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Editorial

Daños colaterales
Mayo 2022 - Núm. 961

Daños colaterales

La terrible guerra provocada por la invasión de Ucrania, además de pillarnos por sorpresa a la mayoría de los ciudadanos de a pie, nos ha vuelto a mostrar la cara más cruel de la sociedad. Parece ser que no hemos aprendido nada de la historia, que hemos perdido la memoria de las causas y efectos de las últimas contiendas europeas y que ha servido de muy poco la positiva evolución social, económica y cultural de nuestro civilizado mundo occidental. Nadie podía pensar que algo así podría volver a suceder en la vieja Europa.

Las guerras en sí mismas implican la destrucción material y espiritual del ser humano y de la sociedad que lo acoge. Destrucción que se justifica, si ello puede admitirse, en defensa de unos valores, de unos derechos, de una ideología... Ninguna acción es justificable si precisa matar seres inocentes para alcanzar sus objetivos. Para estar más cerca de los que allí están viviendo de primera mano el conflicto, RITMO, desde el mes pasado, está ofreciendo unas entrevistas con prestigiosos músicos ucranianos que nos están dando su opinión sobre esta contienda.

La batalla militar siempre va acompañada por el intento de destrucción y manipulación de la cultura y de la historia de los pueblos en lucha. Destrucción apoyada por los ideólogos de la confrontación, que buscan anular con sus dictaduras intelectuales la libre memoria de los pueblos, pretendiendo con ello impedir la construcción de los necesarios puentes, sociales y políticos, que deberían encontrar los caminos seguros para silenciar los tambores de guerra.

La acción contracultural, en los conflictos militares, a lo largo de la historia, se ha utilizado habitualmente para manipular los distintos estados de opinión de las sociedades en guerra. En la actual invasión rusa sobre Ucrania, mientras las bombas caen criminalmente sobre las principales ciudades del país de manera indiscriminada,  vuelven a resucitar los fantasmas del pasado reciente, levantando nuevamente los prejuicios culturales nacionalistas, señalándose listas de obras y artistas del espacio ruso que son vetados en occidente. También, por otro lado, el Departamento de Cultura de Moscú manifestó que cualquier comentario negativo a la guerra, por parte de su colectivo cultural y artístico, sería considerado como traición a la patria, con las consecuencias penales que ello implica. Esta situación ha desencadenado, tanto en Europa como en Estados Unidos, cancelaciones de contratos a célebres artistas (no hace falta citar sus nombres, todos los conocemos) y agrupaciones musicales de Rusia que, al no haber manifestado públicamente su oposición a la guerra, han caído en desgracia, independientemente de sus valores artísticos, marcando un nuevo punto de inflexión para la convivencia internacional en la creación musical.

Más preocupante incluso que el veto a los artistas, es el hecho de que distintas instituciones, orquestas y teatros europeos, así como de Estados Unidos, tiendan a eliminar de sus programas obras de los compositores rusos; un verdadero disparate, como no hace mucho hizo una orquesta americana eliminando de su programa una obra de Tchaikovsky. En el mundo editorial, novedades discográficas cancelan también títulos con compositores o intérpretes del país agresor. Este bloqueo hacia la música rusa, que es por derecho propio parte fundamental en la cultura occidental, pese al actual terrible estado de guerra, creemos que está fuera de toda lógica cultural, no beneficiando, en todo caso, la búsqueda de la paz. Más bien es un empeño más de afirmaciones nacionalistas que, de alguna manera, favorecen las supuestas pretensiones de enfrentamiento de Putin con Europa y con el mundo occidental.

Por otra parte, la inflación galopante que ha causado este conflicto ha disparado vertiginosamente los precios, sumando gastos en las giras musicales por el aumento de los precios energéticos, así como ha provocado cancelaciones y sustituciones de artistas y conjuntos rusos programados para este verano en España.

Históricamente, en situaciones de crisis económicas y sociales como las actuales, las partidas de ayudas para la cultura, para la música, se han reducido drásticamente, por considerarse no prioritarias. La cultura, la música, no es que sean prioritarias, como hemos explicado tantas veces, son imprescindibles, máxime en tiempos de tribulaciones y mudanza como los actuales.

Un pueblo que no se mantenga firme en apoyo a la cultura y con amplitud de miras, no puede tener la sólida base precisa que le permita seguir mirando el futuro con esperanza, incluso en estado de guerra.

Nos gustaría comprobar que finalmente una contracción del desarrollo cultural y musical en nuestro país, en Europa, no sea uno más de los daños colaterales de esta cruel y criminal guerra.

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