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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / De Sigfrido a Titán, el hombre redimido por Amor y Naturaleza - por José M. Morate Moyano

Valladolid - 15/11/2025

El cuarto Programa de la Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) en su sede vallisoletana, tuvo a su Director Titular y Artístico, Thierry Fischer, al frente, lo que supuso un nuevo camino musical a través de las ideas literarias.

Comenzó con el Idilio de Sigfrido, WWV 103, (1870) de Wagner, esa joya preciosa que D. Ricardo regaló (y nos regaló) a su segunda esposa Cósima por su 33 cumpleaños, al año de haber alumbrado a su hijo Sigfrido. Fue una total sorpresa para élla, mantenida en secreto y tocada en la escalera que conducía a su dormitorio, de mañana, por el mismo orgánico que lo interpretó aquí: 9 vientos y quinteto de cuerda. El hecho, no sólo era prueba de amor sino   expresión de la complicidad que con el héroe Sigfrido tenía el matrimonio de largo tiempo, llevándoles a nombrar así a su nuevo hijo. La belleza del poema orquestal (único en su producción madura) y ese personaje tan compartido, hicieron que Cósima anotase en su diario: “Fui despertada por el sonido de una música nueva, maravillosa y desconocida”. Y así la sirvió Fischer con sus solistas invitados y cabeceras en la OSCyL: delicada, expresiva y tierna, destacando el encaje tejido por el autor con motivos de distintas escenas de su “Tetralogía”, en particular de su 2ª Jornada, “Sigfrido”, y como tema principal el “de las miradas” de “Tristán e Isolda” y el de la canción de cuna alemana (que tan bien cantó el oboe) “Duerme, niño, duerme”. A señalar la calidad de sonido aportada por la concertino Madeline Adkins, que contagió a sus colegas todo el concierto y a la que se sumaron los demás para ofrecer por 5ª vez un Idilio parejo a como se pensó, con afinados pianísimos (meritorios los de las trompas), dinámicas y acentos   muy controlados. La Sala, al completo, lo acogió muy calurosamente.

“Titán”, nombre de un poema de J. P. Richte, con su héroe Rocquaird, impresionó bastante a Mahler y le sugirió un poema sinfónico en forma de Sinfonía que, en realidad, terminó como Sinfonía programática “modo Berlioz”. Fue su Sinfonía nº 1, en Re M., “Titán” (1884-88). Cuatro años de composición, 5 movimientos, revisión en 1896 eliminando el II y los títulos literarios inicialmente propuestos y nueva vuelta en 1906 aumentando los vientos a 40, con leves modificaciones y amplias cuerdas, arpa y dobles timbales, hablan de la obsesión por mejorar toda la expresión y obsesión musical que el tema le produjo. El resultado acabó por ser más que satisfactorio y la OSCyL fue capaz de traducirlo así, en manos del analítico, concertador y conocedor de su oficio que es Fischer. Mahler marca bien en cada movimiento lo que quiere y, aún sin hacerlo figurar como tal, conserva en mente su esquema inicial. Así se mantuvo: inicial canto a la Naturaleza en luminoso despertar, firme canto del cucu en el clarinete y exposición de motivos de toda la obra, sus fanfarrias, pastorales paseos, en suma: Titán como héroe de la Naturaleza. Vigor en el Scherzo, danza folk alemana, vals lento y lírico en trío, contrabajos librando juntos sus pizzicati pianísimos y rauda coda: el Amor se expande. La marcha fúnebre de Caillot, muy bien ritmada en irónico cortejo al cazador muerto por parte de los animales y su banda de música, señala el naufragio de ese Amor nacido con una estrofa de lied lírico y triste, para combinar luego ambos temas. Y llega la rebelión del hombre con “un grito de corazón herido”, dijo Mahler; y Titán pasa del Infierno al Paraíso, con heroico tema, angustioso momento y vuelta a los temas del principio con los metales exultantes, arpa nítida y coda triunfal que canta el definitivo triunfo del Amor cerrando el ciclo. No importó   leve roce en alguna de las 8 trompas o un agudo imposible en exigidas trompetas o pérdida de claridad en los movidos bajos, pues todo era fruto natural de no perder, tensión, tempo, brillo y concentración en versión sobresaliente, que compitió de igual a igual con las de Bichkov, González-Monjas o Mena, entre las ocho anteriores, pero aún mejoradas prestaciones individuales en todas las familias orquestales. El éxito resonó en la Sala repetidamente.

Entre medias y en primicia orquestal, sonó Himnica (2020) de Francisco Coll (1985), compositor residente en la OSCyL, alumno de Th. Adès, Premio Nacional de Música, con obra estrenada en la LAFO o en la London Symphonie. Según sus propias palabras, son 10 minutos similares a una chacona o pasacalles, donde contrapone la belleza absoluta de la vida con la fealdad que también conlleva, pero no de tono pesimista aunque curse en tempo Adagio. Tiene carácter introspectivo coincidente con el “Idilio” wagneriano”, lo que justifica su inclusión en este programa; y llama la   atención el inicial papel del flautín, bien engarzado junto a sus colegas, al mismo buen nivel que al comienzo de la Sinfonía. Esta Hímnica, muestra el excelente manejo de timbres, texturas y orquestación que exhibe Coll con un gran orgánico. Fischer y sus músicos lo tradujeron bien y así lo entendió el público en su respuesta.

José Mª Morate Moyano

 

Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Thierry Fischer

Obras de R. Wagner, F. Coll y G. Mahler

Sala sinfónica “J. López Cobos” en el CCMD de Valladolid

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