Fascinante programa el que nos ofrecieron el Cuarteto Diotima el pasado domingo en el ciclo Círculo de Cámara del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Dividido en dos partes, en la primera nos ofrecieron el Cuarteto nº 2 ‘Cartas íntimas’, de Leos Janacek, junto con la ‘Suite lírica’ de Alban Berg; y en la segunda parte el último de los cuartetos que compuso Beethoven, y que a la postre, sería su última obra concluida.
Este cuarteto ‘Cartas íntimas’ de Janacek debía llamarse, en realidad, ‘Cartas de amor’, pero el compositor checo cambió el nombre de la obra. ¿Un arrebato de pudor, quizá? Expliquemos los antecedentes. Janacek dedicó toda su vida a la música, pero sólo logró el reconocimiento y el verdadero éxito los últimos diez años de su vida (época, además, la más fecunda y más relevante en cuanto a obras creadas). Casado desde joven, su matrimonio era un mero trámite ya en esos momentos, tras haber sufrido el golpe de la muerte de su hija adolescente. En 1917 conoce a Kamilla Stössl (casada y 30 años más joven) en un balneario, y se inicia una correspondencia mutua donde leemos una amistad profunda, y, por parte del compositor, un sentimiento más intenso (aunque sin arrebatos románticos); en realidad, Janacek dejó escrito su amor por Kamilla en la dedicatoria que le escribió en un ejemplar de Katia Kavanová:
’…No he experimentado ningún amor más grande que el que siento por usted.’.
Como decimos, este amor nunca llegó a término, pero iluminó los últimos años de la vida de Janacek, quien, finalmente sí logró escribirle a Kamilla una apasionada carta de amor en el lenguaje que mejor conocía, la música. Se trata de este Cuarteto nº 2, escrito en 1928 (último año de la vida del compositor) y estrenado el mismo año, un mes después del fallecimiento del compositor. Curiosa dicotomía la que ofrece una obra denominada Cartas Intimas, pero escrita por el autor para ser leída (interpretada) de manera pública ante cientos de espectadores.
Cualquier cuarteto que se enfrenta a esta partitura debe guardar el adecuado equilibrio entre este componente ‘íntimo’, personal, privado, y la faceta pública, la representación pública, la ‘escenificación’ de esa intimidad. El Diotima resolvió este dilema con absoluto rigor y sentimiento musical. Supo despojar a la obra de cualquier ropaje romántico que haya podido vestir esta música a través de una tradición interpretativa ya caduca. Se trata de una obra tonal, pero cuyo lenguaje ya comienza a explorar otros caminos formales. Y los miembros del Cuarteto Diotima supieron ’leer’ estas Cartas íntimas con completa modernidad.
La segunda obra en programa fue la Suite lírica, de Alban Berg. De nuevo una carta de amor, aunque tan críptica que su verdadero significado no ha llegado a nosotros hasta muchos años después del fallecimiento de los protagonistas de este amor. Berg escribió la Suite Lírica en 1926 y dedicó la obra a Zemlinsky. Pero cuando se encontró la partitura manuscrita, tras muchos años perdida, aparece en ella la dedicatoria ‘Para mi Hanna’. Un estudio profundo de la obra revela un juego constante con las notas Fa (F) y Si (H). La esposa de Berg se llamaba Helene, pero la Hanna de la dedicatoria se apellidaba Fuchs. Hanna Fusch-Robettin y Alban Berg se habían conocido en 1925 y, aunque se enamoraron perdidamente, ninguno de los dos rompió su matrimonio. Eso sí, Berg le llegó a escribir en 1931:
‘…todo lo que tiene sentido en mi vida te pertenece y… considero nuestra unión indestructible y…la siento como inseparable… Sea como fuere ¡Soy tuyo y lo seré siempre!’.
La obra admite un análisis musical profundo; Berg utiliza el dodecafonismo de Schoenberg, pero juega con él durante los seis movimientos de la obra no de una manera estricta. Para el oyente, esto se traduce en, permítanme la metáfora, numerosas cintas de sonido que se van entrelazando, que buscan una afinidad entre los espacios sonoros, sin logran nunca esa unidad. A lo largo de la obra hay momentos ligeros, con un aire conversacional, casi intrascendente, junto con otros más graves y oscuros; escuchamos susurros y gritos; conociendo el programa oculto de la obra adivinamos exaltación y pasión, pero también dolor, pesadumbre y lucha contra ese destino que obliga a los amantes a vivir separados.
Todo ello nos llegó a los espectadores gracias a la fascinante cualidad de sonido que tiene el Diotima. Se mueven como pez en el agua en estas obras que van rompiendo las costuras del cuarteto de cuerdas tradicional, hablan con la fluidez del nativo el lenguaje de la modernidad que llega a principios del siglo XX para no abandonarnos desde entonces. El Cuarteto Diotima no es nada complaciente en su sonido, sino consecuente con una obra donde pocos elementos ‘musicales’ se dan por hechos.
Uno solo puede amar el cuarteto de cuerdas, cuyas voces son capaces de adoptar tantas identidades diferentes.
En la segunda parte del recital, el Cuarteto nº 16 en fa mayor, op. 135, de Beethoven. Retrocedemos 100 años, pero al Diotima no le asustó ese salto temporal y estilístico. La música, ciertamente, era muy diferente a la de la primera parte, pero, en realidad, todo depende del talante del músico a la hora de enfrentarse a la partitura. Si lo hace desde la modernidad trae la música al tiempo actual, a la sensibilidad de ahora, que no es, por supuesto, la de principios del siglo XIX.
Ese fue el gran logro del Cuarteto Diotima en este recital, esta es la gran importancia de los intérpretes, los encargados de traer a nuestro tiempo una música fijada pero no estática.
Choca saber que Beethoven está en el último año de su vida cuando compone esta obra. Comienza el cuarteto con un primer movimiento que casi podríamos definir como dicharachero, ligero, saltarín. Y continua con un segundo movimiento cuyo inicio tiene una mayor gravedad, cos como si el compositor dijera: ‘puedo ser divertido, pero también puedo ser serio’. En los dos últimos movimientos la muerte parece que sí quiere asomar, o más bien, se convierten en un momento antes de morir que sirve para reflexionar., para recuperar la vida, no llorar sobre ella. Porque cuando eres artista ¿piensas en la posteridad, en tu legado? ¿O más bien en lo que se ha quedado sin decir, sin hacer, sin crear?
En el cuarto movimiento ya hay más desesperación, asistimos a una respiración y a otra, aunque duela, aunque cueste, hasta llegar a la serenidad y la aceptación
Es el Diotima quien nos hizo llegar todas estas sensaciones y emociones, con su forma de tocar alejada de cualquier romanticismo decimonónico. Interpretaron un Beethoven que podría vivir junto a nosotros, morir a nuestro lado, sin perder por supuesto, la grandeza de una música que ha resistido 200 años.
Un recital para no olvidar, de uno de los grandes cuartetos de este siglo.
Blanca Gutiérrez Cardona
Círculo de Cámara. 9 de noviembre de 2025
Teatro Fernando de Rojas, Círculo de Bellas Artes.
Cuarteto Diotima:Yun-Peng Zhao (violín), Léo Marillier (violín), Franck Chevalier (viola), Alexis Descharmes (violonchelo).
Obras de Léos Janáček, Alban Berg y Ludwig van Beethoven.