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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Fazil Say: Yürüyen Kösk, desde la provincia de Yalova - por Ramón García Balado

A Coruña / Ferrol - 17/10/2022

Fazil Say entrenaba Yürüyen Kösk, pieza con la que abría sesión con la Real Filharmonía de Galicia y que se añade a otra ofrecida la temporada pasada, Never Give Up, con carácter reivindicativo que escuchamos a la chelista  Camille Thomas, quien la llevaría al disco con la O.F. de Bruselas, dirigida por Mathieu Herzog. Fazil Say y para el programa de esta ocasión, se añadió el Concierto para piano en Do M. K. 467, de Mozart y la Sinfonía nº 7, en La M. Op. 92, de L.v. Beethoven.

Fazil Say, artista prolífico, estudió piano con Mithat Fenman, quien le dotaría para el arte de la improvisación y el estimulo creativo. Pronto recibió encargos desde el Festival de Salzburgo, la WDR, la Dortmund Konzerhaus, Schelwig-Holstein, Mecklenburg- Vorpommern o la Bienal de Munich, cultivando los géneros más diversos. Destacó por su técnica sobresaliente, atendiendo a los barrocos y clásicos o románticos, ampliando a estilos camerísticos con músicos como Sol Gabetta, el Borussan Quartet, mientras durante un largo período fue artista en residencia del Dortmund Konzerthaus.

Yürüyen Kösk Op. 72 (La mansión andante), es obra en cuatro espacios sin solución de continuidad, de tintes orientalizantes, una rapsodia para piano apoyada en recursos expresivos tomados de la tradición turca con variaciones jazzísticas y de las vanguardias actuales, nacida de un quinteto de cuerdas, para sobredimensionarse en un contexto expresivo que nos sitúa en un paisaje fantástico con visos de leyenda nacida en el entorno de la provincia de Yalukova. En su transcurso ayuda a crear un estado de expectante inquietud atmosférica por su pretensión mantenida en defensa de la naturaleza y que parte de los años de Kemal Atatürk, a finales de los veinte. En el bis, tras la lectura del concierto mozartiano, añadiría una breve pieza de parecida textura. 

Mozart con el Concierto para piano, en Do M. nº 21 K.467,calificable como un transcurso de la oscuridad hacia la luz, uno de los sublimes ejemplos de su armonía iridiscente, marcada por su amplitud debida a la vistosidad  que concede su tonalidad, siendo el más completo de los propuestos en la  misma. Una de sus obras más gozosas que para P.Rattalino, estudioso de su obra pianística, destaca por la prodigiosa riqueza de sus movimientos, tras los oscuros ramalazos del precedente K. 466, esta obra parece pretender una tregua emotiva.

La celebridad de este concierto en concreto, reluce en Fazil Say desde el Allegro maestoso, partiendo con su tema de marcha, definido por el diálogo entre cuerdas y viento, con un claro talante solemne y con una respuesta de un segundo tema que se define a modo de un recatado diálogo de flauta y oboes. Un retorno valdrá a modo de una cadencia, para que se reafirme el sentido de la marcha en la orquesta, con un solista que contribuye a un tentador ritornello en su absoluto poderío. El tema del comienzo, otorga protagonismo al piano en plena luminosidad, con un pasaje definido por el contrapunto de un protagonismo claro para el lucimiento del solista. Uno de los momentos sublimes de la obra, antes de la recapitulación orquestal.

El Andante es movimiento al que se recurre para los tratamientos más gratuitos, de ahí su celebridad. La genialidad llevada a su grado sublime, por la naturalidad contagiosa de pura poesía, que ayuda a convertirle en un movimiento único en sus valores expresivos. Magistral arte de la modulación en un amplio despliegue ya desde sus inicios en ese deslizamiento de tonalidades y en el que el solista se reserva la última palabra. La breve coda final, nos transporta a un estado de ensoñación, clave del movimiento gracias al colorido repartido entre maderas y metales.  El Allegro vivace, un previsible rondó, para redondear el concierto, cubre las necesidades expresivas de una obra tan seductora en su inspiración, merced al trato que proponen solista y orquesta, a la espera de un “tutti remarcado por imitaciones.

La Sinfonía nº 7, en La M. Op. 92, de L.v. Beethoven, es la apreciada Apoteosis de la danza,  en esa definición wagneriana, y la gloriosa coronación de la gloriosa libertad creadora, lograda mediante la superación de la fase crucial del individualismo heroico o la sublime obsesión de las urgencias sobre el contenido. Can Okan se decidió  por destacar el entusiasmo contagioso en obra que tanto se presta.  Para un reflexivo y  brutal contraste, todo un K.Mª  von Weber, arriesgará afirmado que nuestro Divino Sordo,  estaba listo para el hospital psiquiátrico. En fin, opiniones para dar y recibir. El  Poco sostenuto-Vivace, ciertamente largo y pomposo y que para su admirador Berlioz, se planta como una estrategia preparatoria usada en las primeras sinfonías y abandonada en las siguientes.  

El Allegretto ciertamente  huidizo pero insuperable gracias a su fascinación creada no solo por los temas sino también por su  entrecruzamiento y los juegos armónicos en una oscilación sin reposo entre el mayor y el menor y que según agudos analistas, la nostalgia parece imponerse a la alegría. El contraste logrado por el autor en este tiempo, se alcanza mediante la contraposición idealizada marcada por la marcha fúnebre. El Presto, luminoso y atractivo, gracias a su entusiasta vitalidad que en ciertas acepciones, raya con la arrogancia. El Allegro con brio, embargado por la magia y un planteamiento solemne, nos descubrió  una tendencia hacia una abstracción constructiva, con una coda tratada como una fanfarria exultante. Quedan en el aire infinitas sugerencias como una melodía báquica, un remolino vertiginoso, una furia frenética o una orgía carnavalesca.

Ramón García Balado

 

Fazil Say

Real Filharmonía de Galicia / Can Okan

Obras de Fazil Say, W.A. Mozart y L.v. Beethoven

Auditorio de Galicia

Auditorio de Ferrol     

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