El año 2025 nos ofrece un cruce de caminos singulares, se cumplen 100 años de la muerte de Erik Satie (1866-1925), el compositor más excéntrico, genial y lúcido de la modernidad francesa, y, al mismo tiempo, el Grup Instrumental de València celebra 35 años de existencia. Dos fechas que, en apariencia distantes, se entrelazan en un concierto que no es un simple homenaje, sino un acontecimiento artístico total, en el sentido inverso a la estética de Wagner, es decir, sin grandilocuencia, sin pompa, pero desde el happening, la ironía y el cabaret. Porque Satie (un gran antiwagneriano) nunca fue un compositor más, sino un personaje inclasificable que atravesó diversas corrientes artísticas, dejándonos una música que parece fuera de tiempo. No es casual que, en su época de fastuosas óperas y orquestas inmensas, afirmara: «Vine al mundo muy joven, en una época que era muy vieja». Y el Grup Instrumental de València, desde 1994 bajo la dirección de Joan Cerveró, tampoco es un ensemble convencional. Se trata de un laboratorio sonoro especializado en las músicas del siglo XX y XXI, galardonado en 2005 con el Premio Nacional de Música por su destacada trayectoria. Así, la unión de Satie y el Grup en este 2025 no podía dar lugar a un concierto “normal”, sino a un dispositivo escénico múltiple. Un collage donde teatro, cine, música, palabra y performance, dialogan para invocar el espíritu de un creador que hizo de la contradicción su identidad más profunda. Bonjour, Monsieur Satie!, así se titulaba el acto, rebosó de un grandísimo éxito, demostrando lo necesarios y bien recibidos que son este tipo de eventos.
El concierto escenificado contó con el polifacético Antonio López-Guitián “Tonino” (escritor, guionista, actor y cantante) quien dio vida en escena a un Satie fascinante. Junto a él, la soprano María Bazal, la violinista Mª Carmen Antequera y el pianista Carlos Apellániz, hilvanaron un excelente tejido sonoro que guiaba al público en los “mil y un estilos” de Satie. Con sus interpretaciones precisas y esmeradas, produjeron un recorrido por el maravilloso eclecticismo que caracteriza al compositor, desde el misticismo espiritual hasta los ensayos proto-minimalistas, y del cabaret al dadaísmo.
El hilo conductor del acto fue realizado por “Tonino”, que se intercalaba entre las piezas interpretando a Satie no en el sentido clásico, sino que lo evocaba, lo citaba, dejándolo hablar a través de sus textos seleccionados de sus célebres Cuadernos de un mamífero y Memorias de un amnésico. No se trataba de una caricatura, sino de una recreación cargada de matices. Emergía un artista profundamente humano, ácido y melancólico, tierno y excéntrico, ridículo y, al mismo tiempo, genial. Además, el actor tenía un parecido físico con Satie sorprendente, acentuado por sus discursos en francés y por el sombrero bowler característico del compositor. Sus palabras no buscaban provocar carcajadas fáciles, sino revelar la profundidad de un humor que es siempre un modo de pensar. Así escuchamos frases donde Satie ridiculiza el conservatorio, recuerda su obsesión por vestir siempre igual, o inventa el “satinismo”, confesando que es una palabra que no suena demasiado bien... Con ironía sutil, la escena nos devolvía a un compositor que, un siglo después sigue incomodando por su lucidez, porque fue alguien que supo desarmar las instituciones, burlarse de la pomposidad casposa de ciertos artistas, y, al mismo tiempo, escribir algunas de las melodías más delicadas y conmovedoras de la historia de la música.
Cabe destacar la inteligente y original decisión de prescindir de un programa cronológico o de la simple agrupación por estilos, optando en su lugar por un gran collage al más puro estilo de Satie, amigo de Picasso y considerado padre del cubismo. En ese sentido, el inicio es una muestra esclarecedora. Las primeras obras fueron Musique d’ameublement: N.º 1 Tenture de cabinet préfectoral (1923), Ma Normandie (1886) y Allegro (1884). Con gran contraste le suceden las piezas del llamado periodo místico de Satie, como las Ogives (1886) y algo más adelante la Première pensée Rose+Croix (1891). Es de gran interés citar el lugar del concierto, un antiguo refectorio gótico de un convento, hoy convertido en el Centre del Carme Cultura Contemporània. Bonjour, Monsieur Satie! fue saludado bajo las ojivas que tanto inspiraron al compositor (es lo que significa en francés Ogives), y el sonido peregrinaba por los muros de piedra, cuya resonancia natural convertía la música en un eco de gran belleza. Por eso sus piezas místicas interpretadas al piano tuvieron un brillo tal, que el instrumento parecía transfigurarse en un órgano, filtrándose el sonido por la penumbra, y multiplicando el carácter litúrgico y sacro de las composiciones. Pero no había momento para embriagarse con “estos perfumes sagrados”, ya que el público no estaba en un concierto eclesiástico, sino en un happening-cabaret-performance que transitaba por numerosos registros diferentes.
