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Crítica / Cuerpos resonantes, pieles de piedra - por Joan Gómez Alemany

Madrid - 28/05/2025

En un presente saturado de imágenes, sonidos y discursos, pocas propuestas logran detenernos en seco y obligarnos a escuchar de verdad. KARST, la monumental obra del compositor coruñés Hugo Gómez-Chao, lo consigue. En la Sala de las Columnas del Círculo de Bellas Artes, este 24 de mayo tuvo lugar el estreno madrileño de esta creación, tan sonora como escultórica, tan física como evanescente. Una obra que no se contenta con sonar, sino que respira, muta, se erosiona y se deja habitar. Concebida en estrecha colaboración con la arquitecta y artista interdisciplinar Raquel Buj, KARST nos propone un viaje sensorial por el interior de una cueva imaginada: un paisaje de materiales, lenguas y tiempos que resuenan en la piel y en la memoria.

La formación —inusual y perfectamente aprovechada— estaba compuesta por doce voces y un cuarteto de percusión (Arxis Percussion Group), guiados por el pulso preciso y expresivo del director Armando Merino, quien realizó un trabajo excelente. Junto al coro EVO Ensemble, se encargó de levantar una arquitectura efímera en seis movimientos, que tomó cuerpo en el espacio gracias también al impresionante diseño escenográfico de Buj: una instalación en forma de cueva viviente, tejida con biomateriales que crecen y se transforman como estalactitas.

Aunque los diversos movimientos de esta obra se superponen a veces hasta lo indistinguible, y además son difíciles de limitar por las continuas pausas dramáticas, para mayor claridad del texto, dividiremos sus partes de manera separada, aunque la obra en su enfoque cíclico es toda una.

KARST se inicia como el rumor del origen, desde los primeros instantes evoca un mundo supra-terrenal, por eso el primer movimiento utiliza como texto el Libro de los muertos del Antiguo Egipto. Desde una sonoridad prehistórica, misteriosa o casi subterránea, emergen las primeras resonancias. Poco a poco van surgiendo los instrumentos metálicos que se funden con el harpa del piano, mientras que las voces graves del coro se deslizan en lentos tenuti, en una atmósfera que recuerda un rito ancestral. El propio Gómez-Chao en el coloquio que precedía el concierto, comentó que en Lascaux se pintaba en la pared que más reverberaba de la cueva, es decir, se elegía el lugar por su situación sonora. Una idea muy inspiradora para el compositor y su música, que parece nacer de la tierra, o más bien de las membranas húmedas de una cueva. En este inicio el sonido se construye como una escultura líquida que bien podemos ver en la obra visual de Raquel Buj.  

La cueva en KARST no es un decorado, es el instrumento y una posible metáfora de la pieza. Cada rincón del espacio resuena, absorbe o refleja el sonido, como si la propia arquitectura del lugar participara de la interpretación. La Sala de la Columnas en el Círculo de Bellas Artes llena de espejos y con un formato circular que recuerda a un templo, se transforma en una cavidad acústica que amplifica la escucha. En KARST lo vocal y lo percusivo suelen fundirse en un continuo orgánico. A destacar el trabajo sutil con materiales sonoros inspirados en la instalación de Buj: barras metálicas, piedras, texturas quebradizas que parecen sonar por sí solas, como si alguien —o algo— las hubiera dispuesto para cantar.

El segundo movimiento da un giro radical, ahora se añaden fragmentos del libreto de Richard Wagner para su ópera Götterdämmerung. Tras la lenta densidad casi tectónica del primero movimiento, irrumpe ahora en este segundo de manera veloz una clara estructura, ritmo y articulación. Voces y percusiones tejen un discurso más marcado, más afilado, construido sobre ostinati que se superponen como los estratos de una formación geológica. Aquí los sonidos metálicos brillan, evocando cristales que se tensan como estalactitas de luz. La música no solo se escucha, sino que también se ve.

El escenario —con el público y los músicos dispuestos en círculo— se convierte en una sala ritual. Las voces se alinean al fondo, como una pared vocal de eco, mientras que la percusión rodea el núcleo escultórico diseñado por Buj. A pesar de la energía rítmica, todo en KARST mantiene un pulso lírico, un cuidado por la línea vocal que evita cualquier violencia gratuita. El texto de Wagner sobre el nacimiento del sol se transforma en pura materia sonora irreconocible, no semántica, pero profundamente elocuente. Una estrategia que es seguida a lo largo de toda la obra, ya que el oyente no puede entender el significado del texto, porque el compositor lo utiliza más bien como un material sonoro.

La luz se apaga, y con ello comienza el tercer movimiento, una especie de "nocturno mineral", donde la escenografía cobra vida a través de la iluminación. Las "estalactitas" de Buj, que hasta entonces parecían inertes, ahora respiran con una luz crepuscular y azulada. El sonido, más desnudo, más expuesto, deja espacio a una escucha interior. Gómez-Chao compone aquí desde el silencio, explorando la microtextura del sonido, las inflexiones del aliento, creando una especie de susurro articulado.

