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Crítica / ¡Ecco il leone! - por Enrique Bert

Bilbao - 23/05/2025

En cualquier representación de Otello el reto es que el tenor responda a las exigencias del papel, lo que no es asunto baladí. En el caso que nos ocupa existía cierta expectación acerca de las prestaciones de Jorge de León y conviene decir cuanto antes que estas se colmaron con amplitud: voz ancha, de hermoso timbre y con intenciones de matización dignas de aplauso, de León hizo un Otello referencial en los tiempos que corren. Habrá quien quiera encontrar limitaciones pero en décadas de aficionado a la ópera no había escuchado un León de Venecia tan compacto, rotundo y concluyente. No le quedó a la zaga una Ermonela Jaho de pianos celestiales, que fue capaz de desentrañar cada una de sus frases, dándole a su fraseo la necesaria intención. El imperioso contraste vocal entre tenor y soprano en una obra de personajes con caracteres tan opuestos quedó sobresalientemente diseñado por estos dos cantantes.

Y como no puede fallar la tercera pata del trípode, Claudio Sgura colaboró a ello. De presencia física imponente quizás pueda reprochársele cierta falta de “maldad vocal” pero su Jago fue todo lo perverso que de él se puede esperar. Muy bien Mikeldi Atxalandabaso en un Cassio de manual y con una presencia importante en el concertante del acto III; y en modo notable todo el resto de papeles, a saber, Anna Tobella (Emilia), Fernando Latorre (Ludovico), Vicenç Esteve (Roderigo), José Manuel Díaz (Montano) y David Aguayo (heraldo).

Pero creo de justicia resaltar el trabajo de la batuta en una ópera de sólido componente sinfónico. Francesco Ivan Ciampa llevó con firmeza el drama y tuvo detalles que nos hacía pensar en su implicación. Así, en la plegaria de Desdémona del acto IV abandonó la batuta y se recogió casi coparticipando en la misma oración con la desdichada mujer; por otro lado, y mientras esa parte del público que sufre del efecto Pavlov con el telón aplaudía mientras la orquesta aun finiquitaba la obra, Ciampa rogaba silencio a un público que, lógicamente, no le hizo ni caso. Eso debe de ser “entender” de ópera. El Coro de la Ópera de Bilbao comenzó dubitativo –y es que esa primera escena se las trae, admitámoslo- para terminar con un acto III extraordinario.

La puesta en escena de Ignacio García era válida para Otello como podría serlo para casi cualquier ópera de Verdi, es decir, una de esas que decimos que no molestaba aunque aportaba más bien poca novedad. Lo más interesante, el juego de luces de Albert Faura que transcurría del blanco luminoso con Desdemona hasta el rojo sangre de Jago.

El Palacio Euskalduna presentaba muy buena entrada y la respuesta del público fue, para la austeridad típica del público bilbaíno, exuberante. Eso sí, no puedo dejar de mencionar el tema de la traducción simultánea en la parte de castellano –aquí las óperas se subtitulan en las dos lenguas oficiales al mismo tiempo-, sobre todo en los dos primeros actos, con una traducción tan literal que algunas frases eran, sencillamente, incomprensibles. Y ahora, a esperar la presentación de la 74ª temporada, la que debería haberse hecho antes del último título, aunque solo fuera por respeto al abonado.

Enrique Bert

 

Ermonela Jaho, Anna Tobella, Jorge de León, Claudio Sgura, Fernando Latorre, etc.

Orquesta Sinfónica de Kiev / Coro de la Ópera de Bilbao. Dirección musical: Francesco Ivan Ciampa.

Dirección escénica: Ignacio García.

Otello, de Giuseppe Verdi.  

ABAO Bilbao Opera, Palacio Euskalduna.

 

Foto © E. Moreno Esquibel

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