Música clásica desde 1929

Editorial

Conquistas históricas
Mayo 2012 - Núm. 852

Conquistas históricas

Seguimos reflexionando acerca de las consecuencias que puede llegar a tener en nuestro sector la futura ley de mecenazgo, que se ha anunciado ya varias veces pero sin que se entre en detalles. Lo comprendemos; hay asuntos más importantes que resolver antes de abrir este melón.

Entre tanta mala noticia económica; sumido el país en una especie de depresión colectiva marcada por la, al parecer (y según suelen afirmar nuestros amigos europeos y demás vecinos étnicos compartidores de penas), nuestra incapacidad para dibujar la o con un canuto, la observación de algún dato positivo, aun en una campo de la vida tan “poco importante” como la música, es motivo de una estupenda alegría curaespíritus.
 
El dato. Pues, así de pronto, nos hemos dado cuenta de que, en este momento, la cantidad de músicos españoles más o menos jóvenes presentes en agrupaciones orquestales nacionales y extranjeras es bastante más elevado de lo que la gente cree. E igualmente queremos advertir que la cantidad de solistas en ejercicio, así como la de grupos de cámara (cuartetos de cuerda, mayormente), ha sufrido en nuestro país un muy espectacular crecimiento. ¿Es lógico este estado de cosas sin admitir que en los últimos años se ha producido un serio avance en la, por otro lado, tan denostada política educativa pública, a su vez producto de las ya definitivamente anatematizadas políticas culturales anteriores, basadas “of course” en el despilfarro y la imprevisión? Pues pensamos que sí se ha producido ese avance; que nuestro nivel creativo y profesional en música se ha ido homologando con los estándares de nuestro entorno, y que ello es debido a una buena política. Que no al contrario, como ahora unos cuantos nos quieren hace ver.
 
Y una consecuencia de esa política musical ha tenido sus frutos en el desarrollo de la interpretación musical en el ámbito de la empresa privada. Sin ley de mecenazgo. Un ejemplo: la Escuela Superior de Música “Reina Sofía”, una verdadera fábrica de jóvenes talentos que, o bien como solistas o bien como miembros de agrupaciones sinfónicas de mucha calidad, pasean su arte por el mundo. Se podría (y debería) establecer –y conviene tomar buena nota de ello– una especie de teoría de vasos comunicantes entre las enseñanzas musicales públicas y privadas, en un ejercicio de alimentación mutua que beneficie a todos. Nuestro razonamiento es: si sin una ley de mecenazgo seria en nuestro país ha sido posible ese milagro llamado Escuela Reina Sofía, ¿qué se podría conseguir con una ley que sumara atractivos fiscales significativos a los que empresas como Sony o Freixenet ya han encontrado para prestar sus ayudas? Pues una excelencia de lujo, ya que talento, sobra.
 
Somos conscientes de las dificultades económicas por las que atraviesa el país. Y también de que en estas condiciones es buena idea que la empresa privada entre en el juego de la música con mayor fuerza, tanto en la enseñanza como en la exhibición de resultados. Seguro que si esos vasos comunicantes entre lo público y lo privado llegan a funcionar con fuidez, sin obturaciones indeseadas, la música saldrá ganando. Pero es más que probable que sin ese cruce de caminos nuestra vida musical se empobrezca, convirtiéndose en una actividad solo permitida a determinadas élites. O sea, lo que ocurría hace 30 años en nuestro país, sin duda resultado producido por un modo de operar más político que cultural.

Repetimos. La situación es grave. Pero para esta publicación no es nueva. RITMO salió a la calle en los años 40 y 50 del siglo pasado (¡y bastante antes!), en unas condiciones infinitamente más precarias que las actuales, mostrando a quien quisiera leer su pensamiento musical. Sin depresiones. Sin perseguir inmolaciones presumiblemente redentoras. Sin que el mundo se acabara. Va a intentar seguir haciéndolo, y va a seguir metiendo dedos en yagas espurias. Y recuerda: si algo ha tenido claro en sus 83 años de existencia es que música y filosofía es una relación necesaria e indispensable; pero música e ideología, una relación de la que hay que huir. Porque, sencillamente, que la música pertenezca a todos es una conquista histórica de primer orden a la que no estamos dispuestos a renunciar. Cueste lo que cueste y nos cueste lo que nos cueste.

 

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