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Crítica / De 'tónica' a 'dominante' - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 09/10/2025

De mi bemol a si bemol, de Mendelssohn a Bruch, y, aunque parezca mentira, con casi un siglo de diferencia entre sus dos Octetos románticos, transitó el concierto inaugural del ciclo de cámara y polifonía Satélites de esta temporada, por los Solistas de la Orquesta Nacional de España que se citan en el faldón.

El Octeto de cuerda en mi bemol mayor de Felix Mendelssohn brilla con la espectacular técnica de un compositor de tomo y lomo, pese a la juventud con que se le atribuye, y, también, con un puntual grado de innovación que nadie parece quererle conceder (y tiene, “obra sí obra también”).

Su Allegro moderato ma con fuoco inicial fue defendido con la conformidad casi sinfónica que define esta obra. Episodios de desarrollo contrastantes dignos de esta mención, así lo demuestran. Como su final categórico, para nada convencional en este contexto. Una resolución y dinamismo ejemplares en lo individual y en lo concertante

Un arranque, gesto, íncipit “pregnante” (donde los haya) de un portentoso primer movimiento, que aún se canturreaba por un relativamente numeroso grupo de jóvenes que pasaba a recoger detrás de mí, sus enseres en la consigna de la sala de cámara al final del concierto. Un íncipit “pregnante” para todo el concierto en realidad.

El Andante con sus continuos cambios de carácter, ofreció otras perspectivas interpretativas al octeto de Solistas de la Nacional.

Mendelssohn es el compositor de los Scherzi… y, sí, el Scherzo de este Octeto, en un característico Allegro leggierissimo, hizo honor a este privilegio unido al Presto final que no tenía, ya desde la partitura, la misma fuerza motívica y formal del movimiento Inicial.

Toda una experiencia de cámara con poder sinfónico, virtuosa celeridad y dinamismo y puntuales “atrevimientos” innovadores que en este autor, a caballo de estéticas, no se suelen admitir.

Y de la fuerza y savoir-faire (sorprendentemente juvenil) de Mendelssohn… a la madurez, final de su vida, del Octeto de cuerda en si bemol mayor de Max Bruch, donde la maestría contrapuntística del primero se sustituía por el sentido más colorista y ya abiertamente orquestal, con continuos planteamientos de base acórdica y protagonismo de las voces extremas, aprovechando un bajo más profundo al sustituir uno de los violonchelos por el contrabajo acercándose a (si no invadiendo) la sonoridad de la orquesta de cuerda.

Y de este Allegro moderato que presenta sus momentos más logrados en el lirismo que ha caracterizado las obras más celebradas de este autor, al Adagio donde esta misma vena tiene más amplio despliegue.

En el Allegro molto de poderoso y contrastante arranque, se confabularon todas aquellas fuerzas en un espíritu más ligero por su planteamiento que no en su dinamismo, pese a puntuales incisos más líricos y otros episodios de articulación formal.

Vistosidad, brillantez y otros nutrientes característicos de cada uno de los dos autores, Mendelssohn y Bruch, para una inauguración del ciclo de cámara y polifonía Satélites auspiciado por la Orquesta y Coro Nacionales de España.

Luis Mazorra Incera

 

Solistas de la Orquesta Nacional de España: Valerie Steenken, Miguel Colom, Alejandra Navarro y Laura Salcedo, violines; Alicia Salas y Silvina Álvarez, violas; Joaquín Fernández y Montserrat Egea, violonchelos; y Toni García Araque, contrabajo.

Obras de Bruch y Mendelssohn.

OCNE-Satélites. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

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