El ciclo Satélites de cámara y polifonía de la OCNE acogió en su sede del Auditorio Nacional de Música el concierto del Cuarteto Aurora conformado por Kremena Gancheva y Laura Balboa, violines; Lorena Otero, viola; y Montserrat Egea, violonchelo.
Un programa que disponía en su seno, dos obras para dicho elenco: una magnífica recuperación, felizmente presentada: el Cuarteto en si menor de Teresa Carreño; y una pieza de repertorio para terminar: el Tercer cuarteto del op. 41, en la mayor, de Robert Schumann.
Un viaje no sólo en lo geográfico, quizás lo más obvio, sino en lo temporal, cronológicamente invertido, eso sí, que fue de la citada compositora venezolana y una de las más grandes panistas de la historia de América y del mundo: Teresa Carreño, a las fuentes genuinas del romanticismo germánico con Schumann; por cierto, en curiosa y virtuosa simetría, pues este último, estuvo casado con otra de las más grandes panistas de la historia, y compositora a la sazón: Clara Wieck.
Para empezar, como ya dije, un bello y bien construido Cuarteto de cuerda en si menor con gustoso material de lógica melódica contundente, y un fluido manejo formal con hábil manejo de una grata modulación romántica, siempre bien entendida y dosificada, pese a los excesos que operaban, al menos aquí en Europa, en aquel frenético paso de siglo donde surgiera esta obra (1898).
Estimulante descubrimiento con momentos de lograda sutileza, a menudo precedidos de certeras modulaciones, como, por citar una al paso, aquélla que presenta el tema del Andante en intenso sobreagudo del primer violín.
El Scherzo que siguió hizo honor a su nombre, en una atrevida mezcla de técnicas, tonalidades y ágil concertación resuelta hoy con detalle; eso sí, con su trio más calmado… y una vuelta no exenta de su suspense… para abocar en limpia e ingeniosa coda.
El Allegro risoluto… resolvió también, con aspiraciones más dramáticas (melo-dramáticas se diría entonces, quizás) de las mostradas hasta el momento, esta espléndida y comprometida obra. Una partitura en la que no faltó un fugado de amplio sujeto y destacado cromatismo que nos llevara a una anhelada reexposición dramática.
El Tercer cuarteto de cuerda op. 41 en la mayor de Robert Schumann llevó aquel lenguaje romántico a sus fuentes originarias. Temas de mayor calado y fuerza poéticas, al margen de otras musas presentes, donde los parámetros puramente musicales, antes dibujados con precisión, entraban en una narrativa más compleja y donde el compromiso se centraba ya en la fluidez lógica de la exposición expresiva de este relato: como en el inicial, y pregnante de alguna manera, Andante espressivo - Allegro molto moderato.
El Assai agitato se revolvió con inquietud, desde esa celebrada innovación rítmica de un adelantado Schumann. Agitación donde brilló sobremanera en la ilazón de sus magníficos cuadros sucesivos, la flexible musicalidad del Cuarteto Aurora.
El Adagio molto se envolvió de lirismo, austero en principio, que se dirigiera con determinación y sorprendentes cambios de timbre y textura hacia una trascendencia “in crescendo”.
El sólido Finale: Allegro molto vivace, trazó fatuas aspiraciones (quasi-) sinfónicas alternadas, a tientas entre la homofonía danzable y pregnante, y el contrapunto “marca de la casa”.
Belleza y autenticidad, conocimiento y reconocimiento, melos, ethos y pathos ofrecidos por el Cuarteto Aurora, representados hoy por dos obras, dos cuartetos de cuerda surgidos en polos alejados de una geografía transoceánica unida por la secreta e incorruptible introspección romántica.
Luis Mazorra Incera
Cuarteto Aurora: Kremena Gancheva y Laura Balboa, violines; Lorena Otero, viola; y Montserrat Egea, violonchelo.
Obras de Carreño y Schumann.
OCNE-Satélites. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto © Rafa Martín