Con motivo de la conmemoración del setenta y cinco aniversario de la definición del Dogma de la Asunción de la Virgen María por el papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950, se han celebrado varias representaciones extraordinarias del drama sacro-lírico conocido como El Misteri d’Elx en el que se escenifica en la Basílica de Santa María de esta localidad alicantina, desde hace siglos, la festividad en la que se celebra el día quince de agosto y su víspera la subida a los cielos de la Madre de Jesucristo en cuerpo y alma.
Hace cerca de medio siglo que asistí por vez primera a su puesta en escena, invitado por mi querido y recordado amigo José Augusto Martínez Torregrosa, organista del Misterio en las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX, pudiendo apreciar en esta mi nueva asistencia por el motivo antes indicado, un cambio significativo en el tratamiento musical de su contenido debido fundamentalmente al replanteamiento que últimamente ha puesto en práctica su maestro de capilla Francisco Javier Gonzálvez Valero, que ha asumido tal responsabilidad desde la confirmación de su nombramiento oficial en otoño de 2022 por el Patronato del Misteri d’Elx, y con el que se ha producido la continuidad deseada en este importante ámbito propiciándose a su vez con dicha promoción su consolidación como director de la Escolanía del Misteri, función que ya venía desempeñando desde años anteriores con un grupo de niños cantores que viene constituyendo el semillero que garantiza la continuidad de esta celebración mariana tan singular en el panorama religioso y musical español.
Con una adaptación a los modos de canto del Medievo y a la polifonía coral española del siglo XVI, el maestro Gonzálvez ha sabido enriquecer el sentido musical de las dos partes del Misteri dejando que la música fluya con esa garantía que supone, desde este arte, significar dramáticamente la representación de ese definitivo trance de la Virgen María, cuyo texto tiene la particularidad de ser articulado en valenciano culto del siglo XV, lo que le imprime un carácter de autenticidad de especial significación medieval y así ser el vehículo que más determina la conexión con el pueblo cristiano, que en cada celebración abarrota el primer templo ilicitano, consciente de la trascendencia que tiene para la ciudad y la necesidad de su imprescindible colaboración al participar en el goce espiritual de esta fiesta que conmemora la consagración eterna y coronación de su patrona, Santa María.
Cuidando al detalle el mantenimiento de la tradición, Francisco Javier Gonzálvez ha tratado el desarrollo continuado de las dos jornadas del Misteri (La Vespra y La Festa) permitiendo que su extensa duración quede asumida con sentido de tempo adaptado al espacio escenográfico, aprovechando la monumentalidad del espacio basilical que siempre atrae la atención del espectador en los momentos de la ascensión a los cielos del cuerpo de la Madre de Dios o mientras permanece en el cadafal, donde viene a transcurrir casi la totalidad de la primera parte de la representación. Uno de los momentos que producen más expectación en ésta es la famosa escena llamada Ternari con la entrada por las principales puertas del templo de tres apóstoles rezagados, entre los que se distingue a Santiago, dirigiéndose al lecho mortuorio de la Señora, a la vez que cantan su complacencia por estar ya todos los apóstoles reunidos ante la importancia del momento de despedida de la Madre de Jesucristo. El tratamiento vocal de este trascendental episodio ha sido bien determinado por el maestro de capilla tanto en tesitura como en expresión para distinguir la singularidad de cada uno de los tres protagonistas. La importancia de esta escena ha quedado perpetuada ante la fachada principal de la basílica con un grupo escultórico de los tres apóstoles cuya autoría corresponde al maestro José Díaz Azorín.
De la segunda parte del Misteri, La Festa, es destacable la orientación que Gonzálvez ha conseguido en el episodio titulado la Judiada, donde un grupo de judíos con el gran rabino al frente intenta paralizar la consagración del cuerpo de la Virgen. Es una de las escenas de mayor contenido polifónico enriquecida por la diversidad de cantos encontrados que acompañan a la acción, constituyéndose en uno de los momentos de mayor énfasis dramático con alguna connotación operística sin perder en instante alguno esa conexión con la expresividad medieval que mantiene siempre el Misteri en sus dos jornadas, llegándose a ese episodio conciliador final de la bajada del altar del cielo para el momento de la coronación de la Virgen en la que se canta el himno, Veniu, Mare escel-lent, cuyo tratamiento musical favorece la exaltación de la conclusión de la celebración en el que el pueblo presente en la basílica estalla en un intenso aplauso lleno de alegría y felicidad colectiva acompañada por el grandioso sonar de los más de tres mil tubos del órgano que el maestro organero Gerhard Grenzing terminó de construir para la Básilica de Santa María el año 2006, cuyos interludios musicales compuestos por Óscar Esplá enaltecen el esplendor de esta pieza sacra musical que fue incorporada más que merecidamente al Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO el año 2008 ante la candidatura presentada por iniciativa de los propios ilicitanos, los mayores valedores de esta festividad mariana junto con el Patronato del Misteri, institución sin la que no se podría entender la proyección futura de la Festa.
Mantener su pujanza es una misión esencial sin la que no se puede entender la vida y el sentir espiritual de ciudad de Elche, por lo que invito a conocer su representación que se encuentra en un profundo proceso de perfeccionamiento asumido con determinación y sentido musicales por su refrendado maestro de capilla, Francisco Javier Gonzálvez que, sin dejar de cuidar la tradición, ha encontrado el camino adecuado para mejorar la musicalidad de su contenido, que lleva a implementar una mayor experiencia espiritual en el espectador.
José Antonio Cantón
Foto: Misteri d'Elx, portada de la Consueta (1709).