluso rozando el efectismo, como en “Prologue” o en el “Mambo”, mientras que en la “Cool Fugue” se recreó en mostrar sus (en ese contexto) chocantes alusiones vanguardistas. De ese modo, Morlot consiguió un acertado contraste con los pasajes más intimistas, como “Somewhere” o la conclusión. La OBC, pese a algún desliz de las trompetas, exhibió fuerza, plenitud y flexibilidad.

Juan Carlos Moreno

 

Pablo Ferrández, violoncelo.

Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Ludovic Morlot.

Obras de Dvorák y Bernstein.

L’Auditori, Barcelona.

 

Foto © May Zircus

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