Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Homenaje sinfónico a Ramón y Cajal - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 01/02/2025

La Orquesta Sinfónica de Madrid presentó con Gustavo Gimeno (portada de RITMO de enero) al frente, un homenaje a Santiago Ramón y Cajal en el Auditorio Nacional de Música.

Un programa que culminaba con la garantía de éxito que asegura, cerca ya de ciento cincuenta años después de su estreno en 1888 (!), la incombustible Quinta sinfonía de Tchaikovsky.

La obertura de la ópera El Príncipe Igor de Alexander Borodin hizo su consabido papel de exordio. Una obertura no demasiado transitada, dentro de lo que cabe, un tanto relegada por la brillante escena sinfónico-coral de las Danzas polovtsianas, pero con un potencial similar en lo rítmico y, sobre todo, en lo melódico-tímbrico (elogio a renglón seguido, a la sección de trompas y su primer atril), a otras piezas de este mismo género del repertorio. Buen pulso y notorio ajuste en una versión dinámica que me recordaba otros tiempos, cuando estás páginas sinfónicas de tirón popular, eran más habituales en los programas.

A esta obra inaugural le siguió otra que, en otro orden de cosas, también extraña sobre el papel, su escasa reposición. Nos referimos al Divertimento de “El beso del hada” con que Igor Stravinsky compensó la falta de éxito de su ballet homónimo original. Lucimiento para muchos de los atriles y para el podio, por descontado, con movimientos de calado casi camerístico, dificultad rítmica e imaginativa orquestación, resueltos siempre con claridad y similar dinamismo a las otras dos obras más celebres que la rodeaban.

El cruce de temas de un Tchaikovsky, aquí homenajeado y, la mano, versatilidad técnica y refinado estilismo de Stravinsky, dan con una obra estimulante en lo técnico, que mantiene su grado de expectación previa.

Una página de Stravinsky que, eso sí, apelando a un género un tanto difuso y comodín, el divertimento, trata de reciclar una obra de ballet que, la mayoría del tiempo, sigue sonando a eso, a música de ballet (sin ballet…).

La Quinta sinfonía en mi menor de Piotr Ilich Tchaikovsky era, como ya dije, el manjar final de este menú musical en homenaje a Ramón y Cajal.

Un suculento manjar bien servido en sus cuatro movimientos. Las características ya demostradas antes, tenían aquí un fruto inmediato de patente musicalidad, tensión expresiva y, por qué no, espectacularidad orquestal.

Definición rítmica, gesto amplio y versátil, reflejos… equilibrio formal y una resolución conjunta que, así, desarrolló y dirigió, con eficacia y maneras, esta partitura, escrita ya con adelantado sentido cíclico y coherente de la forma sinfónica como un todo unitario.

Una obra que esconde, tras su destacada inspiración y gusto melódico toda la fuerza de una estructura formal que sólo precisa de ajuste, entrega y definición detallada para cumplir con su poderoso y hasta entusiasta por momentos, cometido emocional.

Luis Mazorra Incera

 

Orquesta Sinfónica de Madrid / Gustavo Gimeno.

Obras de Borodin, Stravinsky y Tchaikovski.

Auditorio Nacional de Música. Madrid.

 

Foto © Marco Borggreve

60
Anterior Crítica / Apolo en el Olimpo - por Gonzalo Pérez Chamorro
Siguiente Crítica / Schumann y Mahler: Vidas revestidas de ingratitudes - por Ramón García Balado