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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - Confluencias Tenerife

Tenerife - 27/11/2018

El pasado día 22 de noviembre tuvo lugar la actuación del Quantum Ensemble en el Paraninfo de la Universidad de La laguna, Tenerife. A pesar de que la tarde estuvo sometida a una inestable meteorología, en la que la lluvia intensa y el cielo encapotado y gris ayudaron a crear esa atmósfera melancólica y grave emanada de las propias obras programadas, el público fiel a este grupo de cámara tinerfeño acudió de forma nutrida a dicho evento. El Cuarteto para clarinete y trío de cuerdas de Penderecki y el Quinteto de cuerdas en Do mayor, D. 956 de Schubert fueron las obras escogidas en este concierto, titulado Despedidas y enmarcado en el ciclo que esta agrupación desarrolla anualmente dentro y fuera del archipiélago canario.

Dos obras que, a simple vista, pudieran parecer distantes, no sólo en el tiempo -165 años las separan- sino en sus correspondientes lenguajes y referencias fueron, sin embargo, inteligentemente programadas por sus claras confluencias: la primera  convergencia porque, según declaraciones del propio Penderecki, su cuarteto está directamente inspirado por el quinteto schubertiano; la segunda, por ser dos obras muy significativas en el catálogo de cámara de ambos compositores; la tercera, debida a las veladas alusiones a otros autores admirados tanto por Schubert como por Penderecki; la cuarta, por sus inhabituales instrumentaciones y, finalmente, porque ambas representan una despedida: vital en el caso del genio austríaco y estética en relación al creador polaco.

Se inició el concierto con la interpretación del cuarteto de Pendercki. El desolador solo del clarinete en la del Adagio (Notturno) fue expuesto gravemente por Cristo Barrios, al que se añadieron gradualmente los restantes miembros de este singular cuarteto, contando con la especial (y ya habitual) colaboración del violonchelista Asier Polo, que supo sacar partido al cambio de scordatura de la cuarta cuerda afinada en sib con sordina de su instrumento, creando una resonancia profunda y, a la vez, delicada que contribuyó a resaltar el carácter contemplativo de este primer movimiento.  Se sucedieron, sin solución de continuidad y con total fluidez, el Scherzo, donde la coordinación rítmica y la obtención de gamas dinámicas y puntos de tensión quedó más que evidente, para después continuar con la Serenade en Tempo di Valse, fragmento muy puntillista en el que se logró una clara exposición de los motivos contrapuntísticos y tínbricos que la determinan.  Por último, el Adagio (Abschied) con el que concluye la obra y que dio título a este concierto (la palabra alemana significa “despedida”) nos sumergió en esa atmósfera dramática, glacial y casi delirante alcanzada por medio de recursos como son la inquietante nota pedal grave del violonchelo sobre el fa, el arriesgado sólo de violín en la Cadenza, que nos lleva desde el sol grave de la cuarta cuerda al aire hasta ese fa# sobreagudo que hiere al oído y al espíritu, sutilmente ejecutado por David Ballesteros, o el final en armónicos del violín y la viola que cierran esta enigmática obra.

Tras una breve pausa fue abordada la obra que sería el centro de gravedad de esta programación: el Quinteto de cuerdas en Do mayor, D. 956 de Franz Schubert. La partitura tiene una instrumentación poco común al añadir un segundo violonchelo en vez de duplicar la viola como era habitual en los quintetos de Mozart y Beethoven.

El Allegro ma non troppo fue bien planteado en el inestable inicio tonal del tema principal, sus transiciones o el carácter lírico del tema secundario, inspiradamente fraseado por los dos violonchelos. Si bien discurrió con la fluidez y los adecuados contrastes entre secciones no fue hasta el Adagio donde el quinteto logró el empaste y profundidad expresiva propios de esta maravilla del romanticismo musical. Desde los primeros compases todos los integrantes del quinteto se unieron con plena convicción y entrega para sustraer de esas páginas los matices más sutiles del lento, melancólico y tranquilo discurrir del tema principal, adjudicado a las partes intermedias y comentado con delicadeza por el primer violín en sus diferentes articulaciones rítmicas, así como  por los pizzicati de gran precisión, colorido y proyección sonora logrados por el violonchelista Iván Siso. El episodio central causó la agitación y el contraste adecuado derivando gradualmente el discurso a la recapitulación de la melodía principal, parafraseada de nuevo por los instrumentos extremos en un diálogo a tres que se disolvió en la más absoluta serenidad. Prosiguió la obra con la ejecución del Scherzo, vivaz y enérgico, y en cuyo Trio volvió a exhibir esta agrupación sus cualidades más expresivas. El Allegretto final fue un verdadero tour de force en el que el quinteto demostró su gran nivel musical y de ejecución técnica, con momentos francamente brillantes en ambos sentidos, más teniendo en cuenta que este resultado fue debido a una formación flexible, que no estable, congregada con certera eficacia para la consecución de los objetivos de esta especial velada intimista y musical.

El resultado fue plenamente satisfactorio y muy aplaudido por un público leal y entregado, que hizo salir varias veces al escenario a los protagonistas de esta jornada. Iniciativas como la trazada por el Quantum Ensemble son de justo y necesario reconocimiento en sus tres vertientes principales: por ofrecer, con la mejor calidad posible, un repertorio clásico en connivencia natural con la música más actual, por el firme compromiso con la creación contemporánea, a través de los encargos directos a compositores vivos, así como por su vocación pedagógica y de difusión mediante la seria de conferencias explicativas desplegadas antes de cada actuación.     

Juan Manuel Ruiz

Quantum Ensemble. Obras de Pendercki y Schubert.
Paraninfo de la Universidad de La Laguna, Tenerife.

(foto de Auditorio de Tenerife © Miguel Barreto)

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