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Festival de Pascua de Peralada

Un nuevo paraíso espiritual

Mayo 2023

Algo grande se está gestando en el Festival Castell de Peralada en el mismísimo corazón del Empordà. Este año, la Fundación que rige sus designios, ha aparcado la celebración estival de este certamen, debido a las obras que se están desarrollando en el auditorio ubicado en los jardines de su rutilante castillo medieval, que cuando concluyan dejarán un impresionante espacio escénico al aire libre con casi siete mil metros cuadrados de equipamiento y más de mil quinientas butacas, que convertirán a Peralada en una especie de Aix-en-Provence gironès.

En espera de su inauguración el año próximo con una Aida que será todo un acontecimiento, la organización se ha sacado acertadamente de la manga una edición para la Semana Santa, que pese a ser más reducida y menos ambiciosa en lo referente a aforo, sí que ha sido bastante certera y resplandeciente en su concepción y resultado artístico. Cuatro estupendos espectáculos (al que tendríamos que sumarle un quinto, el privilegiado y bello entorno natural y patrimonial que lo rodea) que han tenido como único escenario la majestuosa Iglesia gótica del Carmen, un santuario que gracias a este Festival de Pascua no solo ha servido de retiro espiritual, sino también para el recogimiento musical.

Jakub Józef Orlinski

El encargado de dar el pistoletazo de salida a esta primera edición semana santera, que seguramente haya venido para quedarse, fue el popular contratenor Jakub Józef Orlinski con su “espectáculo” Héroe. El polaco, con su juventud y descaro, intenta limpiar de polvo y caspa ese repertorio barroco destinado a los castrati. Su agradable y elegante instrumento es discreto y poco robusto, de ajustado volumen y coloratura, aunque la emisión nace de forma limpia y natural apoyada en un hermoso agudo. El efectista y embaucador Orlinski sabe perfectamente como meterse al público en el bolsillo, como demostró en la Malagueña que ofreció de propina. Aire fresco y juvenil para un repertorio que históricamente siempre ha estado poblado de canas.

En su misceláneo programa se alternaron la música para violín de Vivaldi, con algunas arias de óperas de Haendel de raíz masculina como Tamerlano, Tolomeo o Arsace. E ironías del destino, lo que en principio parecía un recital a mayor gloria de la voz, la cartera del protagonismo se la acabó robando el extravagante violinista polaco Stefan Plewniak, uno de esos virtuosos de prodigiosa digitación y paganiniana personalidad, que acabó regalando los mejores y más brillantes momentos musicales, junto a su concisa formación Il Giardino D’Amore, que encara las partituras con una tensión y electricidad propias de otro legendario Giardino, el Armonico. Divertido y placentero.

La Giuditta

Programa doble para el viernes santo. Por la tarde La Giuditta (basada en el mito de Judith y Holofernes) de Alessandro Scarlatti (1697), en una concienzuda interpretación revestida por un magnífico trío vocal junto al conjunto Vespres D’Arnadí bajo la sensible y atenta dirección de Dani Espasa. Pese a ser un Oratorio, papá Scarlatti despliega en esta deliciosa partitura infinidad de elementos operísticos con un sarpullido de dúos y arias de enorme teatralidad que esclavizan el oído. La soprano Serena Sáenz regaló una Judit de finos y delicados contornos, con agudos traslúcidos y una esmerada coloratura (conmovedora en su “Chi m’addita per pietà”). Holofernes fue un impetuoso Thomas Walker y la nodriza el experimentado Xabier Sabata (voz oscura y angulosa, magníficamente ornamentada), que terminó ofreciendo sin duda una de las cimas artísticas de este primer certamen de Pascua cuando encaró la inmortal y criminal nana “Dormi, o fulmine di guerra!” que nos encogió el corazón. Inolvidable.

Pero lo más memorable del Festival llegó por la noche con el sobrecogedor y fascinante Oficio de Tinieblas de Viernes Santo, firmado por el mejor y más revolucionario compositor que ha dado este país, Tomás Luis de Victoria, sobre la pasión y muerte de Cristo. El tenebrario (un enorme candelabro triangular con 15 velas que se van apagando litúrgicamente conforme van discurriendo los oficios, lo que al elemento musical se le unió también un hipnótico componente escénico) compartió protagonismo con el soberbio y reforzado conjunto Cantoría dirigido magistralmente por Jorge Losana. El gregoriano y la rica polifonía cantada maravillosamente con un prodigio de empaste, afinación, contrapunto y resonancia, que culminó con un terremoto a base de zapatazos (y no con las habituales carracas) en el momento de la expiración de Cristo. Eterno.

Freddie de Tommaso

La cálida y fastuosa voz de Freddie de Tommaso fue la encargada de clausurar, junto a la eficaz pero algo ruda Audrey Saint-Gil, el certamen pascuense con un recital que mezcló lo divino y lo humano, lo sacro y lo profano, pues los pasajes de esencias religiosas (Ave María, Oratorio, Réquiem o Misa) se fusionaron con otras más terrenales extirpadas de la ópera y la canción napolitana. Un tenor lírico con gotas de spinto que, pese a su juventud y gusto por el canto con “sollozo” (fragancias a otros tiempos), posee ya un instrumento férreo y viril, seguro y eficaz, de natural y poderoso agudo (a veces muy a lo Corelli), pese a que llegara cansado al final del programa, pues reemplazó el espinoso y dramático “Mamma quel vino è generoso” de Cavalleria Rusticana por dos azucaradas canciones como O Sole Mio y Core ’ngrato, que por supuesto enloquecieron al respetable. Admirable este primer Festival de Pascua de Peralada que seguro volverá a dejar grandes momentos en su ya imparable futuro.

por Javier Extremera

www.festivalperalada.com

Foto: Lo más memorable del Festival llegó por la noche con el sobrecogedor y fascinante Oficio de Tinieblas de Viernes Santo.
Crédito: © Joan Castro - Iconna

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