Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Barbara Hannigan debuta como directora en España con la OFGC - por Juan Francisco Román

Las Palmas de Gran Canaria - 23/06/2025

Debutó Barbara Hannigan con la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria en su doble faceta de cantante y directora con un imaginativo programa en espejo dedicado al clasicismo del XVIII y al neoclasicismo del siglo XX

Abrió programa la Sinfonía nº 1 Clásica de Prokofiev en una lectura diáfana y luminosa, de tempi moderados, primorosamente fraseada, que resaltó los súbitos contrastes forte-piano, y su carácter lúdico y desprejuiciado propio de un veinteañero Prokofiev. La batuta se cuidó tanto de revelar la limpieza de la estructura clásica de la pieza, como de los procedimientos propios de la música del siglo XX, superposiciones armónicas, giros melódicos e instrumentación con resabios humorísticos, que le dan a la obra su personalísimo carácter. Llamaron la atención los muy marcados ritardandos en la conocida Gavota, que alcanzaría mayor fama al incluirla posteriormente Prokofiev en su aclamado ballet Romeo y Julieta.

Posteriormente tuvimos en escena el ciclo de canciones Las Iluminaciones, basado en nueve poemas del mítico poeta francés Arthur Rimbaud, musicados por Benjamin Britten, que no escuchábamos en la isla desde hacía décadas. Aquí Hanningan deslumbró en su doble cometido de cantante y directora. Partiendo de una voz de soprano lirico-ligera de timbre un tanto impersonal, a la pieza le va mejor una lírica con un centro y graves de mayor entidad, bien  colocada y proyectada con seguridad, la cantante canadiense nos dejó una lectura de gran intensidad, que no dejó ningún resquicio sin iluminar, manteniendo siempre esa pátina de misterio al borde del abismo, haciendo gala de una admirable articulación, un fraseo intencionado y una amplia paleta de acentos y colores junto a una rica gama dinámica. La amplitud de la sala y su acústica poco favorable a las voces impidió escuchar con nitidez el texto. La sección de cuerdas de la OFGC realizó una ejecución arrolladora, atentísima a las escuetas indicaciones de la cantante-directora, se adivinaba una concienzuda labor de ensayos.

Con las Sinfonía para Instrumentos de viento nos adentramos en el Stravinsky neoclásico más críptico y austero, muy lejos de la exuberancia de los tres grandes ballet de principios del XX. Inspiradas muy libremente en la obra de los Gabrieli en la Basílica de San Marcos y en la música litúrgica ortodoxa, al menos en su espíritu sacro y solemne, se trata de una obra de gran austeridad, sin concesiones para el oyente, que se ve inmerso en una atmósfera hierática y oscura, solemnes trompas, trombones y tuba, quebrada por las llamadas de las maderas en el registro agudo, que obtuvo de Hanningan una lectura precisa y limpia, de rítmica bien perfilada, que situó en primer plano las inusuales amalgamas de acordes y su carácter de rito sacro.

El cierre estuvo a cargo de la última de las sinfonías de Haydn, Sinfonía 104 Londres, con la que el compositor puso fin a su extensa trayectoria sinfónica. La directora canadiense utilizó una plantilla amplia, con cuerdas 10/10/8/6/4 más parejas de maderas, trompas y trompetas y timbales, sin recurrir a instrumentos de época, con un empleo muy comedido del vibrato. Ello le permitió una sonoridad robusta y con cuerpo, no exenta de ligereza y agilidad, de texturas generalmente bien aireadas y tempi razonables para permitir un fraseo cómodo y desahogado. 

Fue una interpretación que destacó los aspectos más turbulentos, con un primer movimiento que por el carácter arrebatado y la densidad de algunas secciones podía prefigurar a Beethoven. De contrastes muy marcados, fue ejemplar en este sentido el andante, donde a la violenta irrupción de la parte central contrapuso unos extremos de olímpica serenidad clasicista. En el minueto los excesivos ritardandos, igual que había sucedido en Prokofiev, dejaron una sensación de artificiosidad. En el finale, unos tempi apresurados restaron claridad a la ejecución, aunque redundaron en el progresivo incremento de la tensión hasta los acordes finales. En todo el programa tanto Hanningan como los músicos mostraron una especial sintonía.  

Juan Francisco Román Rodríguez

 

Barbara Hannigan, soprano y dirección.

Orquesta Filarmónica de Gran Canaria.

Obras de Prokofiev, Britten, Stravinski y Haydn. 

Auditorio Alfredo Kraus, Las Palmas de Gran Canaria.

 

Foto © Sabrina Ceballos

59
Anterior Crítica / Músicas para el recuerdo - por Gonzalo Roldán Herencia
Siguiente Crítica / Una Rusalka en la que el realismo no ahoga a la emoción - por Juan Carlos Moreno