Otras destacadas obras que se escucharon fueron la Gnossienne n.º 1 (1890), austera y suspendida en el tiempo, que convivía con el Satie de las hermosas y famosas Gymnopédies n.º 1 y 2 (1888). Cambiando radicalmente de estilo, se interpretaron las sentimentales Je te veux (1902) o Tendrement (1902), canciones de cabaret tiernas y ligeras, o especialmente el Satie humorístico de Choses vues à droite et à gauche (sans lunettes) (1914), donde ridiculizaba el anquilosamiento de la fuga y el coral. También apareció el Satie experimental y vanguardista, con la pieza minimalista y conceptual Vexations (1893). El GIV interpretó todo ello con precisión y frescura, evitando el peligro de la museificación y el academicismo, convirtiendo cada obra en un poema sonoro que dialoga con los gestos y el silencio. Se pudo enseguida intuir la gran profesionalidad de los músicos y su dilatada experiencia, en un concierto nada fácil y rigurosamente ensayado. Además, para enriquecer y dinamizar el acto, a lo largo de este se contó con proyecciones que ampliaron la experiencia auditiva, mostrando junto a la música las ilustraciones estilo “art déco” de Sports et divertissements (1914), imágenes de los lugares por donde transitó el compositor y preciosistas y hermosas partituras manuscritas de Satie, por eso su amigo Man Ray decía de él que era «el único músico con ojos». Todo resultaba un vaivén entre lo histórico y lo poético, entre lo documental y lo imaginario, creando un mosaico que tenía una cualidad netamente cinematográfica, algo totalmente coherente con el espíritu de Satie. Hay que añadir que la utilización de “interludios” entre las piezas musicales, como discursos hablados, proyecciones sonoras por altavoces, cine, teatro, cabaret y un largo etcétera, creaban una especie de “musicircus” en claro símil con John Cage.
El momento culminante del evento llegó con la proyección de Entr’acte (1924) de René Clair, con música de Satie, siendo la obra más larga del concierto (17 minutos). La interpretación en directo del pianista Carlos Apellániz fue un prodigio de sincronización, sus ojos viajaban de la partitura a la pantalla siguiendo el ritmo frenético de las imágenes. El público comprendió entonces que Satie fue también pionero en la creación de música para el cine experimental y de vanguardia, siendo capaz de pensar la relación entre sonido e imagen de un modo que anticipaba la instalación audiovisual, la banda sonora contemporánea e incluso el videoclip.
Al terminar Entr’acte, la sala se llenó con un emocionado y prolongado aplauso. Hay que comentar que decenas de personas se quedaron fuera del concierto haciendo cola, y dentro buena parte del público tuvo que seguir el espectáculo de pie. Ese exceso de demanda es la prueba de que Satie sigue vivo y que su figura sigue fascinando. Además, esto demuestra que las propuestas tan originales y bien construidas como las del Grup Instrumental de València, son necesarias en un panorama cultural que a menudo teme el riesgo y se contenta con la convención más anodina. El actor se despidió del acto alzándose el sombrero, como si Satie mismo nos dijera: Adieu, Monsieur public! Pero antes de terminar realmente, la soprano María Bazal ofreció un íntimo bis, después de tanta ironía y espectáculo. El público respondió con otra ovación larga y sincera, que confirmaba la magnitud de lo vivido.
El arquitecto de la velada, Joan Cerveró, fue el responsable de la idea, el guion, la dirección musical y escénica. Su planteamiento no era el de un concierto con añadidos, sino un todo integrado, donde las piezas musicales, los textos, las proyecciones y la actuación formaban parte de una misma partitura expandida. Cerveró demostró que dirigir hoy un ensemble no significa solo marcar entradas y compases, sino pensar la música como una experiencia total, algo que él potencia continuamente al fusionar con gran destreza múltiples tareas, que van de la dirección a la composición, de la escritura al comisariado, de la gestión cultural al arte sonoro y un largo etcétera. Y en esto hay que decir que en cierta manera coincide con Satie, ya que ambos comparten un enfoque interdisciplinar para romper formatos y cuestionar la frontera entre concierto, performance y teatro. No es casual que Cerveró comisariara en el Museo EACC una gran exposición sobre John Cage, uno de los compositores-artistas que más reivindicaban su influencia “satiniana”.
En 2025, cien años después de su muerte, Satie resurge como figura plenamente contemporánea: minimalista antes del minimalismo, performer antes de la performance, conceptual antes del arte conceptual. Y el Grup Instrumental de València, en su 35 aniversario, confirma su papel como mediador entre el pasado radical y el presente experimental.
Joan Gómez Alemany
Concierto con diversas obras de Erik Satie
Grup Instrumental de València
María Bazal, soprano
Mª Carmen Antequera, violín
Carlos Apellániz, piano
Antonio López-Guitián “Tonino”, actor y cantante
Joan Cerveró, idea, guion, dirección musical y escénica
Sala Refectori · Centre del Carme Cultura Contemporània
13 de septiembre de 2025
Organiza: Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana e Institut français de Valencia