El tercero de los programas que el Ciclo Recitales y Música de cámara que la OSCyL promueve en la Sala de cámara del CCMD de Valladolid, nos trajo el debut aquí de la pianista Zee Zee (Shenzhen, China, 1998), que toma ese nombre de las iniciales de su nombre completo, Zhang Zuo, y que está ahora en el grupo de los llamados “pianistas emergentes”. Fue alumna de la Escuela de Artes de su ciudad natal, de donde pasó a la Escuela de Música Eastman y de ahí a la Julliard School, donde ganó el prestigioso Premio Petschek, y al Instituto Peabody. Ganadora de los Concursos Internacionales de Piano: de China, “Gina Bachauer”, “Krainev” y premiada en el “Reina Isabel’13”, que le llanzan a una brillante carrera con excelentes orquestas y Directores, como concertista y creando su propio grupo de cámara, “Trío Z.E.N.”, con el que graba para el “sello amarillo”.
En el Ciclo, sin pretenderlo a priori, fue una isla de paz tras la semana anterior, donde fuerza y virtuosismo fueron la ley principal que rigió la programación, pues dedicó su programa a Schubert, manantial del que bebió Liszt para que sus lieder fuesen más conocidos, transcribiéndolos para piano en varias de sus colecciones, expresando también así la profunda admiración que le causaron.
Zee Zee escogió, para iniciar su recital, dos de esas transcripciones: Liebesbotschaft (Mensaje de amor) S 560/1, lied que Schubert, con texto de Rellstab, incluye en su colección de 14 lieder “El canto del cisne” D 957/1. Liszt lo pasa al piano del original Sol M. a Re M., con absoluto respeto, suave y fluido, para que el sentido del poema no se pierda y se perciba el diálogo enamorado-arroyo, en el que aquél pide a la corriente de agua que lleve su mensaje de amor en carta a su enamorada. Zen Zen entendió bien el idioma pianístico de Liszt, expresivo y complejo a la vez, tanto en el discurrir del agua como en el amor que la misiva expresa; con un fácil mecanismo capaz de librar todos los obstáculos que el autor propone, ofreció una versión convincente; sólo pareció que su sonido fue un punto plano, problema que le acompañó en toda su actuación, dificultando la riqueza de color que estas partituras contienen. Der Müller und der Bach (El molinero y el arroyo) S 565/2, tomada de las Seis melodías favoritas de “La bella molinera” D 795/20 de Schubert sobre poemas W. Müller, fue el otro lied elegido por la pianista por su conexión con el arroyo, que ahora no necesita fluir veloz sino escuchar e intentar consolar al molinero que compartió con él su vida, por la ausencia de su amada por quien tuvo un amor ferviente; explicarle que ese amor vencerá su sufrimiento y que la naturaleza toda se renovará; y ver que esa teoría no le convence y su desesperación le lleva al suicidio, pidiéndole sólo que le cante una canción de cuna, para que sus frías aguas le concedan la paz final. El mayor dramatismo del lied le vino bien a Zee Zee para que su versión ganara en hondura y sentimiento, mejorando todavía su prestación anterior.
Como tercera pieza, Liszt aportó su Valle de Obermann de Años de Peregrinaje. I año: Suiza S 160/6, en los que evoca sus sensaciones y recuerdos del viaje con su amante M. d’Agoult por los Alpes. Pero en este caso no trata de describir paisajes, sino los sentimientos que le despertó la novela epistolar de E. Pivert de Sénencour, de título “Obermann” (1804); su protagonista Obermann, poeta solitario y melancólico, busca en el Jura un lugar aislado para reflexionar sobre la Naturaleza, el hombre solo y la vida, utilizando dos temas contrastados: melancolía y búsqueda del espíritu puro y libre. Zee Zee los definió bien, con esa tara de sonido poco transparente que, aun así, caló bien en el auditorio que le aplaudió fuertemente. Anécdota: en esta Parte I actuó descalza, dejando sus zapatos a un lado.
Zee Zee, con la colaboración de un Ensamble de Cuerdas de la OSCyL, integrado por Liz Moore, violín; Jokin Urtasun a la viola; Jordi Créus, cello y Mar Rodríguez, contrabajo, dado que ese fue el orgánico dispuesto por Schubert, para cumplimentar el encargo del cellista S. Paumgartner que, además, le pidió que figurase su lied op. 32 La trucha., cosa que cumplió en el IV Movimiento, Andantino-Allegretto en Re M donde el violín presenta el tema del lied seguido de seis variaciones, dando su nombre al Quinteto. Es una obra luminosa y alegre, bien trabajada por los cinco músicos, con una pianista muy cómoda y un cuarteto que reposó siempre sobre la firme contrabajo y un trío de cuerdas (que forma parte del conocido Cuarteto Ribera), solvente y atento, que consiguió por momentos dar sensación de conjunto estable. Nos gustó sobremanera el La Parte II se completó con el Quinteto con piano en La M. D 667, “La trucha” (1819) de Schubert, para lo que Zee Scherzoo-Presto, rítmico y enérgico, con el Trío más contenido, logrando dinámicas muy contrastadas. Vital y melódico Allegro vivace en forma sonata inicial, en la sobredominante de La M., como está en su subdominante el Andantino citado, cuyas variaciones fueron expuestas por el Quinteto con limpieza y gracia, particularmente la sexta donde el tema pasa por cada instrumento con el acompañamiento en tresillos del lied original, motivo que une a toda la pieza. El Allegro giusto final fue un brillante cierre, con el violín y la viola tocando a ‘la húngara’ y un bello sonido del cello como en toda la obra. La Sala casi llena reaccionó con entusiasmo, propiciando varias salidas a Zee Zee y su Ensemble acompañante.
José Mª Morate Moyano
Zee Zee, piano
Ensemble de cuerdas de la OSCyL: L. Moore, J. Urtasun, J. Créus y M. Rodríguez
Obras de F. Liszt y F. Schubert
Sala de cámara del CCMD de Valladolid