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Crítica / Bartok y el placer del dolor - por Juan Gómez Espinosa

Madrid - 18/10/2022

Se notó ya en el primer compás: no iba a darse el empaste sino, directamente, la fusión. Es un matiz que separa lo correcto de lo excepcional. El Diotima está formado por cuatro individuos de personalidades bien marcadas, como se apreció en los episodios protagonistas de cada uno, pero son capaces de unir el pulso cardiaco para que aflore una sola identidad. En este caso, la de la música de Bartok. Para lograr un ritmo unificado semejante, los Diotima deben de vivir intensamente el tiempo compartido. No sé si tomarán muchos cafés juntos o si se lavan los dientes a la vez (cosas que unen mucho), pero, desde luego, se encuentran los unos a los otros entre los espacios de esta música sin espacios en blanco. Y además tienen un coraje fuera de toda duda.

Enfrentarse a Bartok siempre resulta complicado, porque, además de tratarse de un compositor en absoluto sencillo técnicamente, no es fácilmente digerible para el público. En una escena de Match Point, de Woody Allen, los protagonistas acuden a una grabación de un cuarteto de Bartok; en un momento dado, un personaje ruega que se larguen de allí; no soporta la música; pero no por estética, sino porque aquel discurso inquietante le envía el reflejo de su propia personalidad, poco limpia.

Bartok buscó la limpieza, incluso la pureza, toda la vida (como buen naturista), pero sus pentagramas son zarpazos de una realidad oscura, en cuyo movimiento continuo apenas se puedo uno relajar. Lanzarse al húngaro es lanzarse al vacío.

Otra prueba de la valentía de Diotima: abordar la integral de sus cuartetos de cuerda. Bartok extrajo de las cuerdas todos los recursos existentes para que el aire pudiera convertirse a veces en un muro electrificado. Y además se trata de una serie en absoluto complaciente: se parece a una larga película que, tras horas y horas de desventuras, “termina mal”. En este caso, mesto, dolorido. Así fue el último suspiro del género que creó este autor.

Pero si algo se aprende de Bartok es que el dolor puede provocar un intenso placer (Sacher-Masoch podría haber disfrutado de esta música). Y si el dolor está servido por los Diotima, más. El dolor bartokiano, en principio, se debería llevar a matar con el nacionalismo en el que lo encajan los libros de texto, pero es que Bartok fue el más universal de los nacionalistas. Por supuesto, sus conocimientos sobre el tesoro popular (amplio y plural en el caso de su tierra) era profundo, pero los aprovechó para volcar toda la inquietud de una época de quiebra política, emocional y social. Vamos, que el folklore para Bartok resultó un McGuffin.

Los Diotima, obviamente, cuidaron los recursos nacionalistas del autor, pero sin caer en la verbena folklorista (demasiada gente abusa de este aspecto). Los cuatro músicos, además, aportaron una intensidad que unificó las tres obras del domingo. En un arco temporal que cubre más de veinte años, es natural encontrar diferencias estilísticas e incluso emocionales. Nos encontramos al Bartok vehemente (segundo cuarteto), al intelectual (cuarto) y al del ocaso (sexto).

Los Diotima marcaron bien estos rasgos, pero unificaron los tres episodios biográficos mediante un aliento común lleno de sabiduría y emoción. Resultado: el Bartok vehemente no se desbocó, el pedante no se limitó a exponer la proporción áurea y el mortecino lanzó un último suspiro lleno de ternura. Y una última muestra de valentía: tras el último mesto, los Diotima ofrecieron una propina de... ¡Ligeti! Sí, vale, otro húngaro universal y único y genial, pero... ¡Ligeti! Los Diotima debieron de pensar: “Si esta gente ha dedicado su fin de semana a Bartok, no nos van a defenestrar por un Ligeti”. Y se les agradeció.

Juan Gómez Espinosa

 

Círculo de Cámara. Temporada 2022/2023

Obras de Béla Bartók (1881-1945). Integral de los Cuartetos II: Cuarteto nº 2, op. 17, Sz 67; Cuarteto nº 4, Sz 91; Cuarteto nº 6, Sz 114

Cuarteto Diotima (Yun-Peng Zhao, violín; Léo Marillier, violín; Franck Chevalier, viola; Pierre Morlet, violonchelo)   

17 de octubre de 2022. Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid

 

Foto © Antonio Moral (vía Twitter)

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