La percusión asume el rol estructural, marcando los puntos de tensión, mientras que las voces se deslizan en glissandi tenues, fonemas ruidistas o aire filtrado por vocales para que la voz adquiera un timbre especial. Algunos golpes de gong y los armónicos del piano producen una atmósfera ancestral, un espacio suspendido entre el sueño y el eco. Este pasaje nos transmite el mundo de José Ángel Valente, escritor que nutre este movimiento y por eso, las palabras se vuelven imagen sonora, no mensaje.

La cuarta sección se adentra en un nuevo territorio poético y técnico. El texto de referencia es un pasaje del Tratado de la pintura de Leonardo da Vinci, como también el pasaje de la muerte de Narciso narrado en las Metamorfosis de Ovidio. Italiano y latín se conjugan para unirse en sus diferencias y similitudes. El texto de Leonardo nos introduce el tema de la sombra como proyección o huella del cuerpo en el espacio, una temática muy afín al mito de Narciso. La música recoge estas ideas y las materializa acústicamente, por medio de las resonancias de la percusión, los tañidos de metales afinados (como los crótalos) y las sutiles texturas de la voz, evocando ecos visuales o sombras convertidas en sonido. Todo ello crea una atmósfera que parece rendir homenaje a un gran referente de Hugo, el compositor Luigi Nono, creador de Risonanze erranti. Liederzyklus a Massimo Cacciari.

En KARST las voces y sus idiomas se fusionan con los timbres instrumentales hasta formar una catedral de resonancias, una textura que recuerda —no por casualidad— a Bruckner, otro compositor referente para Gómez-Chao. El resultado es una arquitectura sonora en la que cada detalle importa, desde el juego microtonal del coro hasta la Klangfarbemelodie, que se expande como manchas de luz.

En el quinto movimiento, la obra toma un cariz más etéreo, más frágil e incluso geométrico, ya que la percusión se vuelve casi gráfica, con gestos puntillistas y texturas que podrían dibujarse como un puzle de sonidos. La percusión también genera una sonoridad cortante, ya que silencia las resonancias de los platos suspendidos, produciendo como un grito mudo o un susurro, que a su vez es filtrado por el coro. El texto, extraído nuevamente de El ocaso de los dioses de Wagner, apenas se insinúa. En su lugar, el lenguaje se convierte en paisaje climatológico: viento, lluvia, bruma... Otra vez la idea de la cueva, tan presente en esta obra y que constata la unión entre naturaleza y arte. Por eso KARST tiene similitudes con las exploraciones sonoras que hizo Stockhausen en cuevas prehistóricas. En ese sentido y por lo ya dicho anteriormente, Gómez-Chao dialoga con la historia, hilando ecos de la vanguardia con la tradición, por medio de múltiples referencias como son textos de diversas épocas, así como guiños estilísticos a diferentes compositores. Entre ellos su maestro Beat Furrer o a Helmut Lachenmann, quien este año cumple 90 años y por eso junto al estreno de KARST en Santiago de Compostela, se interpretó su composición Consolation I.

El último movimiento, una especie de eco de lo vivido o en déjà vu, no concluye la obra, sino que la repliega sobre sí misma, la devuelve al origen, como si todo lo experimentado y oído hasta ahora fuera apenas una variación de un mismo impulso inicial. Las voces en modo declamatorio, a veces con una textura antifonal, enfrentan registros graves y agudos. Algo que incide en la especialidad del sonido, que no solo se mueve en círculo como ya hemos visto, sino también de arriba hacia abajo y en múltiples direcciones orgánicas, como los biomateriales utilizados por Raquel Buj. En el final, la percusión como el tam-tam y los armónicos del piano, vuelve a marcar la estructura, mientras que la voz en eco fluye como la mirada en un paisaje. En definitiva, un eco no sólo sonoro, sino histórico y emocional.

La obra culmina en un clímax abrupto, cortado por un golpe seco de percusión, como si estuviéramos presenciando la escena final de una cacería rupestre. El animal cae, y con él se apaga el sonido. El silencio, como tantas veces en KARST, no es vacío, es espacio que respira y reflexiona sobre la invisible del sonido.

Al terminar la obra, el público que llenó la Sala de las Columnas, estalló en un aplauso clamoroso. Sin duda un triunfo compartido, y no era para menos. La interpretación de EVO Ensemble fue impecable, así como el virtuosismo de Arxis Percussion Group, que convirtió los instrumentos en una extensión del cuerpo escultórico que habitaba el centro de la sala. Mención aparte merece Armando Merino, cuya dirección clara, sensible y exigente, fue clave para el éxito del concierto. Su complicidad con la música de Gómez-Chao se notó en cada gesto, en cada pausa.

En conclusión, KARST resulta una obra sumamente interesante por su capacidad de transitar constantemente entre lo sonoro y lo visual, como entre idiomas y textos de diferentes autores que conjugan un montaje literario, al estilo de un ciclo de canciones. También es muy notable resaltar el aspecto interdisciplinar de la obra, que transforma no solo la percepción del sonido, sino también la del espacio, lo escultórico y el tiempo.

Joan Gómez Alemany


Lugar: Círculo de Bellas Artes de Madrid, Sala de las Columnas
Fecha: 24 de mayo de 2025
Título de la obra: KARST
Música: Hugo Gómez-Chao
Escenografía: Raquel Buj
Intérpretes: EVO Ensemble, Arxis Percussion Group
Dirección musical: Armando Merino

 

Foto © Xurxo Gómez-Chao

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