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Crítica / El magnetismo de Valery Gergiev - por José Antonio Cantón

Alicante - 11/02/2022

Los muy esperados conciertos de la Orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo con el maestro Valery Gergiev se han convertido en el centro de máxima atención de la temporada sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) por la calidad de la formación rusa, la singularidad artística del director, el hecho de que en la segunda jornada actuara conjuntamente con ADDA-Simfònica, completando la gigantesca plantilla instrumental que requiere la Cuarta Sinfonía en Do menor, Op. 43 de Dmitri Shostakovich y, sobre todo, por el atractivo musical que significa siempre contemplar a una de las grandes batutas de las últimas tres décadas midiéndose con dos programas de gran belleza y enormes exigencias técnicas.

Fueron los primeros sones del Preludio de la ópera Parsifal de Richard Wagner con los que se pudo hacer patente ese particular magnetismo de Valery Gergiev creando ese vínculo físico con su orquesta a través de sus temblorosas manos, que no hacen sino acrecentar tal efecto real de trascendente unión entre ambos elementos, director y su instrumento, emergiendo un todo que se expresa más allá de las notas y entra así en el ámbito de una sonante espiritualidad, que llevaba al oyente a encontrarse con las dimensiones de su propio ser trascendente. Como complemento de la sagrada luminosidad de esta tensa serenidad wagneriana, descubrió los secretos de ese mágico pasaje conocido por el Encantamiento de Viernes Santo contenido en el tercer acto de dicha ópera, en el que se pudo admirar la excelsa sonoridad de la sección de madera estimulada por un oboísta en verdadero estado de gracia, que impulsaba una transparencia musical realmente prodigiosa.

Como contraste, Gergiev quiso que la vigorizante música que contiene la Primera Sinfonía en Re, Op. 25 “Clásica” de Sergei Prokofiev, uno de sus compositores patrios preferidos, se hiciera de una manera nueva en el auditorio alicantino. En un proceso de restructuración donde los cánones clásicos en los que se basa la obra se ponían al servicio de la inquieta animosidad del autor, fluyó el primer movimiento con una rítmica contenida en la intención de remarcar el diálogo entre los instrumentos, especialmente los de viento-madera. En el segundo, quiso que su aire elegante determinara el sentido de su ejecución, hasta llegar a ese crescendo en tutti que daba sentido a la belleza de los staccati que lo animan. Un aire eminentemente balletístico imprimió a la famosa Gavota que ocupa el tercer movimiento, orientándola hacia una función equilibrante dentro del conjunto de la sinfonía, que terminó de manera trepidante dejando que la sección de madera brillara más por sí que por sus indicaciones, que se limitaban a acompañar a un deslumbrante virtuosismo orquestal. El público quedó fascinado ante tal despliegue de facultades de los músicos y a su homogéneo grado de asunción de concepto y conjunción expresiva.

Precisamente esos fueron los elementos que sirvieron para afrontar uno de los poemas sinfónicos más subyugantes de Richard Strauss, Ein Heldenleben (Una vida de héroe), Op. 40, una composición para poder admirar el esplendor orquestal al que llegó este compositor y que Gergiev, en esta ocasión, propició hasta sus últimas consecuencias asumiendo, desde su posición de auténtico líder, la grandeza del pensamiento musical romántico que contiene esta magistral obra, llevándolo a su máxima justificación.

Con ampulosa expresividad, el maestro moscovita presentó al heroico protagonista en la primera parte, dimensionando la envergadura y bondad de su instrumento orquestal, que derivó al ámbito de la filigrana más osada en el principio del segundo episodio, desarrollado con un sentido de desairada reflexión, dejando al descubierto todo el dramatismo del que es capaz de manifestar la sección de cuerda de esta orquesta. Para la tercera parte se contaba con la intervención de un concertino de lujo como es el violinista rumano Lorenz Nasturica-Herschcowici, que la transfiguró en una verdadera pieza concertante, reflejando musicalmente todos los sentimientos que el compositor quiso expresar en la figura de la amada del héroe, dejando una sensación de apacible pasión amorosa antes de afrontar el cuarto pasaje.

