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Crítica / Apolo en el Olimpo - por Gonzalo Pérez Chamorro

Madrid - 31/01/2025

La esperada visita de la gloriosa Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam (ver un ensayo publicado en RITMO de febrero) para Ibermúsica, tuvo como protagonista a su nuevo director, ya designado como titular en 2027, el finés Klaus Mäkelä, un Apolo en el Olimpo de las orquestas sinfónicas como es la Concertgebouw, una formación que en cada actuación que se le presencia no se puede pensar, ni imaginar, que haya otra mejor.

Para la primera cita madrileña, Mäkelä optó por un programa ya muy trabajado que giraba sobre el amor, sucumbiendo en ese megaegocéntrico poema sinfónico como es Vida de héroe, una manifestación de poderío de un Richard Strauss en su salsa, que se interpretó siguiendo las partes originales para cada instrumento marcadas por el compositor y el director Willem Mengelberg, titular de la Concertgebouw en 1898 y dedicatario de Vida de héroe.

Klaus Mäkelä tiene swing desde que hace su aparición en la sala, caminando con la elegancia de un joven modelo, asintiendo con la cabeza a los aplausos y en complicidad con “sus” músicos, y luciendo un traje con una pajarita ligeramente gruesa que destila elegancia y sobriedad, llevándolo como nadie. Este gentleman tiene además un curioso nombre-apellido con dos “k” y dos diéresis que bailarán de lugar según quien las escriba y en el país que se escriba (me consta ya…); es, en definitiva, un nombre con gancho. Pero lo más importante es la confianza que tiene en sí mismo a la hora de dirigir, sin dubitaciones y estridencias, aunque es cierto que la Orquesta del Concertgebouw es un lugar seguro para un director con talento, pues va a responder con solvencia a lo que se le exija.

Por su juventud (29 años) no es un director con trayectoria personal, se la está creando día tras día, pero es un director creador y un director autor, no un mero conductor que espera que sea la orquesta la que personalice la interpretación final. Todo llegará con este Apolo de la dirección de orquesta.

Hablar de la Orquesta del Concertgebouw es hablar de lo mejor del mundo, sino la mejor. Es tal su perfección, belleza sonora, equilibrio, calidad técnica individual, entendimiento de cada obra, que cada interpretación parece un milagro. Así fue, por ejemplo, con Subito con forza, de Unsuk Chin (un homenaje a Beethoven por cada poro), breve pieza orquestal que destila entretenimiento, buen gusto y mucho humor, y que muchas orquestas “despacharían” como una música de circunstancia en el lugar y momento equivocado.

La intimidad conseguida en la sala grande del Auditorio Nacional de Música con el Idilio de Sigfrido solo es posible si hay un profundo compromiso sonoro, como así fue; la percepción de estar ante un momento de liturgia ensoñadora, ausente de todo conflicto o violencia (Wagner tiene ambas facetas en su máxima expresión) se hizo palpable de la primera a la última nota. Memorable.

Con Strauss, Klaus Mäkelä, nuestro Apolo, dios de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio y de la razón, precisamente elaboró una Vida de héroe acorde a estos principios (momentos de alta intensidad los hubo, muchos, pero no buscó altas concentraciones de clímax como en las interpretaciones de los clásicos maestros straussianos, con Zeus Karajan a la cabeza). Su lirismo proverbial ayuda a entender la obra, y tal narración y descripción de los hechos ya es un logro personal de Mäkelä, pues de hacer sonar tan bien a una orquesta a hacer hablar a una orquesta, hay un trecho muy grande. Ha dado el primer paso, se le esperan muchos más.

Gonzalo Perez Chamorro

 

Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam  / Klaus Mäkelä

Unsuk Chin - Subito con forza; Wagner - Idilio de Sigfrido; Strauss - Una vida de héroe

Ibermúsica. Auditorio Nacional de Música, Madrid.

 

Foto © Rafa Martín / Ibermúsica

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