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Crítica / Cuarta de Bruckner para recordar con la Filarmónica de Gran Canaria - por Juan F. Román

Las Palmas de Gran Canaria - 29/04/2025

Primera comparecencia del principal director invitado de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, Leonard Slatkin, en la actual temporada. Abrió el programa, Voyager 130 de Daniel Slatkin, estreno en España, que rememora el viaje de la nave Voyager por el espacio y se articula musicalmente en torno a la Cavatina del Cuarteto nº 13 Op. 130 de Beethoven, citada en diferentes ocasiones y a un motivo original al que se unen sonidos de sintetizador y una serie de saludos en distintos idiomas provenientes de la grabación que la Voyager llevó consigo. El resultado es una obra que retiene la atención del oyente a lo largo de sus 14 minutos, atractivamente orquestada, de la que Leonard Slatkin, padre del compositor, ofreció una interpretación entusiasta, aunque en mi opinión, la parte grabada sonaba a un volumen excesivo impidiendo apreciar la música en vivo, y en muchos momentos no solo no aportaba nada sino que resultaba enojosa de escuchar.

La alondra elevándose, de Vaughan Williams, tuvo en Ruth Rogers, que en la segunda parte del programa ejerció como concertino, a una violinista pulcra en la afinación, de hermoso sonido, especialmente en la zona más aguda del registro donde la obra se muestra especialmente exigente, deslizándose con soltura entre las amplias frases líricas, apoyada por una orquestación camerística, que Slatkin desplegó con primor, plasmando con sutileza el aliento poético de la pieza.

La Cuarta Sinfonía de Bruckner obtuvo de Slatkin una traducción admirable por su pulcritud y aliento. De tempi vivos pero que permitían a la música desarrollarse sin precipitaciones ni tirones de tempo, y uso mesurado del rubato, desarrolló un discurso que mantuvo el sentido de las proporciones entre las diferentes secciones que articulan los cuatro movimientos, basados en la alternancia de dos temas contrastantes, base de la forma sonata, que la batuta individualizó con acierto, empleando una amplia gama dinámica, que no dudaba en descender a pianísimos al borde del silencio, como en el misterioso inicio del primer movimiento, para ir desplegando el sonido en majestuosos crescendos, graduados con seguridad, aunque durante el primer movimiento los grandes climax resultaron excesivos para la cuerda con la que contaba, con lo que los metales se adueñaron casi en solitario de las grandes cumbres.

El segundo movimiento, con sus amplios pasajes a cargo de violas y cellos, sirvió tanto para lucir el excelente estado de estas dos secciones de la Filarmónica de Gran Canaria como para elaborar un fraseo extremadamente pulido, contrastando acertadamente la primera y segunda parte de las amplias frases, desplegadas con delectación, para culminar en una coda triunfal admirablemente resuelta.

El célebre Scherzo, con sus distintivos toques de caza, fue expuesto con envidiable claridad, alternando los diálogos de las diferentes secciones de metales: trompas, trompetas y trombones, con excelente respuesta de toda la sección, que contrastó certeramente con el sosegado y rústico trio central.

En el Finale Slatkin mantuvo firmes las riendas sin perder la concentración, recreándose en la sucesiva aparición de los temas, algunos reminiscencias de movimientos anteriores, expuestos con expresivo fraseo, a la vez que mantenía un riguroso control en los amplios crescendos, culminados en terroríficos tutti en fortísimo, mejor equilibrados que en el primer movimiento. Impresionante en este sentido, la amplia coda que clausura la pieza.

La Filarmónica de Gran Canaria nos dejó una de sus grandes noches, especialmente una sección de metales de sonoridad bruñida y empastada, incluso en los tutti en fortísimo, sin esos sonidos broncos que solemos escuchar en Bruckner, especialmente al llegar al último movimiento de  una obra tan agotadora como esta, con especial mención al solista de trompa Miguel Morales Llopis, que tras un inicio titubeante en su temible solo de apertura del primer movimiento, se rehízo para ofrecer una prestación admirable en el resto de la pieza. Destacar también la excelencia de unas cuerdas de sonido cálido y con cuerpo, capaces de inmateriales pianísimos sin perder redondez y empaste; lástima que fueran solo 50 y no las 60 con las que es recomendable abordar este repertorio. Las maderas estuvieron muy seguras y resolutivas en sus abundantes solos, y el timbal sonó con plenitud, sabiamente controlado por la batuta.     

Juan Francisco Román Rodríguez

 

Ruth Rogers, violin. Orquesta Filarmónica de Gran Canaria/Leonard Slatkin.

Obras de Daniel Slatkin, Vaughan Williams, Bruckner.  

Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas de Gran Canaria.

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