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Crítica / Boreyko y Volodin: vibrante y trascendental - por Justino Losada

Madrid - 02/12/2025

Si la semana pasada se ofrecieron dos sinfonías poco habituales en la actual temporada 25/26 de la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE, el concierto del pasado jueves que inauguraba el programa de este fin de semana ha continuado por el mismo camino,  con otras dos sinfonías por así decir, impropias: la hierática Sinfonía de los Salmos de Igor Stravinski y el Concierto para piano No.2 de Johannes Brahms, obra que, pese a no contener la sinfonía en su título, bien merece su sobrenombre por su estructura, calado y equilibrio del material temático alternado entre el solista y la orquesta. Contábamos para la ocasión con el director ruso de ascendencia polaca Andrey Boreyko quien junto a su compatriota, el pianista Alexei Volodin llevaron a buen puerto un complejo pero bien elaborado programa en el que el más amplio simbolismo religioso devino en eje vertebrador de sus obras.

Antes de la sinfonía stravinskiana pudimos escuchar, a modo de obertura, el breve Begräbnisgesang (Canto Fúnebre) de Brahms. Fechado en 1858, y compuesto sobre textos de Michael Weiße, antiguo monje y músico franciscano, este Canto Fúnebre, que cuenta, además de con el coro, con una reducida plantilla instrumental de maderas a dos y tres trombones, tuba y timbales fue posiblemente motivado por el reciente fallecimiento de Robert Schumann, a tenor de las referencias a la intensa correspondencia entre Brahms y la viuda de Robert, su amiga Clara. La versión de Boreyko al frente del Coro RTVE y el grupo instrumental se mantuvo bien definida gracias a los exactos ataques del coro, preparado por su titular, Mark Korovitch, que volvió a mostrar su gran precisión y empaste vocal y a la adusta gestualidad de Boreyko, nada prestada a la exageración expresiva sino, más bien, a la rigurosa y tensa construcción del discurso musical.

Siempre a la vanguardia, Igor Stravinski miró al pasado para avanzar y lograr, en su etapa neoclásica, obras maestras como la Sinfonía de los Salmos de 1930, fresco sinfónico-coral de austero armazón en cuya orquestación excluyó violines, violas y clarinetes e introdujo dos pianos en la búsqueda de una sonoridad más ritual, que recuerda a Les Noces, y que presenta los salmos de David, especialmente el número 150, junto con textos de los números 78 y 39. La bella escritura coral, de atmósfera bizantina y cercana a la liturgia ortodoxa que se acopla a la orquesta, no surge aquí fruto de la fluctuante fe del compositor, sino de una voluntad de escribir música de tan humano como autorreferencial ecumenismo religioso sin necesidad de llevarla, estrictamente, al oficio litúrgico. Es más, es el propio Stravinski quien, como recogiera Boucourechliev, se inspirase en la visión del carro de Elías escalando el cielo para desarrollar el generador de la obra: el tema rítmico del Allegro del tercer movimiento que, en contraste, queda envuelto por la cortante y rítmica introducción, la acumulación textural de la neobarroca fuga del movimiento central y el hermoso y estático himno en alabanza final.

Tras los buenos resultados de la primera obra, dio incluso la sensación de un mejor acabado, más redondo, por parte de la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE bajo la dirección de Andrey Boreyko para la Sinfonía de los Salmos. Una vez más, la gestualidad bien definida y la precisión agógica del director ruso, junto a una orquesta y coro en alerta ofrecieron una nítida versión prolija en detalles: incisiva y colorista en los secos ataques –siempre con el stravinskiano sonido del piano doblando los timbales- decidida en la figuración del carro de Elías y, en buena parte, ensimismada e hipnótica, realzando el legato del coro al final, y cuidando, también, de unas muy robustas dinámicas.

Si salíamos de una extraña sinfonía, para la segunda parte nos íbamos de meter de lleno en otra. En una obra que no dejaría de tener cierto halo trascendental incluso, al ser una de las cimas históricas de la literatura para piano y orquesta. Completado en 1881 y tras cuatro años de trabajo, el Concierto para piano No.2 de Johannes Brahms, muestra evidentes hechuras de, cuanto menos, sinfonía concertante por su estructura en cuatro movimientos, el reparto del desarrollo discursivo entre la orquesta y el solista y, también, su hondo lirismo. Estrenada por el compositor en Budapest en noviembre del mismo año, la obra contaría con la admiración y el respeto de Von Bülow y Hanslick y pasaría al repertorio canónico llegando hasta nuestros días. Así, el pianista Alexei Volodin afrontó el muy complejo concierto ofreciendo una enorme versión, gracias a su elegante e impecable pianismo; vigoroso sin excesos, diáfano, de ágil pulsación bien articulada, modesto en el empleo del pedal y de expresivo fraseo en un caleidoscópico viaje en el que tuvieron lugar las actitudes y estados del ánimo que cada movimiento demanda. Junto a él, Boreyko acompañó y desarrolló su parte con lo mejor de una Orquesta Sinfónica RTVE que estuvo en plena forma y en perfecta sintonía con director y solista, resaltándose también, el estupendo rol del chelista Javier Albarés en el evanescente diálogo con el pianista en el Andante.  Tras los merecidos aplausos de la función del jueves, Volodin ofreció como propina otra página brahmsiana, el segundo de los Intermezzi, Op.117 en una intimista lectura. Fue un distinguido broche para un concierto sensacional.

Justino Losada

 

Alexei Volodin

Orquesta Sinfónica RTVE/Andrey Boreyko

Obras de Brahms y Stravinski

Temporada de la Orquesta Sinfónica RTVE  2025/2026

Teatro Monumental, Madrid.

 

Foto: el director ruso de ascendencia polaca Andrey Boreyko / © Michał Zagórny

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