Música clásica desde 1929


Un punto de encuentro de actividades musicales con artistas, instituciones y gestores


La isla de los cánticos

Reflexiones para tiempos convulsos a través de la poesía

Mayo 2020

La isla de los cánticos es el título de un libro de la poetisa uruguaya María Eugenia Vaz Ferreira. Un título simbólico, que alerta sobre la vocación del artista y su destino de soledad y aislamiento. Isla que muchas veces se convierte en un refugio y que solo a través de la proyección de nuestro arte, podemos trascender.

La música es vida. En la persona humana hay algo más que la mente concreta y racional. Tiene dimensiones que van más lejos de una fenomenología periférica y elemental. La música y el arte en general despiertan ese sentido maravilloso que la llevan a un mundo de interacción y elevación espiritual.

Los músicos sabemos que lograr ese propósito es nuestra meta máxima, y conocemos, por experiencia, que el esfuerzo es el costo de lograrlo. Sabemos que al elegir este camino se impone una dura disciplina, en la que el cuerpo se desgasta, la mente se agota, la voluntad se impacienta y el ánimo decae si nuestro trabajo no se proyecta. Todo este esfuerzo va dirigido a transmitir nuestro mensaje de belleza y profundidad.

Hoy vivimos en una cultura superficial y de la indiferencia y no nos engañemos, esta situación se debe a la falta de respuestas de nuestros dirigentes y de su nefasta política cultural, que vamos arrastrando desde hace muchos años.

Al tiempo de las grandes ilusiones adolescentes, sigue el tiempo del realismo, en que vemos cómo se reducen las oportunidades de nuestra actividad. Se nos exige paciencia, confianza, pero nuestra tarea no consiste en mantener a toda costa un propósito, que no tiene ningún apoyo ni interés de parte de las autoridades.

Aquí les hacemos un ruego exigente para que surja, inaplazable, un cambio de estructuras y atención a nuestra labor. Porque solo una mano tendida, puede sacarnos del marasmo en el que estamos.

Enseñanza musical

Cada vez se nos ofrecen menos conciertos. Los teatros oficiales programan conjuntos extranjeros, traídos por instituciones particulares, más que a españoles. La tan anunciada ley de mecenazgo nunca se aprueba, la enseñanza musical en Primaria y Secundaria es deficiente y sobrevive gracias al ímprobo trabajo de los Profesores.

En este erial ha sido una excepción maravillosa la creación, en 1983, de la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE), que ha subsistido en este último periodo gracias a la eficacia de su Director Artístico, el compositor José Luis Turina y su equipo. Verdaderamente han hecho malabarismos para sostenerla frente a los cada vez más escasos presupuestos.

Aun así, hemos seguido trabajando por vocación y porque nuestra entrega a la música es un compromiso ético y vital, aceptando recortes de todo tipo. Incluso muchas veces colaborando gratuitamente, cuando se nos pide por instituciones de amigos que siguen luchando por sobrevivir, o para homenajes a queridos compositores que bien merecido tienen su reconocimiento y que el estado no asume.

Y lo más triste es ver que salimos a actuar a países de nuestro entorno y observamos que la actividad sigue y todo se desarrolla de manera normal.

Aliado para la salud

En esta terrible pandemia que padecemos, quizás muchas voces nos digan que primero es la salud. De acuerdo; pero es que la música, el arte en general, son un poderoso aliado para la salud. Vemos a los músicos cantando, tocando instrumentos en los balcones para animar a los vecinos. La musicoterapia es de gran eficiencia para el autismo y desarreglos neurológicos. Y en la educación la música es básica para completar la formación integral y sensibilidad de los niños y jóvenes.

Feliz coincidencia ha sido que la mañana del 18 de abril, en que me decidía a escribir esta reflexión, escuchara en el Programa “A vivir que son dos días”, de la Cadena SER, al arquitecto José María Pérez (Peridis) que, ya desde su casa, se recuperaba felizmente del virus que nos azota. En la tertulia le preguntaron cuál había sido el soporte en sus horas de dolor y angustia en el Hospital. Contestó: con Juan Sebastián Bach y su clavecín. Qué maravilloso testimonio; me emocionó y a la vez me sentí recompensada porque nuestra labor no es un adorno, sino un mensaje de profunda belleza y calidez humana.

Señores gobernantes, por favor, apliquen coherencia y que los artistas y profesores integren las comisiones de estudio del problema, ya que son los que verdaderamente pueden aportar ideas claras por conocer la realidad.

Solo así surgirá, después de este colapso que nos ha permitido meditar, el cambio ansiado y posible, con un nuevo horizonte que ponga de manifiesto que nuestro trabajo no es inútil.

Así, desde La isla de los cánticos salvaremos el arte, los artistas… y la humanidad.

“Dame una rosa, antes / que el ciprés largo y mudo, entre nosotros / alce su quieta cima…” (“Tu rosa y mi corazón” de La Isla de los cánticos)

por María Teresa Chenlo
(clavecinista)
                                                                                 

www.mariateresachenlo.com  

Foto: La isla de los cánticos, de la poetisa uruguaya María Eugenia Vaz Ferreira.

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