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Crítica / Cuando el mapa sí es el territorio - por Justino Losada

Madrid - 12/12/2023

Pese a la consabida barrera pirenaica las estrechas relaciones musicales entre Francia y España vieron una época dorada a finales del siglo XIX cuando el pianista leridano Ricardo Viñes se instala en París, recomendado por Albéniz, para estudiar con 12 años de edad. Allí  desarrolló una histórica carrera como concertista y docente, llegando a ser un intérprete de referencia que estrenó obras de las numerosas amistades que aglutinó, como las del grupo Les Apaches, entre las que se encontraban músicos como Debussy, Ravel, Schmitt, Falla, Delage o Stravinsky, pero también escritores como Calvocoressi o Fargue, tal y como se plasma en el conocido lienzo de George D’Espagnat, Reunión en Godebski.  Estos aspectos, los musicales y los metamusicales, dan buena cuenta del sentido artístico de Viñes, quien además cultivara también otras artes como la literatura –escribiendo poesía- y ofreciendo un sentido polímata de su vida en el que confluyeron ilustres personalidades de diversas disciplinas.

Con necesaria reivindicación y partiendo de estos elementos como base, tuvo lugar el extraordinario recital pianístico en el Instituto Francés de Madrid que sirvió la pianista armenia afincada en Francia Sofya Melikyan, con ayuda de una detallada entrevista y presentación a cargo del musicógrafo y crítico musical Juan Manuel Viana, quienes, con una mirada en la intertextualidad entre música, literatura y el mundo del arte pusieron de manifiesto el hilo conductor del concierto, fundamentado en “Présence lointaine”, título y programa del disco que recuerda al título homónimo de Vladimir Jankélévitch, recientemente editado por el sello RUBICON que cuenta con obras compuestas y estrenadas por Ricard Viñes.

El concierto se inició con los Quatre Hommages pour le piano del propio Viñes, única obra conocida del pianista que se publicada de manera póstuma en 1945. En forma de pequeña colección de elegíacas y coloristas miniaturas, los Quatre Hommages recuerdan a distintos amigos del pianista. Así el primer número, el noble Menuet spectral se compone a la memoria de Maurice Ravel; el segundo y reflexivo, En Verlaine mineur, a la memoria de Gabriel Fauré; el disonante tercero, Thrénodie ou Funérailles antiques en recuerdo de Erik Satie, y el irónico vals Crinoline ou La Valse au temps de la Montijo se dedica al escritor Léon-Paul Fargue.  En ellos el pianismo de Melikyan quedó en todo momento al servicio expresivo de una música que se enmarcaba en el tiempo y lugar de los homenajeados, del mismo modo que resolvió el resto del programa que contaba con obras, esta vez, dedicadas al pianista.

Así los melancólicos Oiseaux tristes de Ravel que siguieron, recibieron una interpretación bien articulada, de equilibrada digitación y color armónico en su parte central, y con algo más brillo que en la grabación del disco. El Tercer Nocturno en La Bemol de Gabriel Fauré, sonó con expresividad creciente sin perder atención al sentido textural de sus sutilezas armónicas mientras que las poéticas y divertidas Descriptions automatiques de Erik Satie se mostraron con el acento de humor necesario mediante una ágil digitación. Las evocadoras Scènes d’enfants de Federico Mompou que, en manos de Melikyan, sonaron con un coherente buen gusto, tanto en los agitados movimientos centrales como en el fraseado aire de habanera de la cita de La filla del marxant de los movimientos extremos cerraban así, una primera parte sensacional.

Si entre músicas dedicadas, compuestas y estrenadas por y para Viñes hemos trazado los hitos de un plano que no sale de la caleidoscópica ciudad de los cafés, cabarets y mercados que retratara Léon-Paul Fargue en Le pietón de Paris, la segunda parte del concierto nos lleva a la contraparte urbana, esto es, el campo, de mano del compositor occitano Déodat de Séverac. Destacando la importancia de la inspiración regionalista para preservar un patrimonio musical distintivamente francés, Séverac sale de París y se radica en la ladera norte de los Pirineos, en Cerét, donde alumbra obras clave como las imaginativas y coloristas Cerdaña o En Languedoc, obra con la que se cerraba el concierto. Heredera del lenguaje textural de Debussy En Languedoc muestra diferentes escenas genéricas de la vida rural, de las que sobresale el número central Coin de cimetière, au printemps, verdadero centro de gravedad de la obra que, partiendo de una contemplación serena, traza un arco cuyo culmen arriba a un romántico clímax de gran expresividad antes de retornar a su estado inicial.

Una vez más Sofya Melikyan construyó con una interpretación de técnica impecable, un continuo orgánico repleto de diferentes matices en contraste con la primera parte del concierto para demostrar, con un despliegue de lógicos y bien hilados significados en torno a la figura de Ricardo Viñes, un recital que, más que si fuera un mapa, nos mostró todo un territorio.

Justino Losada

 

Sofya Melikyan, piano

Obras de Viñes, Ravel, Fauré, Satie, Mompou y Séverac

Instituto Francés de Madrid

 

Foto © Instituto Francés de Madrid

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