Éste fue el momento culminante de esta admirable interpretación. Todos los efectos descriptivos del fragor de una batalla se pusieron en movimiento con una contundencia impactante hasta el límite de una desintegración que resultó absolutamente sorprendente, intento sólo posible con un maestro y unos medios musicales como los que estaban funcionando en el escenario del ADDA, en cuyo recinto la expansión sonora quedó más que testada sin la más mínima saturación acústica, lo que dice mucho de las bondades de la sala principal de este auditorio.

Los dos números finales supusieron la corroboración de una versión magistral del conjunto de la obra, que Gergiev ha cargado de esa intensidad dramática que sólo se puede entender desde una inmensa experiencia lírica como la que desarrolla en su propio gran complejo escénico-musical Mariinsky de San Petersburgo y en los más importantes teatros del mundo. Con un aplauso cerrado terminaba uno de los conciertos que dejará huella en la memoria de los melómanos alicantinos. Para corresponder a una interminable ovación ofreció la obertura de la opereta  Die Fledermaus (El murciélago) de Johann Strauss (hijo) que Gergiev condujo con muy depurado estilo vienés, que le hace acreedor a protagonizar uno de los próximos conciertos de año nuevo en la famosa sala  Musikverein de Viena.

Si ya con este concierto se pudo apreciar la especial empatía de Gergiev con su orquesta, quedaba todavía más que admirar y disfrutar en este sentido con la música de Shostakovich en su segunda jornada de actuación. El magnetismo del maestro quedó de manifiesto nuevamente en la subyugante precisión interna que necesita la exposición de su Cuarta Sinfonía, pese a la agresiva complejidad de muchos de sus pasajes que requieren una muy rica paleta orquestal, en esta ocasión implementada por ADDA-Simfònica, lo que suponía para esta joven formación alicantina, fundada por el director Josep Vicent hace solo cuatro años, la admisión y el reconocimiento, por parte de una de las figuras mundiales de la dirección musical, de competencia artística y habilidad técnica más que sobradas para afrontar el reto que supone la interpretación de una sinfonía de esta envergadura.

En el primer movimiento Gergiev se hizo música desde una virtuosística conducción que tuvo su mayor plasticidad en el pasaje contrapunteado de la cuerda en vertiginoso discurso, que daba la sensación de ráfagas superpuestas, antes de encajar la coda con afectada delicadeza. El Moderato con moto fue un campo de experimentación para este director al realzar el carácter de cada nota y de cada compás, y así lo demostró en el desarrollo de su fuga central indicada con un alto grado de pulsión rítmica. Quiso distinguir los distintos aires que se suceden en el tiempo Finale hasta su enigmática conclusión, que se percibía etérea como suspendida en el espacio, por encima de la orquesta, quedando demostrada así la elocuente y certera visión que tiene el maestro del inefable final de esta sinfonía que, por su poderoso aliento trágico, llegó a ser considerada por el compositor más interesante que muchas de sus creaciones sinfónicas postreras.

El público, con aclamados intensos bravi, reaccionó ante el sugestivo magnetismo de esta interpretación al sentirse envuelto absolutamente en una atmósfera musical que sólo es posible desde una recreación de indiscutible convencimiento en su contenido estético y en una superior capacidad de transmisión. Así se hizo realidad esta magistral velada sinfónica que quedará en los anales de la historia del Auditorio de la Diputación de Alicante por la brillante participación conjunta de ADDA-Simfònica, que estuvo siempre a la altura de la Orquesta del Teatro Mariinsky, quedando de manifiesto el gran trabajo previo realizado por maestro Josep Vicent para esta extraordinaria unificación orquestal.

José Antonio Cantón

 

Orquesta del Teatro Mariinsky y ADDA-Simfònica.

Director: Valery Gergiev.

Obras de Prokofiev, Shostakovich, R. Strauss y Wagner.

Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA). 4 y 5-II-2022.

 

Foto © ADDA

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