Seguramente gran parte del público que colmaba la sala de la Scala (algo no muy frecuente en conciertos de canto los domingos por la noche, desde hace tiempo) iba esperando algo muy distinto del protagonista de la noche. Acostumbrados a un Erwin Schrott incandescente, derrochando chorros de voz y simpatía, a veces con un punto excesivo, se encontraron frente a un programa, y a una interpretación del mismo que permitió calibrar una faceta en apariencia poco cultivada del artista y sin duda menos conocida.
Con interpretaciones pianísticas de su acompañante, el bravo maestro Alessandro Amoretti (que introdujo la paráfrasis de Liszt de la ’Muerte de Isolda’ del Tristan de Wagner y una ‘Mélodie’ de Rachmaninov, en cada una de las dos partes) el bajobarítono, muy descontraído en su apariencia y distendido, usó el micrófono para contar al público sensaciones y experiencias antes y durante la preparación del programa que fue presentando de a poco con el beneplácito del respetable.
Primero cantó obras conocidas de Cesti y Caccini que figuran en ‘el’ Parisotti, de las que dio una versión intimista y deliberadamente contenida, casi reservada. Luego siguió con dos arias de concierto de Mozart, la primera la más conocida (‘Per questa bella mano’), y la segunda más complicada y virtuosa, donde exhibió un arsenal técnico y de agudos notables (‘Aspri rimorsi atroci’). Concluyó la primera parte con una excelente versión de los ‘Tres sonetos de Petrarca’ de Franz Liszt, de los cuales sobresalió el segundo ‘Benedetto sia ‘l giorno’, con una utilización de medias voces y piani verdaderamente notable.
En este camino conducido por el hilo del amor en sus diversas formas comenzó la segunda parte con el ciclo de ‘Cuatro canciones de Don Quijote’ que Jacques Ibert escribiera para el concurso de música para el film de Pabst sobre el de la Triste figura y que sería la última actuación del gran Feodor Chaliapin. Aunque el artista pidió que no se aplaudiera entre canciones en interés del propio público algunos no le hicieron caso y aplaudieron tras la segunda (‘A Dulcinea’). Todo el ciclo fue notable, pero obviamente la mejor y más conmovedora resultó la última (‘la muerte de Don Quijote’, donde la alocución a Sancho fue emocionante).
Concluyó el programa oficial con un grupo de canciones de Tosti, no todas las más conocidas. Brilló en la primera (‘Rosa’), impactó en la segunda por la interpretación incluso gestual y la alternancia de dinámicas (‘E morto Pulcinella’) , casi susurró la bellísima ‘Ninna nanna’ y concluyó con la conocida ‘Vorrei morire’.
Atendiendo a los aplausos ofreció dos propinas contrastantes, siempre sobre el tema del amor. Primero la gran escena de Felipe II en el ‘Don Carlo’ verdiano, de un dolor hondo pero contenido, y luego la expansiva pasión de ese ‘Rojo Tango’ que ha llevado un poco por todas partes. A ver cuándo se lo vuelve a ver en la Scala.
Jorge Binaghi
Erwin Schrott, bajo-barítono. Alessandro Amoretti, piano.
Recital de canto.
Teatro alla Scala, Milán.
Foto / Brescia e Amisano © Teatro alla Scala